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Estado Opinión

MALCRIANZA SOCIAL, COMPLACENCIAS Y CASTIGOS

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PorJOSÉ LUIS FIGUEROA GONZÁLEZ / MASEUAL

*  Un imperceptible método para el control y la configuración de la sintalidad

Jojutla, Morelos, México, 26 de junio de 2017.-  Una manera efectiva de echar a perder la personalidad de los niños es conducirlos mediante la complacencia y el castigo para que se comporten como se supone debe ser. El método es de raíces ancestrales y tiene probada su eficacia para configurar un carácter dependiente y un desempeño que se aproxima a lo esperado según expectativas establecidas sobre lo que ser “buen” ciudadano, persona de provecho o “éxito”, personaje de comportamiento más o menos previsible. En este sentido no tiene caso promover el comportamiento autónomo o el desarrollo del pensamiento reflexivo y crítico. Se trata nada más, pero nada menos, de reproducir el conjunto de hábitos que nos hacer ser como se espera que seamos para nos descuadrar con los valores establecidos. La prioridad es amoldar o “socializar” al individuo para que adopte lo necesario con miras a su ejercicio de la vida productiva según cánones prediseñados. La mayoría de las veces el resultado es un sujeto a medio desarrollo o víctima de la neotenia. El neoteno no alcanza a despegar sus facultades o potencialidades humanas porque no se requieren todas ellas para llevar una vida estándar. Se trata de un niño metido en un cuerpo grande que se refugia en el egocentrismo que debió superar más o menos entre la adolescencia y la juventud. Qué factores propician que el desarrollo se retrase o se detenga, por cuáles intereses es conveniente que suceda de esta manera, cómo repercute está situación cuando se proyecta hacia un número significativo de personas que incluso llegan a ser mayoría en determinado conglomerado social; son interrogantes para la reflexión dirigida a descifrar por qué somos como somos y qué deberíamos hacer al respecto.

Al niño berrinchudo se le trata con complacencias y castigos de modo que vaya aprendiendo a regularse; se le premia o castiga según la situación del capricho. El control social demanda que el tiranozuelo poco a poco se vaya metiendo en norma –socializando dicen los estudiosos del tema- pero solamente hasta cierto punto; es decir, nada más hasta donde pueda responder a los estímulos al que estará destinado en la familia, en la escuela, en la comunidad, en el trabajo. Será conveniente dejar siempre un margen para que la ansiedad de complacencias pueda continuar sobre todo si esto estimula su consumo de satisfactores. Más o menos así llegamos al hombre de la posmodernidad, al personaje masificado y controlado mediante mecanismos obvios y a través de sutilezas casi imperceptibles. En el artículo de Marcos Roitman Rosemann titulado “La domesticación del pensamiento” (La Jornada, 25 de junio de 2017) se propone la tesis de que el sistema social nos está convirtiendo en una especie de robots que responden a los premios o castigos para actuar dentro de una conveniente “normalidad” establecida y para generar temor a ser diferentes o independientes de configuración. El autor se pregunta cómo pudimos llegar a esta deshumanizante situación y responde de esta manera: “Primero, renunciando a la conciencia. Acallando la memoria. Ya no juzgamos las acciones del poder, acatamos órdenes. Segundo, disciplinando el pensar, obedeciendo ciegamente y creyendo ser libres cuanto más esclavo somos. Tercer, siendo sumiso y socialconformista. Llevando una vida sosegada y placentera, convertidos en caricaturas de seres humanos”.

Paradójicamente el hombre de nuestro tiempo se sueña más libre que nunca, pero es más esclavo que nunca porque no se percata de las cadenas que atan sus manos, sus pies y sobre todo su cabeza. Las sutilezas del control social lo han disfrazado de glamour, de moda, de confort y éxito individual; de ese modo el sujeto se cosifica y sin darse cuenta se va confundiendo en la masa amorfa de personalidades amoldadas. Un imperceptible fenómeno se manifiesta como lo normal cotidiano: la sintalidad: es decir, el comportamiento grupal estandarizado bajo pautas lo vuelven predecible y controlable. Y como a los niños berrinchudos, cuando el comportamiento grupal se torna incontrolable, se encienden las alarmas y se determina un castigo. Que si una multitud futbolera grita una majadería para acosar a los jugadores pues va la amenaza de vetar a ese sector de aficionados; lo malo es que el negocio del futbol requiere de esos mal portados. De eso modo, el sistema de control va entrando en contradicciones tales que debe al mismo tiempo complacer y castigar a sus controlados. Se trata de un juego complicado pero necesario, es la relación vertical y autoritario del poder de cualquier tipo sobre los menores de edad a ser disciplinados.

Loa hábitos que hacen al monje habían sido más o menos incumbencia de las instituciones formadoras de la personalidad, la familia y la escuela se encargaban junto con la iglesia de ir marcando el caminito hacia el buen ciudadano de acuerdo a la definición del momento. Era común que cualquier adulto pudiera corregir el lenguaje de un niño o adolescente, que el maestro fuera respetado y considerado por el alumnado de toda la escuela, que el padre de familia fuera la figura central en la educación de los hijos con el apoyo de la madre; pero ahora, ya llegamos al punto de que la puesta en duda acerca de la autoridad de estas instituciones y la rebelión en contra de sus verdades absolutas nos tiene colocados en la relatividad de todo y en la certeza de casi nada por la conveniencia de trasgredir sin que se nos pueda reclamar. Un grado de inconsciencia y de irresponsabilidad que deja el paso libre a los llamados a hacer lo que nos venga en gana, supuestamente en bien de nuestro derecho a ser como nos guste ser.

Engaño y autoengaño, caos conveniente para quienes sacan ventaja del río revuelto, fragmentación social para un mejor control de los desperdigados; en realidad nos hemos ido convertido en los esclavos de la posmodernidad que fantasean con una imagen difusa de libertad y autocomplacencia.

Es tema de interés sociológico plantearnos la pregunta de cómo es que llegamos a ser lo que somos; la cuestión a discutir es la influencia de la herencia genética debe contar si somos del modo que somos por naturaleza o algo y alguien no hace de esa manera. Tampoco cabe duda que la educación, pule determinadas predisposiciones o inhibe tendencias no deseables. Entonces, si las instituciones formadoras de la personalidad cumplen su cometido ya se debería tener bien definido el método para propiciar las conductas de beneficio común en detrimento de las manifestaciones conductuales adversas. Sin embargo, en la práctica social observamos preferencia por la actuación a beneficio propio sin detenerse en las consecuencias negativas para los demás. Se esgrimen argumentos pueriles como aquel que dice: “Si otros lo hacen, ¿por qué no podría hacerlo yo?” Si los demás tiran basura en todas partes, por qué no lo haría yo, además de que es responsabilidad del gobierno mantener limpia la ciudad. Desviar

las responsabilidades, culpar a otros de lo que nos corresponde cumplir, es un típico comportamiento neoteno que se deja transcurrir cuando sirve para algún propósito no declarado. Por ejemplo, el ciudadano neoteno es muy útil en las campañas electorales pues de su mansa dependencia viven los arribistas del poder. El neoteno puede ser incluso premiado si su obediencia ayuda al control de los rebeldes, a llevar la fiesta en paz y mantener el estado de cosas que conviene a la minoría gobernante o dominante. A esta altura es posible esclarecer la necesidad de discutir qué tipo de escuela necesitamos, una para domesticar u otra para liberar el pensamiento de atavismos y de mitos trasnochados. Pasa al centro del debate si la diferencia se debe promover o se debe castigar, si la obediencia debe dar paso al pensamiento autónomo o vamos bien como se están haciendo las cosas.

Una institución de alto impacto en la vida familiar y social es la religión; tema al que la mayoría rehúye porque lo considera un peligro para caer en discusiones vanas, porque se apela a la tolerancia que le debemos a todo tipo de creencias religiosas y el respeto que merece la vida espiritual de cada quien. Sin embargo, es una realidad que cuidadosamente tratada también debe ser objeto de un análisis objetivo para darnos cuenta de dónde se ubican ciertos elementos adversos al desarrollo intelectual y moral de las personas, en particular de lo que respecta a niños y jóvenes. Para tal caso, resulta útil conocernos a través de instrumentos como la ENCUESTA NACIONAL SOBRE CREENCIAS Y PRÁCTICAS RELIGIOSAS EN MÉXICO RIFREM 2016 (Red de Investigadores del Fenómeno Religioso en México). que permite explorar la naturaleza de algunos factores para interpretar la sintalidad de la sociedad mexicana respecto a sus percepciones, prácticas y compromiso con la religión. La encuesta se llevó a cabo entre octubre y noviembre de 2016 y sus resultados se basan en las respuestas de 3 mil encuestados de todas las entidades federativas. Se inicia reportando una interesante dinámica del fenómeno religioso que mediante un mapa de México permite observar en los estados fronterizos y los ubicados en la costa del Golfo de México, además del estado de Morelos en el centro, un alto grado de cambio religioso o de movimiento de paso de una religión a otra. Lo menos que se puede pensar al respecto es que la realidad social religiosa basada en el casi total catolicismo se está distribuyendo en opciones de lo más variadas. El impacto de este aspecto en el comportamiento de los grupos sociales es notorio en las escuelas y en la vida comunitaria en general. Solamente 7 estados de la república se mantienen en cambio moderado. Este es México de la segunda década del siglo XXI.

De los primeros datos cabe destacar que un 95% de los encuestados se declaran religiosos y solamente un 4.9% no reportan religión alguna. Un 89.6% no han cambiado de religión y sí lo ha hecho el 10. 4%. De entrada podemos aducir que la religión no es cualquier tema a la hora de intentar descifrar la sintalidad o personalidad grupal del mexicano. En cuanto a prácticas religiosas se reportan entre otros resultados que practica las “limpias” un 12%; que otro 13% prefiere las cadenas de oración; y otro 13% busca los contactos con el ángel de su guarda. Estar o no de acuerdo con tales prácticas es lo de menos, lo relevante es que una parte significativa actúa de un modo que tiene consecuencias en distintos ámbitos de su vida y aparte del respecto que se merecen representan un indicador que agentes sociales como los

profesores deberían considerar a la hora de tratar con sus alumnos y con los padres de familia. Esto significa que no es tan sencillo como proclamar la modernidad que ponga punto final a ciertas tradiciones para que todos lleguemos al paraíso del primer mundo.

Sobre creencias acerca de la existencia de Dios o un Ser Supremo el 96% así lo considera, para la reencarnación se reporta un 51% y para la creencia en la vida eterna un 72%. Así que apostarle al pensamiento ateo para un pueblo creyente es una quimera y conciliar la fe con la razón seguirá siendo un propósito continuado del Medioevo. Lo hay también quienes creen que la Biblia contiene la verdad absoluta con un 77%, la existencia de la Virgen de Guadalupe un 80%, la existencia de los fantasmas y espíritus chocarreros un 25%, la existencia del diablo un 53% y la realidad de los contactos extraterrestres un 13%. Lo que es lo mismo: hay trabajo para rato si queremos llegar a una educación basada en la ciencia y el conocimiento de punta. La personalidad grupal del mexicano habla de un alto grado de control social producto tal vez de un pasado de esclavitud, autoritarismo, pensamiento superficial por agotamiento producido por el excesivo trabajo físico. Es difícil abordar la temática por la susceptibilidad de quien se sienta aludido, pero sin tomar al toro por los cuernos más nos tardaremos en salir de este letargo.

Los motivos espirituales genuinos deben salvaguardarse y no confundirse con la promoción interesada de mitos y creencias. El control de personas y grupos para aprovecharse de sus donativos y de sus servicios es una calamidad que se va extendiendo a la par que las desgracias crecen en nuestro país y en el mundo. Es síntoma de las sociedades en crisis la tendencia al refugio religioso para mitigar las penas, una mescolanza de fervor genuino y hasta natural versus la promoción interesada de recetas para escapar de una realidad de miseria, de violencia, de males varios. La comercialización llega a los centros de espiritualidad y la fe es un producto más para sujetar mejor y para sacar ganancia de los feligreses. La necesidad de reconocimiento social, la búsqueda de afecto y de compañía se pervierten cuando el desarrollo personal en lo intelectual y moral se detiene para esclavizar a la personas. Se trata de un sutil método de malcrianza porque se maneja a los involucrados como niños acreedores a premios y castigos según comportamiento y probado históricamente queda como configuración de la sintalidad grupal del mexicano. Algo pasa en nuestra existencia cuando la mencionada encuesta también reporta que el éxito o fracaso en la vida se debe al destino (8.5%), a la suerte (4%), al esfuerzo personal (42.8%) y a la voluntad de Dios al (35.9%). Poco menos de la mitad ya tiene en cuenta la importancia del esfuerzo personal pero que la inquietud sobre las otras respuestas que hablan de una lacerante actitud de dependencia.

En este caso se trata de apenas un ámbito de la vida personal y social en la que se manifiesta planamente el control a partir de valores, mitos e ideas inducidas para favorecer cierto enfoque de la vida que a algunos les interesa se quede en una actitud pueril o neotena. El asunto es discutir hacia adónde vamos de esa manera, si acaso será posible llegar al nivel de vida de una sociedad basada en el desarrollo científico, el libre pensamiento, la autonomía de los individuos, el respeto a los derechos humanos y a las libertades individuales y de grupo, el

desarrollo de una moralidad de colaboración en lugar de la insistencia en competir para pocos ganen y muchos pierdan, La pregunta pertinente es saber si podemos tomar conciencia de sí mismos y tomar parte del control de nuestras vidas para aspirar a la realización de proyectos propios en colaboración con los demás. Viva la diversidad con tolerancia y respeto y a la vez con el compromiso de aportar al desarrollo individual y social. Para esto la educación pública no puede ser limitada a la trasmisión de saberes técnicos, sino impulsada al desarrollo de las facultades humanas a su mayor grado posible.

En todo lo anterior cuenta mucho conocer cómo se encuentra estructurado el pensamiento de los profesores; conocer qué tanto los maestros han marcado una delimitación entre la influencia del control social con los compromisos sociales de su profesión. Se puede aventurar una presunción al respecto pero lo mejor sería contar con datos objetivos acerca de qué piensan los profesores sobre distintos tópicos relacionados con su capacidad de ejercicio autónomo, con su práctica del pensamiento reflexivo y crítico, su congruencia entre el decir y el hacer, sus hábitos de estudio por compromiso propio y no para cumplir requisitos, sus conocimientos y habilidades para encarar las dificultades propias de su desempeño laboral, su participación en la percepción social que se tiene del magisterio de escuela pública, sus hábitos personales acerca de los temas esenciales de la vida social y la recreación, la relación del profesor con la cultura y el arte, etcétera. Obtener un retrato, al menos general, del pensamiento de los docentes ayudaría a mirarnos en un espejo que pudiera ayudarnos a quitar la paja del ojo propio si denar de insistir en la del ojo ajeno.

Para que el egocéntrico se dé cuenta del estatus social que ocupa y pueda superar esa etapa de modo que aspire a cierta realización de su persona y de los grupos sociales a los que pertenece, se requiere de nombrar a las cosas por su nombre; llamar simulación a lo que es simulación, recorrer los velos que ocultan la verdad o al menos la versión más razonable de verdad. Se trata de humanizarse para poder irradiar humanización a los demás, trátese de un policía o de un maestro. Tarea del magisterio es preguntarse y resolver si es o no pertinente favorecer el pensamiento crítico, la autonomía y la solidaridad desde las aulas, cómo y por qué. Enfrentar el reto de mirarse al espejo de las contradicciones para darse cuenta de si contamos con el magisterio had hoc para favorecer el pensamiento reflexivo y la acción transformadora. La escuela no puede eludir campantemente el compromiso social de promover sin miramientos la formación del ciudadano observador y reclamante del respeto y la preservación de un Estado de derecho. Por algo hay que empezar, pequeñas acciones cotidianas que un determinado tiempo den como resultado algún cambio a favor del sujeto autónomo y participante comprometido con su propio desarrollo y el de los grupos sociales a los que pertenece. Círculos de profesores para la reflexión sobre lo social pueden llevar a practicar lo mismo con los alumnos, adaptando los contenidos a la edad e intereses de los educandos. Se requieren los microproyectos para pequeños cambios sociales al alcance de sus protagonistas; se necesita el criterio de verdad de la práctica transformadora a grado básico para demostrar y demostrarse que sí se puede ir subiendo la dificultad y la perspectiva de cambio.

Cargamos la culpa de imaginarnos felices siendo tratados a la malcrianza de los premios y castigos, ya pagamos y seguimos pagando las consecuencias de dejarnos querer por la perversidad disfrazada de graciosa y benefactora modernidad. Ahora nos toca detenernos y decidirnos a crecer un poco cada día hasta alcanzar la mayoría de edad que nos sirva para construir el mundo que estamos deseando porque ya sufrimos más de lo suficiente, porque lo merecemos y porque tenemos un compromiso con las generaciones más jóvenes. El reto no es sencillo porque significa un encontronazo con uno mismo; demanda la conciencia y la acción necesarias para ganarse el derecho de llegar a ser plenamente humanos.

 

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