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Estado Opinión

BOB DYLAN Y SU PREMIO NOBEL DE LITERATURA 2016

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Por JOSÉ LUIS FIGUEROA GONZÁLEZ / MASEUAL

*  Polémica y perspectiva social del Premio Nobel a un cantautor

Jojutla, Morelos, México, 17 de octubre de 2016.-  La decisión de la Academia Sueca de otorgar el Premio Nobel de Literatura 2016 a Robert Allen Zimmerman, mejor conocido como Bob Dylan, ha suscitado una serie de reacciones que van desde la descalificación, el rechazo, la sorpresa, hasta el apoyo y el reconocimiento a un artista de trascendencia en el medio social de habla inglesa y en el contexto de una realidad cercana a los latinoamericanos aunque no del todo compartida ni comprendida cabalmente. La historia de un joven que empieza a ser famoso a los 20 años de edad en el mundo de la farándula de Nueva York al inicio de la década de los 60’ del siglo pasado, se ha desarrollado tocando los sentimientos y las emociones acerca de la lucha por los derechos humanos, la oposición a la guerra, el giro a la música comercial, la incursión y abandono posterior de la música góspel o evangélica y la exploración del propio yo muy probablemente con ayuda de las drogas; en fin, resulta imposible no aprovechar la oportunidad del Premio Nobel para repasar la trayectoria de Bob Dylan y tratar de entender por qué se le ha otorgado tal distinción. Conviene a los estupefactos y a los opuestos a los méritos que se reconocen en el cantautor, darle un vistazo a su vida y obra para reafirmar esa negativa o en su caso rectificar. Lo bueno de esta polémica es que para unos será interesante desempolvar sus acetatos, recordar el compromiso y sacrificio de Martin Luther King y otros, regresar la película a la época de los hippies, las protestas por la guerra de Vietnam y la llamada Guerra Fría; para otros será oportunidad de voltear a ver la poesía musicalizada de un aeda, un artista integral al estilo de la antigua Grecia como dicen sus defensores, en el que se conjuga la música y la poesía. Existe la posibilidad de proveernos de inspiración -dentro de la estupefacción- para buscar la literatura en lo cotidiano lacerante de nuestros días como Dylan lo encontró sin dificultad caminando hacia donde las masas le indicaban. Otra posibilidad es que aceptemos discutir si en la música pop hay suficiente arte para otorgarle un Premio Nobel de Literatura o si la Academia Sueca ya degeneró al decidir un: “Premio de nostalgia, mal concebido, arrancado de las próstatas rancias de hippies seniles y balbuceantes” según declaró el escritor Irvine Welsh.

De Bob Dylan se ha dicho lo más contradictorio sin que a este veterano de 75 años de edad le importe nada. Las etiquetas no alcanzan para atrapar a Dylan y lo de “poeta revolucionario” le queda tan flojo como lo de “vendido a las disqueras comerciales”. Buscó las oportunidades de figurar muy temprano y del mismo modo las obtuvo, supo leer los vientos que soplaban y pronto se subió a las olas de protesta para cantar versos críticos y hacer rugir a las masas. También decidió tomar distancia de la izquierda y de los movimientos progresistas para componer y cantar sobre lo que le diera la gana. Algunos tratan de comprenderlo y dicen que se debe reconocer que siempre ha ido delante de las etiquetas y de las modas; al cambiar la guitarra de la música folk norteamericana por la guitarra eléctrica mostró su sagacidad para ver de dónde saldrían las mejores oportunidades para triunfar individualmente. Adorable a rabiar para las jovencitas de los 60’, quizá tan sólo equiparable al furor que provocaron Los Beatles: arrogante ante las cámaras y hasta descortés en sus respuestas. Profundo en sus letras o alucinado por las drogas, hambriento de éxito o artista humanitario a favor de las causas

sociales y del beneficio a los más desprotegidos. Bob Dylan, una personalidad que destantea a cualquiera, un soberbio que se ha dado el lujo de no presentarse a recibir premios como el Príncipe de Asturias en 2007 o que recibe de manos de Obama la Medalla Presidencial de la Libertad en 2012; un sujeto encerrado en sí mismo o un artista sensible que ha dado lo mejor de su pensamiento en la poesía que escribe y musicaliza. La declaración de la Academia Sueca no nos aclara suficientemente las razones de la decisión porque estamos acostumbrados a que dicho premio corresponda a alguien tal vez no conocido, pero con probada trayectoria en el mundillo de los escritores consagrados con obra para merecer todos los honores. La nota resulta escueta: “Por haber creado nuevas expresiones poéticas en el marco de la gran tradición musical americana”.

A los que añoran la época de los grandes movimientos sociales de los 60’ en Estados Unidos y en muchas partes del mundo, incluido México, siempre les resultó inspiradora la imagen de un casi adolescente que con espíritu aventurero se lanzó desde Minnesota a pedir aventón (auto-stop) para llegar a Nueva York a buscar a Woody Guthrie, un poeta y músico del que era admirador sin tener la seguridad de triunfar en la megalópolis. Ese espíritu aventurero influyó en la generación de referencia así como Guthrie influyó en Dylan en cuanto al contenido social de sus canciones. Por eso es el reclamo de añoranza que se hace al premiado ya que se interpreta estar atrapados en el activismo político con el que se identificaron tantos artistas que cantaron con el estilo de Joan Baez, Bob Dylan y tantos otros. Si nos ponemos a recordar la letra de “Blowin in the wind” veremos que su vigencia no es cosa que se pueda negar. Pasemos a “Master of war” o a “A hard rain’s a Gonna Fall”, y no habrá algún escéptico que niegue el carácter poético de las letras. Todo a pesar de no comprender cabalmente a alguien que se sale de los esquemas y lo mismo cambió del folk, al rock, al country y hasta del góspel probó. Para algunos un oportunista, un individualista vendido a lo comercial, para otros un genio que ahora se inmortaliza con el Nobel de Literatura; nada menos, nos parezca bien o nos parezca mal.

El claroscuro del Premio Nobel a Bob Dylan tal vez pase a ser una anécdota y sólo comidilla del ambiente de café de intelectuales e intelectualoides; pasará desapercibido para una mayoría ocupada en los quehaceres cotidianos de la vida o será una oportunidad para aprovechar el reconocimiento al valor de la cultura pop y de la cultura beat. Las implicaciones del premio a Dylan tal vez fueron estudiadas y discutidas en la Academia Sueca y el resultado se calculó para mover las estructurales mentales de los que estamos encuadrados a reconocer sólo a los “grandes” en esto de hacer literatura dentro de un círculo cerrado en el que no entran los músicos, de la misma manera que hay un círculo propio para cada grupo y tema de sabios y artistas. Un conflicto cognitivo estamos enfrentando en este momento cuando nos imaginamos proponer a otro músico para el Premio Nobel de Química. La respuesta está en el viento – sicum dixit Bob Dylan- porque algo interesante está sucediendo en esa clasificación de la que venimos padeciendo acerca de la cultura excelsa y la despectivamente llamada “cultura de masas”.

Un efecto positivo de esta polémica puede ser la limitación a la arrogancia de la intelectualidad que sólo mira desde y hacia sus méritos. El punto es quedarse en la idea de que la sabihondez o la especialización a ultranza se convierte en un camino de reservado a lo selecto de la sociedad o reconocer que existen las formas de creatividad híbrida en las que las artes se tocan, se cruzan, se complementan lo mismo que se dice de lo multidisciplinario e interdisciplinario en la ciencia. Bob Dylan es un aeda al estilo de la Grecia antigua y debemos sentirnos entusiasmados por su premio o bien estamos ante la degradación de los premios que encargó Alfred Nobel y debemos bajar del pedestal a todos los que alguna vez han sido reconocidos de este modo. ¿Desde Jean Paul Sartre ya se sabía de alguna jugarreta por el estilo que lo hizo rechazar dicho honor en su momento? Tomándolo de otro modo, sin ser deterministas, exploremos las posibilidades de pensar en aedas desde la escuela inicial, los maestros aedas, la combinación y colaboración de las especializaciones, la creación artística puesta al alcance de todos, la educación basada en el desarrollo artístico como un derecho universal y como una necesidad para reenfocar la problemática social actual.

Por otro lado, esta audaz decisión de la Academia Sueca es una oportunidad para intentar una comprensión renovada de la poesía de Bob Dylan para darnos un abrazo con la poesía musicalizada o en la música poetizada. Las letras del Dylan, sobretodo de los años 60’, pueden servirnos para mirar de otro modo a nuestro entorno actual tan agravado de problemas de todo tipo; pueden servirnos para entender por qué “aquel que no esté ocupado naciendo está ocupado muriendo” o por qué “hay que ser honesto para vivir fuera de la ley”. Hoy en día tenemos suficientes causas para hacer muchas “canciones acusadoras” como hizo Dylan en su momento. Podemos distinguir el significado de cada uno de los periodos de la trayectoria del nuevo Premio Nobel de Literatura, así como reinterpretar su complicado carácter incluyendo el arrogante silencio con que se muestra ahora a dicha distinción. Podemos analizar la vigencia de sus letras así como la vía de inspiración que representan para desentrañar el presente. Dylan ha demostrado que se debe vivir sin depender de los dictados de nadie, así sean de sus admiradores. Un rebelde sempiterno que se ha iluminado a sí mismo y a los demás, que se ha equivocado, que es tomado en cuenta tal vez sin proponérselo; alguien que ha tocado la gloria aunque no le importe o no quiera.

Lo mejor de todo será resignificar a Bob Dylan a pesar de que no le importe nuestro parecer y tratar de encontrar el sí mismo que se nos escurre de las manos constantemente. Es pertinente que reconozcamos el valor de la polémica para decirle a las nuevas generaciones que si quieren ser arrogantes cuando menos lo sean de manera creativa. Entre todos decirnos que la mirada al pasado no es para refugiarse en añoranzas que sólo arranquen suspiros sino el conocimiento de lo que es posible hacer, cuando en verdad se quiere transformar lo que nos duele. Que la cultura y el arte en particular son puertas para arriesgarnos a salir del embrollo de tonterías, abusos, ignorancias, violencia, explotación y maledicencias que nos hacen girar en círculos viciosos. Que la educación sigue siendo un arma poderosa para construirnos a sí mismos y para ayudar a otros en este cometido. Que la cultura de los docentes debe estar un pasito más adelante de los problemas y de las lamentaciones, que vivimos para servir y no

para esperar plácidamente atribuciones y prerrogativas. Que la vida es lucha y no adaptación conchuda al medio. Bienvenidas las polémicas porque de ellas resultarán las verdades provisionales a las que nos podemos atener para seguir buscando la verdad.

 

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