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Estado Opinión

UNA FÓRMULA AUTORITARIA PARA “MEJORAR” LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN

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PorJOSÉ LUIS FIGUEROA GONZÁLEZ / MASEUAL

*  Las observaciones de clase como instrumento de evaluación e intimidación

Jojutla, Morelos, México, 9 de octubre de 2016.-  La joyita del sexenio encabezado por Enrique Peña Nieto está muy devaluada en la bolsa de los valores que pudieron ser y no fueron; se trata de la llamada reforma educativa. Un proceso que empezó mal, como lo fundamentan muchos especialistas y críticos, no podía seguir bien o terminar como el gran cambio estructural que daría lugar a otros tantos cambios prometidos. Atrapada entre la inconformidad prácticamente generalizada y el desgaste natural de la autoridad por el proceso electoral en puerta, la reforma educativa no da para mucho y apenas se cobija entre la suspensión de la evaluación a los profesores de base y el repliegue táctico del movimiento magisterial. Una reforma que no pudo ser a causa de los planteamientos equivocados por apresurados y sin fundamento real en las condiciones concretas de escuelas, comunidades y sujetos, se sostiene en el suspenso y en la incertidumbre. Pese a todo, tratando de pasar desapercibidos, los agentes de la dicha reforma caminan de puntitas para proseguir con la encomienda de someter a un magisterio rebelde al proceso de castigo, seguimiento y control. Y es que el sistema educativo nacional no hace nada por despojarse de su tradicional autoritarismo y más aún reafirma a la prepotencia y a la soberbia como sus signos de distinción.

En estos días un mando medio del Instituto de la Educación Básica del Estado de Morelos (IEBEM) ha girado un oficio de notificación a jefes de sector y supervisores indicando las fechas para la observación de clase de los maestros de primaria durante el mes de octubre de este año. Según reza el documento oficial, se trata de “observar el trabajo en el aula para asesorar y acompañar académicamente a los docentes”; lo cual invita a presumir que estamos ante el inicio de “nuevas funciones” que la reforma prevé para los directivos. Todo sería comprensible y estaría en orden si no supiéramos que en su mayoría los cuadros de dirección y supervisión están acostumbrados a cumplir funciones meramente administrativas y que lo suyo, en general, no es el apoyo ni los fundamentos pedagógicos sobre lo que se hace en las aulas. Con anterioridad, y peor en la actualidad, los directivos son concebidos y obligados a actuar como agentes de vigilancia y control al estilo del sistema gerencial y de dirección empresarial. En el pasado respondían por lo común al carácter caciquil del charrismo sindical y de su contubernio con la administración; ahora profesan querencia por un sistema que pretende hacer marchar a los maestros al mismo compás y por la limitación de la función docente a un instrumento de aplicación o seguimiento de instrucciones. La toma de decisiones de “arriba hacia abajo” como les gusta decir a estos señores administrativos, es muy propia a la naturaleza de la reforma educativa. No en balde los maestros jubilados se alegran y su rostro se ilumina cuando dicen: “entre jubilados todos somos iguales, aquí nadie es superior a nadie, aquí se acaban las jerarquías aunque algunos se sueñan igual de importantes que cuando estaban en servicio, pero nadie les hace caso ja, ja, ja, já”.

Si fuera como dice el oficio de referencia, que las observaciones de clase servirán para el acompañamiento académico de los maestros de grupo, tendrían que estar establecidas

algunas condiciones. El acompañamiento ocurre cuando las partes así lo acuerdan y el trato es entre iguales o al menos haciendo de lado la diferencia de función. Es académico cuando el formato de observación está fundamentado en propósitos claros y compartidos, en fundamentos teóricos definidos que forman parte de un proyecto mayor de intervención educativa, que igualmente se comparte y se empuja del mismo modo entre los involucrados. No puede haber compromiso ni transformación educativa donde se actúa para cumplir un mandato, ni puede haber trascendencia si los actuantes caminan en direcciones diferentes. Es demasiado fácil y mediocre para un mando medio firmar un oficio y sentir que con eso se avanza en la mejoría de la indefinida calidad educativa. Llevar a un grupo de directivos a observar una clase, sin más ni más, es un acto intimidatorio que no tiene nada de académico ni de apoyo al maestro. Si no se parte del acuerdo con los profesores, si las clases no se graban y no pasan a ser objeto de estudio colectivo entre maestros y especialistas, su despropósito no pasará de ser otra acción vana para acicatear a los profesores.

La observación de clase puede ser una técnica de investigación adecuada para construir el diagnóstico pedagógico de cada centro escolar siempre y cuando quede claro pará qué se hace, por qué se hace, quiénes lo hacen, con qué instrumentos de registro se hace, con cuál enfoque pedagógico que sustenta las acciónes, así como el tratamiento y las consecuencias de la información recabada. Es natural que un maestro de grupo se sienta invadido en su espacio aúlico vital si no se le considera como el protagonista principal de lo que se quiere observar y se le trata como un empleado de tercera categoría que debe aceptar cualquier disposición “superior”. De la nada resulta nada, y de la imposición sólo se puede derivar inconformidad y rebeldía.

Cualquier manual de investigación educativa recomienda las precauciones básicas para realizar la observación sin alterar las condiciones ambientales que puedan falsear los datos recabados; no es lo mismo hacer observación participante en la cual el investigador se introduce al objeto de estudio sin levantar dudas o provocar inquietudes que alteren el escenario, que meterse de improviso a un salón de clases para hacer sentir ratas de laboratorio a los observados. Por eso llevar a directivos extraños a un aula y decirle al profesor que lo van a observar, por lo menos provoca incomodidad o preocupación por no saber qué esperan esos señores ni hacia dónde se dirigen con todo eso. Si le anticipan al profesor la visita, pues lo de menos es que altere el escenario presentando lo que no es cotidiano. Así sucedió cuando por esta región geográfica el mismo mando medio confundió a maestras diciéndoles que Aurelio Niño vendría a observar su clase. Los preparativos para recibir a tan dudosamente distinguido visitante movilizaron escuelas enteras para dar la mejor imagen y resultó que ni visita ni nada, puras vanidades y nervios del mando medio y demás amigos mandones. Pantallas, artificios, simulaciones de todo tipo, eso es lo que desgraciadamente rodea a las demostraciones y observaciones de clase. Si alguien lo sabe por favor indique cuál es el sustento pedagógico de este relajo y quién es el intelectual de la educación que dice que así se investiga y se mejora la calidad de la educación, concediendo que de una vez por todas sepamos qué es eso de calidad educativa.

Convertir a los directivos de la noche a la mañana en expertos acompañantes académicos para los profesores es otra tomadura de pelo de los reformistas de Peña y Nuño. Primero que nos presenten los estudios e investigaciones que han realizado los encargados de observar. Enseguida analicemos el enfoque educativo que se traen entre manos y después veremos si son los indicados para observar, analizar clases y hacer recomendaciones. Como siempre, la falta de presupuesto propicia que las cosas se hagan apostando a los palos de ciego con acciones improvisadas. Poner a los de siempre, a los que imparten los cursos de capacitación y formación continua, a los que por sus obras los tenemos bien catalogados y muchos por desgracia no son dignos de crédito en sus palabras, es equivalente a leerse las cartas entre gitanos. Mejorar la calidad del proceso educativo es mucho más que cumplir un requisito establecido por la autoridad, es lograr el compromiso convencido de los docentes, es involucrar a los especialistas que tanto opinan en los medios y poco se les ve por las aulas que no sean las de su universidad. Lo demás es darle vueltas al asunto y pretender engañar a un niño con un dulce.

Para observar una clase se requiere formalizar y acreditar un formato de observación que ha pasado mínimo por una prueba piloto de observación. El enfoque es decisivo, no es lo mismo guiarse por un cuadro que coteja acciones realizadas o no en tiempos determinados, que la descripción densa de una observación que recupere la esencia de las interacciones de los sujetos y devele contenidos y fundamentos que tal vez ni el mismo protagonista tiene considerados. No es lo mismo guiarse por una escala estimativa que gradúe la apreciación de lo observado o listas de cotejo que sólo registren un SÍ-NO de las acciones, a registrar lo ocurrido de modo que sea posible reconstruir lo observado para su posterior análisis. La observación no puede ser una caja negra cuyo contenido sólo lo conozcan los observadores y el observado se siente como ratón de laboratorio todo confundido al verse rodeado de improvisados “picudos” de la administración educativa. El objetivo de la observación y su respectivo formato deben ser conocidos por los observados y compartirlos plenamente. Las consecuencias derivadas de la observación deben quedar totalmente claras y también hacerse conscientes y acordadas con los observados. Si en cambio, la cuestión va por el camino sempiterno del verticalismo sin mayor sentido que el control, sin seguimiento ni evaluación de los observadores, lo normal es que todo vuelva a quedar en otra disposición sin efecto de un mando medio mediocre.

En otras oportunidades he sostenido que el diagnóstico pedagógico es la base de cualquier transformación direccionada del proceso educativo hacia la configuración del proyecto escolar que no es definido por mandato superior sino por compromiso y por conciencia de profesores que se han despojado de todo burocratismo y que han comprendido la función esencial a la que se quieren destinar finalmente. Para lograrlo es importante conocer el contexto escolar y social mediante la observación entre pares y con el apoyo de cualificados observadores externos. Ahí reside la diferencia entre mejorar desde adentro o “mejorar” desde afuera de cada escuela.

En su obsesión por imponer su reforma Aurelio Nuño Mayer viene dando tumbo tras tumbo al igual que su jefe. De Nochixtlán a la continuada agresión a los estudiantes normalistas, este señor no descansa por ver cumplida una idea fija: ser candidato a la presidencia de la república en pago a sus buenos servicios al sistema aunque estos signifiquen pérdidas de empleos y hasta de vidas. Alguien debe hacer un gran servicio a la Patria dejándole un recado a Nuño donde se le diga el caballo llamado Chong le lleva delantera definitiva. Con esta apreciación de la realidad nos encontramos con funcionarios de gobierno que para nada quieren mediar y menos contradecir a sus jefes; por eso seguiremos con este gran ejercicio de firmar oficios indicando “hágase” aunque se medio haga o no se haga. Es evidente que el propósito no es mejorar la educación sino el control de los disidentes y el usufructo de la educación pública.

Los maestros realmente transformadores están en los Consejos Técnicos Escolares creando hegemonía con los proyectos alternativos, funcionando como un equipo que está dispuesto a conocerse así mismo y convencido de la necesidad de reconstruirse. Comprometidos con la redacción de la novela escolar, estos maestros no necesitan acicate para revisar lo que hacen porque ya lo hacen junto con el directivo buscando las herramientas para aprender a reconocerse y a desarrollarse. Así las observaciones se convierten en instrumentos de investigación porque a todos les convence y les conviene mejorar, porque saben hacia dónde quieren ir y porque la observación nunca más se convierte en un arma de intimidación y control. Diagnóstico y proyectos de mejoramiento escolar animados, promovidos y sostenidos por sus protagonistas, esa es la fórmula que puede desviar el contraataque del reformismo nuñista e incondicionales convenencieros que le persiguen el aliento. La clave está en no someterse, en exigir explicaciones convincentes sobre lo que se hace o se deja de hacer, integrar equipos de trabajo de investigación con acompañamiento que no sea imitación de academia.

Actualmente se cuenta con los medios para compartir de manera instantánea historias sobre lo que ocurre en las escuelas respecto a la aplicación de la reforma educativa. Difundamos todo lo que nos agravia pero también lo que nos levanta. Hagamos un puente de integración que pase por encima de cualquier tiempo y espacio para ir un poco más allá de la degradación a que nos tienen destinados mandos medios mediocres aplicados a repetir: “a sórdenes jefe”.

 

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