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Opinión

LA PEDAGOGÍA DEL EROTISMO

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Por JOSÉ LUIS FIGUEROA GONZÁLEZ / MASEUAL

*  El desaprovechado y boicoteado poder de Eros en la escuela.

Jojutla, Morelos, México, 12 de febrero de 2017.-  Todos conocemos que Eros es el dios de los griegos encargado de atender asuntos como la sexualidad, el deseo, el placer e inquietudes de esas en los humanos. Los romanos lo representaron con Cupido y su angelical desnudez junto con sus flechas impregnadas del elíxir o veneno del amor. En la escuela se cuenta de ambos pero no les permite que deambulen por sus aulas y pasillos ya que pueden desconcentrar a los alumnos y hasta lanzarlos a cometer las mismas tonterías que todos, irremediablemente, cometemos el día que nos toca. Por eso a Eros se le ve con desconfianza y temor, al grado de que muchos maestros y maestras votan por echarlo de la escuela y cuando mucho permitirle que se deje ver una vez al año y atarante a los efervescentes muchachos poniéndoles caras insomnes y sonrojadas, a la vez que vayan corriendo con peluches, globos, flores y dulces en mano hacia donde dicen que vieron a Dulcinea o a Julieta. Pasado este día, habrá que volver a ponerse serios y dejar la pasión, el amor y más todavía el deseo sexual, en la petaquita de las represiones. El acto educativo es algo formal señores y señoritas, digan que les fue bien con su fiestecita de ayer. Aprender requiere concentración y dejar de lado esas locuras del erotismo. Además la autoridades nos tienen recomendado estrictamente no permitir desórdenes de ningún tipo. Las maestras debemos ser el ejemplo de la conveniente moralidad en esta escuela.

Eros no hace caso de nada porque sabe bien que la carne humana es débil y él estará presente aunque se imaginen que ya se fue. Eros dispone que nuestra naturaleza sea sensual, ganosa, veleidosa por distracciones de amor, apasionadamente absurda y sexualmente implacable. Y ni modo, nos aceptamos con esos atributos y tratamos de adecuarnos de la mejor manera o vamos contra natura y nos estrellamos la cabeza en la pared creyendo que así beneficiamos a los demás. El erotismo, siendo parte inherente y sustancial del ser humano, puede verse reflejado de tantas maneras que no entienden los prosaicos reduccionistas; ellos solamente ven a Eros en el acto sexual o carnal, considerado la cumbre de la interacción humana. Los sujetos de conciencia erótica lo van a encontrar además en la sublimación de la creatividad artística, en las pasiones que hacen posible la autorrealización, en los deseos que impulsan a lograr objetivos, en la sensualidad que permite el reconocimiento y el goce por el placer que proviene del cuerpo propio y de los ajenos. Entonces Eros se nos revela como un motor de desarrollo humano a las alturas que no tienen límite; de ahí la importancia de descubrir la diferencia entre insinuación y pornografía, la distancia entre el mal gusto que contiene misoginia o machismo, del trato decoroso y sugestivo con el que se puede abordar cualquier tema.

Energía sexual sublimada han encontrado los estudiosos en las acciones de quienes por ejemplo se dedican a la meditación, la oración o a la construcción de obras que no cualquiera lograría. Así, se trata de explicar de dónde sacan la fuerza los que someten su cuerpo y mente a esfuerzos que de pronto nos parecen increíbles. Habría que resaltar la importancia de la pasión en los actos que nos vuelven trascendentes. El escritor Germán Dehesa contó alguna

vez que siendo alumno de Juan José Arreola en un curso de letras hispánicas, el maestro empezó sus lecciones hablando con vehemencia de sus libros, de sus historias y de la manera cómo las había concebido. El periodo avanzó y Arreola seguía emocionado hablando de su obra; entonces un estudiante le dijo: “Maestro, ¿cuándo vamos a ver las letras hispánicas?”, a lo que el autodidacta contestó: “¡Letras hispánicas!, esas las pueden encontrar en cualquier biblioteca, yo no vengo a repetir lo que dicen los libros, vengo a infundirles la pasión por la literatura”. He ahí la diferencia entre considerar la pasión como un peligro para los amorosos y la pasión como la energía para comprometerse con lo que será el signo de su vida.

Al parecer acudimos a las escuelas con una confusión provocada por los valores impuestos a través del sistema social y por el absurdo de pretender encontrar el lugar de la educación colocándola como sirvienta del sistema económico y político. No es posible una mejor educación dejando a Eros fuera de las escuelas ni tratando de fingirle atención a una sola de sus facetas con la llamada educación sexual, tan técnicamente tratada por médicos o enfermeras que no saben distinguir entre un consultorio y un aula. Información sobre sexualidad, científicamente comprobada es necesaria, pero no puede consistir en datos que cualquiera puede encontrar en internet. Eros en la escuela iría más allá de conferencias somníferas, sería una propuesta para considerar el enfoque y el tratamiento integral de todas las situaciones escolares en las que los deseos, la sensualidad, el placer, la pasión, no sean reprimidos sino comprendidos y aprovechados para una mejor manera de vivir. Baste comparar los datos de los especialistas que reportan para las parejas mexicanas un 33% de insatisfacción en su vida sexual y otras complicaciones derivadas de esa realidad (La Jornada, viernes 10 de febrero de 2017), con los esfuerzos institucionales para orientar este aspecto del erotismo, para darse cuenta que ni siquiera hemos resuelto el cosquilloso asunto del acto sexual con todas las de la ley y menos nos damos oportunidad para atraer a Eros con todas sus posibilidades pasionales en lugar de seguir evitándolo.

No conozco si los programa de estudio tengan una pestaña para el tema del amor, que bien ubicado a mediados de febrero, permitiría procesar más o menos las inquietudes de niños y adolescentes que despiertan en el mundo de lo erótico. En lugar de eso tenemos una fecha comercializada que banaliza tan importante acontecimiento. Los mundos de los maestros y maestras que deben guardar las formas quedan separados de los intereses de sus alumnos y la fecha pasa como una hoja más que se arranca del calendario. Los estudiantes seguirán sintiéndose incomprendidos por los adultos, maestros y padres, indispuestos a tocar el tema con información suficiente pero sobre todo con un enfoque que permita desacralizar el asunto y convertirlo en una plataforma para la propia realización como ser humano íntegro y pleno. Fuera de la manipulación comercial de los deseos elementales, las generaciones de niños y jóvenes e incluso adultos, necesitamos superar los miedos de hablar y de modificar lo que se hace necesario.

El reduccionismo de la visión de la sexualidad como cursos para la colocación de condones y otras yerbas anticonceptivas, nos ha llevado a la disociación del cuerpo con la mente. Hace

falta la superación de prejuicios y condicionamientos sociales sobre maestros y maestras que les dificultan expresarse de manera natural para asumir el erotismo de una forma verbal abierta y hasta corporal, en un lugar donde se pretende acallar las expresiones consideradas impropias. La sexualidad se aborda en un ambiente de desconfianza y hasta con miedos paranoicos cuando la escuela no encuentra el tratamiento adecuado para comunicarse con sus estudiantes, y los orilla a dejarse caer en los brazos del lenguaje agresivo, machista, misógino que endulza sus oídos desde las voces de sus admirados personajes televisivos.

En un artículo titulado: “Una pasión apagada. Erotismo y prácticas educativas” del año 2009, Valeria Flores, una maestra argentina, propone una crítica al discurso y al modelo hegemónico de ser varón o mujer en su país. Ella plantea, basada en estudios de varios autores, que la escuela provoca la “deserotización de la identidad docente”, un común pero a la vez extraño procedimiento de separación del cuerpo y de la mente de los profesores porque se les presiona a concentrarse en el trabajo con la mente de los muchachos, despojándose de sus propias manifestaciones corporales que pudieran contravenir la norma escolar. Así, se les encomienda “educar” en la configuración de patrones establecidos de género y sexualidad controlada. Lo cual lleva a que el deseo y el placer se conviertan en murmullos que deben ser silenciados. Digamos que si el impulso erótico no sale, entonces desaprovechamos una energía que pudiera convertir a muchos en poetas o en aficionados a determinada expresión para canalizar su propio Eros. El peso de lo que “todo mundo debería ser” o la heteronormatividad echa a perder las oportunidades para ser mejores personas porque con moldes solamente salen panecillos de la misma figura y la individualidad queda enterrada en el subconsciente.

El articulo de referencia toma también como base de sus argumentos el resultado de entrevistas de investigación realizadas con maestras entre 35 y 45 año de edad, aunque no especifica el nivel educativo. Resultó que el cuerpo de la docente es visto por sí misma como aislado del proceso de enseñanza, cuerpos “casi inmateriales, sitios de mesura y equilibrio, estéticamente agradables, anímicamente perfectos, sexualmente inexistentes… la sexualidad, el erotismo y placer sólo se nombran en broma”, declara una maestra. Los sujetos en la escuela dicen que hacen las cosas por dinero o por obligación, pero nunca por placer. Se inculca la vergüenza por mostrarse mientras afuera de la escuela los papás de los niños bien que aplauden a las que se encueran y hasta les pagan.

Aquí hago pausa para proponer un ejercicio a los maestros y maestras con sus alumnos: pedirles que escriban en una pequeña hoja de papel su respuesta a la pregunta, ¿por qué asisten a la escuela? Luego elaborar una pequeña gráfica de resultados y discutirla con el grupo. Si gustan me envían una copia y me comprometo a elaborar un ejercicio de análisis al respecto. Si no, al menos queda la propuesta para valorar qué tanto el gusto o placer por la escuela impulsa a nuestros alumnos al encontrarnos día a día. También relaciono la propuesta con una anécdota que comparte la autora del artículo al contar que una maestra explicaba el modo subjuntivo de la conjugación verbal como “el modo del deseo” y que algún alumno contestó: “¡Eh, qué pornográfica que sos!” O el caso mexicano de la maestra que cuando dijo

palabras que van con hache y pronunció “hotel”, un chiquillo se asustó y replicó: “¡Maestra, estás diciendo una grosería!” Si registráramos esas incidencias tendríamos mucho material para reconocer al grupo en el aula con relación a sus condicionantes sociales.

El punto entonces, respecto al erotismo en la escuela, es que no podemos ignorar el imaginario social que por un lado sexualiza las relaciones humanas a nivel de obtener grandes ganancias económicas mientras a la escuela se le asigna la tarea de reprimir la expresión de la sexualidad en sus distintas variantes y con ello obstruye el aprovechamiento de una energía erótica de posible encauzamiento hacia la producción de saberes y de realización humana. El artículo reporta que Débora Britzman utiliza el concepto de “capital sexual” (recordar el concepto de “capital cultural” desarrollado por Pierre Bordieu) para referirse al conjunto de experiencias de sexualidad con aceptación social y aquellas no reconocidas pero que ofrecen placer a pesar de la desvalorización y el ostracismo, a modo de que sea posible construir una práctica educativa en la cual el deseo y el placer tengan lugar.

El capital sexual se convierte entonces en una oportunidad para encender la pasión por todo tipo de acciones que nos construyen y nos mejoran; más allá del acto sexual, este recurso está disponible para estudiarlo y procesarlo de la manera más conveniente para que Eros se paseé a sus anchas por las escuelas sin los reclamos de los asustados y sin desaprovechar su potencialidad para volvernos un poco más creativos, más atrevidos con sentido, más alternativos ante la imposición, más combativos para despojarnos de los demonios que nos gobiernan a base de amenazas y de represión. En cada globo que lleve la leyenda “I love you” ya no veamos la chiquillada o la calentura propia de la etapa de unos escuincles. Tal vez el globito ese nos esté diciendo: “¡Hey!, aquí va un energetizado, todo confundido, pero potencialmente creativo, no lo desaproveches”.

El poder de Eros en la escuela empezará a mostrarse cuando se entienda lo erótico como la fuerza –dice Nuño, la “motivación intrínseca” pero desprovista del elemental amor- en la creación de saber gracias a la curiosidad que nos inyecta el dios griego. La nueva pedagogía no puede ser la entrega de cuerpos desnaturalizados a los mecanismos de producción para que los devoren. La nueva pedagogía tiene que contemplar el erotismo que permita la inclusión de todos sin apostarle absolutamente al poder de la normatividad y a la conservación de prejuicios y atavismos. El erotismo será entonces una fuerza de autorrealización porque se convertirá en base epistemológica para la discusión y la imaginación crítica, como dice Valeria Flores. Eros redescubierto o un viaje de vuelta al cuerpo, es la invitación para reformular la pedagogía que oriente de mejor manera las prácticas educativas. Finalmente la sexualidad y el erotismo vistos como energía que puede impactar para la democratización de las relaciones sociales y de la producción de conocimiento. Eros vive, la lucha sigue.

 

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