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Estado Opinión

LO EDUCATIVO DE LA REFORMA EDUCATIVA

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Por JOSÉ LUIS FIGUEROA GONZÁLEZ / MASEUAL

*  La cortedad de reducir la reforma educativa a reforma laboral

Jojutla, Morelos, México, 4 de julio de 2016.-  A nadie le cabe duda que la reforma educativa de Peña Nieto es una reforma administrativa y laboral que pretende renovar la plantilla de docentes al servicio de la escuela pública de acuerdo a intereses no del todo explícitos ni legítimos. Esta percepción ha llevado a sostener que la reforma peñista de la educación no es educativa y que por lo tanto no se debe aceptar hasta que no presente un modelo de educación que realmente considere los problemas y necesidades por las que está pasando el desgastado modo de hacer las cosas en las escuelas públicas. Centrados en las implicaciones laborales del asunto nos hemos distraído -porque tal vez no sea el momento- del debate centrado en lo pedagógico, social y cultural de los contenidos y procedimientos de las escuelas destinadas a la población que no puede pagarse una educación privada. Lo urgente desplaza a lo importante, a lo que tarde o temprano volveremos porque en tanto no se alcance lo más cercano a un consenso sobre la nueva escuela no podremos dar otro paso sino seguir dando de vueltas en círculos viciosos. Lo anterior hace surgir la necesidad de precisar qué está ocurriendo al respecto; en primer lugar, el modelo educativo esperado para resolver “las verdaderas necesidades” de la educación pública no puede venir del gobierno que promueve la reforma, dado que su propuesta ya está delineada de manera más implícita que explícita, tal como debe de ser en la estrategia de jugar al gato y al ratón. Por eso es necesario acudir a la interpretación, en parte algo arriesgada, pero no nos dejan de otra. En segundo lugar, la oposición al aspecto laboral de la dicha reforma nos coloca en la defensa de la plaza base de los maestros como una comprensible prioridad, pero nos puede llevar a quedarnos en la cortedad de creer que salvando la plaza base se salva la educación pública mexicana. De ahí la importancia de reflexionar sobre la raíz educativa de una reforma que se asegura no es educativa. No es tan visible lo educativo de la tal reforma como lo laboral que le es propio; sin embargo, el trasfondo sí tiene elementos para configurar un perfil de formación de los alumnos o una manera de responder al reclamo general de constituir la escuela que eduque para el futuro; lo que no se precisa es a cuál futuro se refieren los promotores porque se da por descontado que todos conocemos y aceptamos el futuro prometido.

El tiempo se constituye por la condensación del pasado y el futuro en el presente, qué es lo único realmente nuestro y concreto. Rasgos del pasado y del futuro son observables en el presente a través de lo manifiesto, pero también de lo latente; cierto es que se requiere hacer un esfuerzo para escudriñar en los observables de modo que sea posible aprehender algo para la interpretación. Por ejemplo, tengo a la mano una situación ocurrida en alguna de las aulas donde he compartido necesidades de saber con jóvenes de educación superior. En una de esas ocasiones trataba de animar a los estudiantes para que dirigieran sus preferencias hacia programas culturales como los que se pueden escuchar en Radio UNAM o Radio Educación; además de su contenido, les agregaba -a mi entender- el plus de que no pasaban anuncios comerciales; una alumna se reacomodó en la butaca, se puso la mano derecha en la barbilla y me contestó de esta manera: “¡Ay no, sin comerciales eso ha de estar muy aburrido!” La chica me sorprendió porque esperaba cualquier cosa menos esa complacencia y hasta necesidad de mercadotecnia que yo imaginaba contrarrestar con la “formación del pensamiento crítico”. Así esta anécdota del pasado no tan remoto me indicó que algo ya se venía cocinando en la cabeza de nuestros estudiantes tan animados por lo tecnológico y tan reacios a las tareas del pensamiento u otras que no estuvieran llenas de luces y sonidos computarizados.

En sus prisas por aprovechar el sexenio, Peña Nieto y banda que lo secunda no tuvieron el cuidado de pulir un modelo educativo para encandilar a la sociedad; en lugar de eso, su confianza recayó en el aparente hartazgo social por las protestas magisteriales, en los resultados de las campañas de desprestigio general al magisterio, en los “vicios y privilegios del gremio” y se propusieron cortar cabezas al por mayor para sustituir a los maestros “maleados” por docentes jóvenes disciplinados a la fuerza. Ese detalle que demandaba tiempo, esfuerzos para los que carecen de oficio y una sensibilidad social de la cual no pueden presumir, ahora los tiene contra la pared: o echan para atrás al menos una parte de la reforma educativa o tendrán que reprimir y seguir asesinando con la posibilidad de que no aguanten el costo político. Este es el impasse de la reforma educativa, un callejón de difícil salida. Y todo por el empecinamiento de implantar a como dé lugar una reforma que pretende “educar” para terminar la configuración del nuevo ciudadano a modo de los cambios que promueve la globalización y el modelo económico neoliberal. Lo laboral es un paso adelantado y falto de estrategia que sólo la arrogancia autoritaria de un gobierno servil ante el extranjero pudo pensar que sería de lo más fácil.

En una lógica elemental, la construcción del nuevo modelo educativo que la sociedad “reclama desde hace muchos años” debió empezar por un debate pedagógico inclusivo. En cuestión de artimañas fue superior la estrategia salinista denominada “Modernización Educativa” con la que se encaminó la escuela pública hacia su adaptación al modelo económico neoliberal. Al no meterse con lo laboral, Salinas hizo la introducción medio encubierta de la entrega de la escuela pública al proceso privatizador de todo cuanto sea susceptible de ser convertido en mercancía. De cualquier forma, el debate pedagógico no se detiene, pero el caso es que el gobierno no lo ve ni lo escucha, primero porque debe ser difícil para Peña y Nuño entrar en esos temas y luego porque no les interesa nada que retrase sus planes de entreguismo de acuerdo a lo que en su cabeza está depositado como el único camino posible. Entonces, una manera de empezar a recomponer el crítico estado de cosas sería volver la mirada a la discusión incluyente para definir un modelo educativo aceptado por consenso. Esta es la propuesta general pero no se ve que pueda prosperar porque la reforma educativa ya contiene de fondo un modelo educativo que no se acepta poner a debate. Cuestión de enlistar a quiénes apoyan la reforma educativa tal como la pretende el gobierno federal amparándose en una amañada reforma constitucional y ya entenderemos a qué tipo de educación se refieren. Esto significa que tal vez lo peor no sea el aspecto laboral de la reforma sino su perverso modelo de educación para el futuro, un futuro que de muchos modos ya se puede leer en el presente.

Los argumentos a favor de la reforma educativa han sido ampliamente difundidos, pero ya cayeron en lugares comunes de difícil solidez para el debate de cualquier tipo. Se sostiene que, dado el deplorable estado del sistema educativo nacional y los magros resultados ante las evaluaciones del aprovechamiento escolar según pruebas internacionales, no hay otra alternativa que modificar esta situación. Este es un argumento de consenso pero que puede ser utilizado con distintos fines; para el gobierno es punto de partida para convencer de su propuesta de cambio hacia la adaptación de la escuela a los requerimientos foráneos de rendimiento; para los más es una triste realidad de abandono a la educación pública que debe revertirse invirtiendo más y mejor en instalaciones, materiales, equipos, sueldos, capacitación y reconocimientos a los maestros, etcétera. Es evidente que no hablamos el mismo idioma. Otra cuestión es la promesa de ligar la educación pública con el desarrollo económico que se necesita para colocar a México a la altura de las potencias mundiales. Es otro punto ambiguo a propósito porque desarrollo

económico no significa justicia social ni mejor reparto de la riqueza, en todo caso se trata de mejoría económica para las grandes empresa nacionales y trasnacionales. Así podríamos contra argumentar también sobre la pretendida relación entre reforma educativa y el mejoramiento general del nivel de vida de la población como si existiera un mecanismo automático para eliminar o reducir al menos la brecha entre enriquecidos y desposeídos; la crisis del modelo neoliberal es manifiesta en todo el mundo y en ninguna parte se ha demostrado que la intención sea promover la movilidad social de los que se apegan a sus lineamientos sino todo lo contrario. Otras facetas de la promoción de la reforma educativa tienen que ver con la repetida promesa de una educación de calidad que alcance los estándares internacionales, la adecuación del sistema escolar a los cambios globales en tecnología, economía, política, cultura, etcétera. En un apartado especial se hace referencia a la necesidad de recuperar el control del sistema educativo por parte del Estado sin reconocer que el propio gobierno se lo fue entregando a sus mejores siervos incrustados en la administración y en la dirigencia sindical oficial; la firme voluntad de acabar con vicios y privilegios no se practica confundiendo a la opinión pública y haciendo creer que los maestros de base -y no los líderes charros y funcionarios- son los que trafican con el servicio educativo. Finalmente, tan repetido como oscurantista es el planteamiento de que el magisterio se encuentra en grave rezago de formación y por lo tanto debe ser evaluado periódicamente para mejorar su desempeño. Lo que no se dice es qué tipo de formación ha de procurarse, cuál es el diagnóstico preciso al respecto, ni por qué se implementa el perfil de un docente dócil, ceñido, sometido, desmotivado y casi sin posibilidad de proponer y actuar por sí mismo.

Por tratar de ir al corriente con lo que supone es la única manera de hacer las cosas, Enrique Peña Nieto ya cayó en un escenario de impotencia y ridiculez. El primer mandatario de México se ha convertido en un peón de última categoría ante los líderes mundiales que se atreven a romper protocolos para disminuirlo y hasta contradecirlo públicamente; algo hay de menosprecio en las escenas dónde se observa a un gobernante ninguneado, y a la vez desesperado por servir al modo global de vida y de futuro que concibe como predestinado. Peña Nieto ya perdió el estilo -si alguna vez lo tuvo- para hacer las cosas al tratar de servir más allá de lo que sus correligionarios esperaban de él. A los gobiernos de las potencias económicas mundiales no les conviene ni sirve un aliado que asesina a sus oponentes, que rechaza el diálogo constructivo, que está envuelto en magnos escándalos de corrupción, que muestra de diversas maneras su ignorancia e impertinencia. Es sintomático que algún homólogo le dé lecciones sobre el sentido constructivo del populismo y otro le haga recomendaciones para privilegiar el diálogo con los maestros.

La reforma educativa sí es educativa porque contiene el diseño de un perfil de ciudadano acorde con el desempeño que exige la maquinaria de producción neoliberal. El fundamentalismo económico se ha propuesto educar, entre otras cosas, para la formación de un sujeto apolítico y pasivo ante los problemas sociales, de un ciudadano que rinda culto al capital como la máxima expresión de la felicidad humana, de un ser empeñado en la tesis del éxito personal a costa de todos y de todo, un trabajador dotado de saberes técnicos según demanda de la industria y la competencia comercial mundial, un empleado condescendiente con las condiciones laborales extremas que se le impongan, un consumista irrefrenable y alguien para quien lo social no existe o no vale la pena. Será mala o perversa educación, pero entraña un modelo preexistente en el que los cambios laborales son uno de sus principales requisitos. A todo esto, cabe reconocer

que el debate más difícil será tal vez el pedagógico por varias razones porque el magisterio no se ha formado generalmente para debatir posturas teóricas sino para el cumplimiento de labores prácticas; porque la sociedad en general ve el mundo desde la ventana de las acciones y no tanto desde la interpretación de los hechos, y por lo mismo se espera que el ciudadano común no quiera entrar en argumentaciones que deja a los especialistas. En mayor medida, el debate se complicará porque la clase gobernante y la empresarial no podrán tolerar el diseño de un modelo educativo progresista y alternativo a la enajenación que caracteriza al neoliberalismo.

Mientras tanto, estamos empantanados en el aspecto laboral de una reforma educativa, que es educativa de fondo, aunque no lo parezca de forma. De todos los factores de la problemática educativa la atención y los señalamientos de culpabilidad recaen en el magisterio y con ello se pretende esconder la intención de culminar la configuración del imaginario social al grado de que la misma sociedad exija las cadenas para su sometimiento. La reforma educativa va más allá de la privatización o de pasarle los costos y pagos escolares a los padres de familia, se trata de la transformación de niños y jóvenes en deseables autómatas para el desarrollo del aparato económico según requerimientos del modo de acumular riqueza para unos cuantos a costa del trabajo explotado de millones.

La lucha contra la reforma educativa se observa como una guerra prolongada que demanda inventiva, conocimiento, entusiasmo y deseo firme de resistir a las adversidades. Las estrategias tienen que ser revisadas constantemente para irlas adecuando a lo que demanda cada momento o coyuntura política, pero en general se podrían apuntar algunas líneas. Es primordial que el magisterio encabece el estudio del fenómeno denominado reforma educativa desde sus aspectos pedagógico, histórico, sociológico, económico, cultural y político; se trata de un trabajo en colaboración con los expertos, pero sin depender totalmente de ellos porque varios pretenden jugar a la neutralidad o simplemente son intelectuales orgánicos del sistema, viven o buscan alojamiento en una torre de marfil. Resulta importante aplicar una sencilla fórmula que indica detectar lo que los impositores de la reforma están dispuestos a defender a ultranza para centrar la controversia en ese aspecto y a la vez considerar defender lo que ellos mismos atacan. Finalmente tomar en cuenta que un factor de lucha es la construcción de alternativas pedagógicas de consenso con las comunidades para llevarlas a cabo sin necesitar el permiso de los neoliberales.

Los antagonismos por la reforma educativa se proyectan hacia un futuro de previsibles e indeseables consecuencias si no se logra comprender el fondo de los acontecimientos. Decir que la reforma no es educativa nos lleva a pensar que puede serlo desde quienes la promuevan; considerar que hay un modelo educativo implícito nos permite adelantar perspectivas acerca de lo que nos espera si sólo rechazamos la eliminación de la permanencia laboral. Cada cual desde sus deberes algo podrá aportar para desenredar el enredo, desde cada trinchera se puede lanzar el lazo que una los esfuerzos individuales y de grupo, desde cada conciencia se puede perfilar el mundo justo y decoroso que todos merecemos.

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