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Opinión

LA ESCUELA DEL DOCTOR SACHS Y DEL DOCTOR MACKEE

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PorJOSÉ LUIS FIGUEROA GONZÁLEZ / MASEUAL

*  La importancia de la empatía en tiempos de la aplicación violenta de la reforma educativa

Jojutla, Morelos, México, 30 de mayo de 2016.-  En tiempos de crisis por choque de intereses salen a relucir fácilmente los posicionamientos centrados en el egocentrismo y en el individualismo. El conflicto se identifica con la imposibilidad de conciliar intereses dado que unos pretenden sobreponerse encima de los otros. Así tenemos a un señor secretario de educación pública apoltronado en su sillón de poder y con los controles en mano del videojuego que ha decidido llevar hasta el final, pase lo que pase, cueste lo que cueste. En la necedad extrema, la realidad se le confunde al señor Nuño Mayer con un videojuego en donde va contando las vidas que le quedan a los profesores cuando no se acatan a sus disposiciones disfrazadas de aplicación de la ley; todo lo justifica en la supuesta mejoría de la educación cuando todos sabemos que trabaja para ser el próximo presidente de la república. Como sujeto egocéntrico es incapaz de darse cuenta de lo que sucede a su alrededor o pretende ignorarlo para salirse con la suya. Así, más allá de los discursos, el verdadero destinatario de la educación pública queda al centro de la disputa al momento de que todos hablan a su nombre y casi nadie hace lo necesario y congruente con los fines que se predican. Desgraciadamente la actitud egocéntrica e individualista es predominante en muchos escenarios de la vida social y el sistema educativo es un espacio idóneo donde se han abrigado dichas actitudes por excelencia. Cuando cada quien trata de conseguir lo propio sin miramientos de lo que piensen o sientan los demás, estamos ante las condiciones propicias para engendrar y desatar monstruos como los que ahora representan Nuño Mayer y sus jefes.

Los efectos de la actitud pueril del señor que dice ser el máximo representante de la educación pública en México se pueden anticipar como mayores desgracias para los profesores por el ajuste de su puesto a un esquema de tiranía, también para los alumnos como destinatarios centrales en tanto que el modelo de su educación apunta hacia la formación básica para la explotación laboral, para los padres de familia porque son llevados a participar con desventaja en el mercado de la educación, para los mandos bajos y medios de la administración educativa porque ahora más que nunca se les convierte en meras piezas de un engranaje dictatorial y para la sociedad toda porque el pueblo mexicano está a punto de perder un derecho que se consiguió gracias a las luchas sociales, políticas y hasta militares de antepasados nuestros. Todo eso nada le importa al sujeto egocéntrico, todo eso y más será poco para intentar contener su furia desatada por los que desde las sombras lo controlan y le ordenan. De ahí que la respuesta popular pareciera también desatada y para algunos sea la permanente renuencia de los mismos y sobre lo mismo, lo que Nuño llama privilegios. En este choque de trenes se está poniendo a prueba la capacidad de imposición represiva y violenta del gobierno y la capacidad de estrategia de resistencia y de dominio de escenario de lucha de los maestros en movimiento. Conforme empieza uno a pensar más allá de las apariencias, es posible darse cuenta que estamos metidos en una compleja red de situaciones que no se entienden si no revisamos sus múltiples aspectos. Ahora, aquí se propone seguirle un poco la pista a la dificultad empática que se observa en los múltiples contextos sociales y por supuesto en las escuelas; interesa aproximarse a lo que nos ocurre como sujetos egocéntricos e individualistas en relación al desarrollo personal y a la necesidad de crear consensos con los demás.

El ocultamiento de la realidad a partir de fomentar las apariencias de manera interesada para orientar la opinión de los otros es un método clásico en todas partes; ante esto nos queda ser partícipes conscientes del mecanismo convenenciero, ser ingenuos y trata de convencernos de que todo ocurre como nos dicen o bien hacer el esfuerzo de intentar una aproximación a la naturaleza o esencia de las situaciones. Los discursos de complacencia y autocomplacencia sirven para maquillar la realidad, para convencer a los demás de que hagan caso y para que los egocéntricos logren sus fines manipulando a los que se dejen. De esa manera el mal ejemplo cunde cuando disfrazado de camino del “éxito”. Por eso la adulación de Nuño Mayer al profesor de Oaxaca que se negó a sumarse al paro indefinido y que saltó a la fama como “maestro ejemplar” es una burda jugada del tipo egocéntrico que se agarra de todo para salirse con la suya. La movilización de la policía federal en contra de los profesores en paro es otra faceta del berrinchudo que tenemos como secretario de educación pública. En suma, estamos en el peligro de caer al precipicio porque el vehículo de la escuela pública en México es conducido por un sujeto con muestras de patologías que seguramente un profesional puede calificar como incompatibles con el cargo que desempeña.

Es cuestión de ser observador del entorno en que laboramos para detectar cuántos casos de tipo egocéntrico tenemos a la mano; sus rasgos generales son la imposibilidad de considerar el interés y derecho de los demás, la pretensión de obtener lo que se desea o necesita de la manera más fácil e inmediata, el monólogo centrado en sus asuntos y el poco o ningún caso a lo que dicen los otros, la pérdida fácil del control de sí mismo cuando se enfrenta a la frustración, además de la dificultad para colaborar en equipo compartiendo saberes y materiales. Esas características que se suponen superadas una vez se ha dejado atrás la infancia y la adolescencia, no deberían observarse en los agentes educativos que están al frente de grupos de estudiantes. Son rasgos que no se pueden detectar a partir de los discursos de los sujetos ni se deducen de los exámenes escritos que se aplican para determinar quién es “idóneo” y quién no. Características tal vez simples y ordinarias que pueden pasar desapercibidas en profesores, directivos, padres de familia y autoridades tipo Nuño Mayer, son la semilla de conflictos mayores, desde contradicciones a nivel de escuela hasta los desmanes de gobierno que vemos ahora en las plazas, calles y carreteras.

Intentar descifrar lo que sucede en lo microsocial puede ayudar a entender lo que ocurre en dimensiones mayores. La literatura y el cine pueden ser buenos auxiliares para entrar en un proceso de revisión de lo que de tan cotidiano ya se nos hace irrelevante. La novela de Edward Rosenbaum titulada “A taste of my own medicine” (traducido como “El sabor de mi propia medicina”) de 1988, narra la historia del propio autor, un médico que se presentaba prepotente e insensible ante sus pacientes y que una vez que a él le detectan cáncer en la garganta sufre en carne propia las desatenciones y los malos gestos de otros médicos. En esas circunstancias el protagonista cambia de actitud en su trabajo y se empieza a preocupar por lo que sienten, piensan y viven los enfermos. La novela fue llevada al cine por Randa Haines en 1991 y en una de sus escenas representativas el Dr. Mackee ya puesto en la frecuencia de empatizar con los pacientes por sufrir en carne propia la penuria de la enfermedad y los malos tratos, indica a los doctores que hacen residencia en la clínica que él dirige, que empiecen por ponerse las batas de los enfermos, que se “enfermen de algo” y que coman y vivan como los demás pacientes del hospital. Esta es la escuela del doctor Mackee que en universidades de Europa recomiendan

estudiar para la formación de los futuros médicos. La pedagogía del Dr. Mackee puede ser adaptada para futuros y actuales docentes, autoridades de todos los niveles educativos, padres de familia y hasta para hacer pensar a los alumnos.

La escuela mexicana había tenido como parte de su esencia la empatía sobre todo de los maestros con las comunidades y con sus alumnos, en la aproximación y acompañamiento de autoridades educativas, en los esfuerzos compartidos con los padres de familia. No todo se ha perdido porque ahí están los maestros del medio rural recibiendo el apoyo de los padres de familia en su movimiento; todavía hay directivos con esa característica en el trato con los maestros de grupo, de maestros hacia los alumnos. pero cada vez es más extraño encontrar relaciones empáticas en la sociedad toda. Y aunque les enfade a los creyentes neoliberales, no encontramos otra explicación de la pérdida del camino de la empatía si no es a partir de que se calificó a la educación como una mercancía arrebatándole su carácter de fineza, delicadeza y humanismo implícito. El Dr. Mackee confiesa que antes de sentir empatía por sus pacientes, es decir antes de que se enfermara él mismo, les decía a sus colegas “entra, opera y lárgate”; así de mecánico y frío como se quiere inducir al nuevo docente, encubriéndose con supuestas competencias a favor de mejorar “la calidad de la educación”. El caso de los maestros que son apoyados por los padres de familia y la comunidad al grado de asumir un puesto en la batalla contra la reforma educativa es para reflexionar qué es lo que sucede con los profesores que ni agua les arrimarían en caso de que entraran en rebeldía.

Para calificar la participación o no de los padres de familia con los maestros en lucha hace falta comprender los distintos factores que intervienen en esa relación de sujetos. El hecho de que los padres de familia se asuman compañeros o capataces de los profesores está mediado por la comprensión que unos y otros desarrollan a partir del trato cotidiano y de los factores externos. Cuando una de las partes soslaya la empatía, ya están dadas las condiciones para la indiferencia y posteriormente hasta un posible enfrentamiento. Como recomendaba Paulo Freire, hace falta una pedagogía del oprimido para permitir identificar en qué medida somos opresores u oprimidos respecto de los demás y de esa manera plantearse las formas de revertir sus efectos. No queda de otra que estudiar el tema desde lo objetivamente real mediante la reflexión teórica que nos acerque a lo objetivamente posible.

Por su lado el autoritarismo de un neoteno como Nuño Mayer que contagia a toda la escala de directivos pone como nota discordante la imposibilidad de llevar a cabo la gestión democrática en las escuelas. Nada mal le haría al señor secretario y papistas más papistas que el Papa que lo acompañan, ponerse las batas de maestros y alumnos, de padres de familia y comunidades; además de “enfermarse” aunque sea un poquito de pobreza, discriminación, explotación y marginación. Tal vez de esa manera entenderían que con las necesidades del pueblo no se juega sin salir quemado. El problema sigue siendo la dificultad de sentir empatía, lo “estorboso” que resultan valores que retrasen el mandato supremo de llevar a las escuelas al mundo de las mercancías y los negocios sin más.

Otra escuela nos aclara otro tanto acerca de la empatía, la escuela del Dr. Sachs narrada en la novela “La enfermedad de Sachs” de 1999 y autoría de Martin Winckler. Es la historia de un doctor que se coloca tan cerca de los enfermos, se interesa tanto por sus cosas que se enferma él mismo de tanta preocupación por sus pacientes. Ahí interviene la reflexión acerca de qué tan

grueso o delgado debe ser el escudo que nos proteja para no caer en la renuncia de sí mismos en aras de los demás. Entra en escena el criterio del sujeto interventor, su conocimiento y actualización constante sobre la realidad donde desarrolla sus actividades. Agregaría que cuenta también la reflexión en colectivo sobre lo que ocurre y la buena disposición a mejorar en beneficio común. No se trata de perdernos en la vida de alumnos y padres, ni de invadir espacios, pero por lo visto la realidad actual se carga hacia la indiferencia, el individualismo que hacen felices a los egocéntricos. Desarrollar la empatía en la escuela, con el antecedente de estudiar lo que sucede en cada caso, es tarea prioritaria para los profesores comprometidos con sus alumnos y comunidades; los que van más allá de pensar la reforma educativa sólo como un agravio laboral; los maestros que retoman lo mejor del humanismo educativo en México y en el mundo y lo adaptan a su propia realidad; los que volverán a las aulas a demostrar que la educación pública, no se vende ni se desnaturaliza así como así.

Entre las dos escuelas, la del Dr, Sachs y la del Dr. Mackee, uno compenetrado hasta el propio sacrificio y el otro apático hasta que no le toca ser el paciente, tenemos elementos para reflexionar lo que ocurre en cada centro de trabajo y cada espacio educativo. La empatía, esa diluida capacidad de ponerse en los zapatos del otro, se nos presenta como una oportunidad para revalorarnos y reencontrarnos. Ya sabemos que don Nuño está impedido para razonar de esta manera, pero a los demás nos está dado pensar más allá del 2018 y más allá de los intereses mezquinos que tienen rodeada a la educación pública mexicana. La empatía es cuestión de verla como un acto de resistencia, como una manera de rechazar la deshumanización que nos endilgan a la fuerza, como una manera de entender el mundo y como una herramienta para sustentar acciones remediales y concertadas.

 

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