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Opinión

DE LA CATÁSTROFE SILENCIOSA A LA CATÁSTROFE ESCANDALOSA

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Por JOSÉ LUIS FIGUEROA GONZÁLEZ / MASEUAL

Jojutla, Morelos, México.-  En su momento hizo mucho ruido un diagnóstico educativo que mandó elaborar el célebre presidente de México en el sexenio 1988-1994, Carlos Salinas de Gortari. Con el propósito de fundamentar la reforma denominada Modernización Educativa, se hizo por encargo un estudio titulado “La catástrofe silenciosa”, que fue editado por el Fondo de Cultura Económica en 1992. En ese documento, lleno de tablas estadísticas, el equipo coordinado por Gilberto Guevara Niebla “demostró” que ya desde entonces México era “un país de reprobados”. Le llamó “catástrofe silenciosa” porque según sus conclusiones la educación se estaba derrumbando y nadie decía ni hacía nada. Entiéndase sin dificultad que con esas catastróficas “verdades” se estaba poniendo la alfombra por donde pasarían los artífices del experimento salinista denominado Modernización Educativa. El remedio salvador que se implantó fue la “necesaria” incorporación del sistema educativo nacional al esquema de requerimientos que ya venía planteando la globalización económica. Había que formar a los futuros ciudadanos del mundo globalizado en las competencias que les permitieran asumir los retos de la economía, el desarrollo tecnológico y demás secuelas de tanto avance científico. Así comenzaba la aplicación del esquema neoliberal al sistema educativo para volverlo acorde a los requerimientos del desarrollo industrial o lo que es lo mismo para la formación de la mano de obra calificada en los sectores de interés para el sistema de producción.

Más de veinte años después y tras varios ejercicios de modificación al modelo de educación pública en México, nos encontramos con un panorama desalentador, puesto que ni somos el país moderno que compite con los grandes a nivel mundial, ni la educación está mejorando significativamente la calidad de vida de sus destinatarios, ni contamos con un mínimo de consenso social acerca de qué tipo de educación necesitamos; peor aún, el deterioro de la educación pública no se detiene pese a la reforma del gobierno peñista, tantas veces señalada como una reforma laboral dentro del sector educativo. Y dónde éramos pocos parió la abuela porque ahora Sylvia Schmelkes, presidenta del Instituto Nacional de Evaluación Educativa, al presentar su informe 2015 titulado “Los docentes en México”, le otorga la razón a los detractores cuando afirma que se cierne un “inminente déficit de profesores de educación primaria y secundaria” en pocos años. Con cifras muestra que pronto los docentes provenientes de las escuelas normales apenas serán una quinta parte de los necesarios; agrega que cada vez son menos los aspirantes a estudiar una licenciatura en las normales y que para rematar más del 60% de egresados están resultando “no idóneos” en los exámenes de ingreso al servicio docente. Y es que a su propio decir, la docencia se está convirtiendo en una profesión “poco atractiva, probablemente por los nuevos requisitos y condiciones de ingreso establecidos por la reforma educativa”. Se reporta también que hoy en día los estudiantes de escuelas normales son mujeres provenientes de sectores sociales con grandes carencias económicas que impactan en su formación docente. En pocas palabras es el fin anunciado de los profesores de educación básica que se forman en las normales de México, instituciones que de por sí casi la mitad son particulares.

Se trata de una catástrofe escandalosa porque abiertamente se está pidiendo la revisión a fondo de las escuelas normales para que sean transformadas en instituciones de educación superior. Es decir, se trata de quitarles lo que les pueda quedar de normales para transformarlas en instituciones ad hoc a los nuevos lineamientos. Pero, ¿qué se pierde si se acaban las normales? Es cuestión de revisar el sentido del normalismo en la historia de nuestro país. En el periodo posrevolucionario las normales crecieron porque representaron un mecanismo para aproximarse al sentido de justicia social; miles y miles de

hijos de obreros y campesinos tuvieron la única oportunidad de salir un poco de la miseria económica a través de estudiar para maestros del pueblo. Por eso a las normales se le identifica con los principios de lucha social y una educación al servicio de los intereses de las comunidades. Los maestros se formaban como agentes de desarrollo social y se comprometían a coadyuvar al mejoramiento general de la vida de sus alumnos y padres de familia. Luego entonces, ese modelo ya no cuadra con los el esquema neoliberal que hace de todo un mercado y de los sujetos unos asalariados.

El docente “idóneo” que se viene fraguando desde hace décadas es un técnico subordinado sin compromiso social, solamente preocupado y ocupado en cumplir las exigencias de los patrones. Se trata de un trabajador aislado a pesar de que se le vea reunido con sus compañeros porque su atención se centra en cómo alcanzar sus objetivos de manera individual. Por lo general no hace caso de las llamadas a trabajo colegiado ni a las rutas de mejora en equipo porque tiene muy presente el espíritu de competencia con el que ingresó al servicio docente. Se siente muy capaz, y lo es, en aspectos del saber como la computación, el inglés, la resolución de exámenes estandarizados, el llenado de documentación y tareas varias por asignación. Pero casi no tiene tiempo, ni lo busca, para reflexionar acerca del sentido de lo que hace y tampoco se siente cabalmente responsable de los resultados de sus acciones. No se imagina entrar en debate acerca de los fundamentos o de las razones de lo que indican las autoridades, así afecten al alumnado o a los padres de familia, porque teme caer de la gracia de sus superiores y poner en riesgo su nombramiento. De la vida sindical ya ni nociones le interesan, al fin y al cabo nada de eso ha requerido para llegar a dónde se encuentra; no entiende y trata de no involucrarse en esas historias de resistencia y lucha magisterial que tan ajenas le parecen puesto que él sólo sabe de trámites en oficinas y ve con desconfianza a esos grupitos de profesores mayores que insisten en gritar por la calles y andar mostrando lonas con letreros de rechazo a la reforma educativa.

La Dra. Schmelkes tiene razón con su eufemismo, la docencia resulta “poco atractiva” como empleo porque son muchos requisitos para tan poca paga. Para varios es “mejor que nada” pero no alcanza a satisfacer y permanentemente se está pensando en alguna otra manera de incrementar los ingresos. Sin embargo, siendo un poco más precisa, la presidenta del INEE debió haber dicho que estamos ante la pauperización de la docencia. Que ya ni los más pobres quieren estudiar en las normales porque no les aseguran el empleo ni la seguridad de su persona. Que para terminar trabajando súper explotado en una escuela particular mejor se dedican a la economía informal o a otras actividades riesgosas pero lucrativas. ¿Qué le espera a un país que no procura a sus maestros?

Por eso el mentado informe del INEE no resulta una noticia más, perdida entre las notas que nadie lee en vacaciones. Es relevante porque se está anunciando, palabras más palabras menos, que ha llegado la hora del fin del normalismo. Que las deficiencias de formación docente son tantas que más vale dar por muertas a las normales y empezar la era del profesor despolitizado y totalmente apegado a los lineamientos que harán de esta patria una sociedad moderna y grandiosa. Pero como no se puede ocultar la realidad con un informe, no es difícil comprender que lo esencial en este asunto es el tipo de educación que será posible si se consuman los propósitos neoliberales de llevar la desigualdad al extremo inconmensurable o si los sectores populares serán capaces de reinventar y reinventarse para evitar la catástrofe escandalosa. Hasta el momento modernizar la educación ha sido el abandono de la educación pública y el incumplimiento de las metas educativas. Falta un concepto que permita revertir vicios, deficiencias, desgastes, atavismos, inercias, etcétera, en la formación de los docentes, en la administración educativa, en la formulación de planes y programas, en las relaciones de los actores

educativos, en la apreciación social por la educación pública; en fin hace falta comprender lo que necesitamos, lo que somos capaces de hacer y actuar en consecuencia.

Los condicionamientos aplicados sobre todo a los nuevos profesores pueden parecer un túnel sin salida, pero es una ilusión óptica provocada por los agoreros de las catástrofes de la educación. Recordar que cuando se nos habla del fin del mundo es para convencernos de convertirnos a tiempo para salvarnos. Ciertamente estamos en una encrucijada, pero también es necesario reconocer el potencial del magisterio joven como un conocedor vasto de los medios y formas de acceder al conocimiento, como un eficaz agente de comunicación por las redes sociales, como un hacedor de lo que no existe para resolver los problemas cotidianos. Estas habilidades complementadas con el estudio teórico de la realidad en la escuela, podrían ayudar a encontrar las respuestas a tantas interrogantes. En específico aquí se recomienda acercarse al estudio de la pedagogía crítica, un enfoque alternativo válido en tanto responde al embate neoliberal en contra de los sistemas educativos públicos. Es urgente la formación de educadores críticos que puedan orientar su quehacer cotidiano y darle un sentido que satisfaga su Ser Pedagógico. El paso siguiente sería la construcción de proyectos escolares contextualizados, es decir que respondan a las necesidades específicas de cada comunidad educativa. Esto sería poner un poco manos a la obra en lugar de estar anunciando la catástrofe con un dejo de que ni modo “así son las cosas”.

No sabemos el tiempo que será necesario para ver el amanecer de una educación reconstituida para el bienestar social y para el desarrollo integral de las personas, no para su explotación. Lo cierto es que de catástrofes silenciosas o escandalosas viene el caos y del caos el orden si aprendemos la lección. En la dialéctica de la vida social no olvidar que nada permanece y todo se transforma. jluisfiglez@yahoo.com.mx

12 DE ABRIL DE 2015

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