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Columna

MÉXICO DEL NORTE

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Por JORGE MÚJICA MURIAS / MASEUAL

*  El País del Sur

Chicago, Illinois, Estados Unidos de América.-  La historia, dice el dicho y dice bien, la escriben los vencedores. Los vencidos, normalmente, aprietan los dientes, se quejan, y se aferran a algunos símbolos que les dan un sentido, una identidad propia.

Ahí comienza la historia de Charlottesville, donde un fanático racista atropelló a decenas de personas, matando a una. El homicidio sucedió al final de una larga jornada donde miles de personas se opusieron a un par de centenares de racistas que no quieren que se quite de un parque la estatua de un militar de la llamada “guerra civil”  de Estados Unidos.

Y ahí está el punto. Visto desde el norte, desde la perspectiva de los vencedores, la guerra de 1861 a 1865 fue una guerra civil. Pero desde el punto de vista del sur, de los perdedores, fue una guerra de independencia. Durante cuatro años, por lo menos, existió entre México y Estados Unidos un país llamado Estados Confederados de América  (nunca han sido buenos para ponerle nombres reales a sus países, pero esa es otra historia). Ese país tuvo Presidente y Vicepresidente electos por el Colegio Electoral (el mismo que elige al presidente de Estados Unidos), tuvo una constitución, un gabinete, timbres de correo y su propia moneda.

Además, tuvo un cuerpo diplomático, con embajadores que se presentaron ante otras naciones, entre ellas a Gran Bretaña, donde abrieron su propia embajada, y aunque el imperio se mantuvo neutral frente a la guerra, dos poderosos navíos de guerra de los confederados fueron construidos al otro lado del Atlántico.

En cuanto a México, al presidente confederado Jefferson Davis, le gustaba la idea de apropiárselo, o al menos los estados mexicanos del norte. Su embajador, Pickett, llegó a convencer al gobernador de Chihuahua, Luis Terrazas, de reconocer a los Estados Confederados oficialmente, y conseguir del otro lado, en Matamoros, que los barcos con algodón del Sur pasaran sin problema para exportar el producto a Europa. Peor aún, el gobernador de Sonora y Coahuila, Santiago Vidaurri, ofreció anexar esos estados a la Confederación.

Si la historia hubiera sido distinta un tal 5 de mayo en Puebla, hoy hablaríamos francés y Zacatecas sería la frontera con los Estados Confederados de América. Pero fué como fué, y la historia oficial sigue hablando de “guerra civil”. La bronca es que los sureños, los derrotados, se aferraron a sus héroes de su fallida independencia, sus estatuas, sus proclamas y su bandera. Y el norte, los vencedores, nunca se las quitaron.

El Racismo del Sur

Junto con escribir la historia, los vencedores están obligados a deshacer la historia de los vencidos. Pero el Sur logró lo que ningún otro perdedor. Por todo Estados Unidos hay estatuas al General Confederado Lee, a “los caídos” del Sur y demás. Es como si hubiera estatuas de Cuauhtémoc en Madrid o de Hitler en Jerusalém.

Normalmente, mi corazoncito revoltoso está con los vencidos y que siguen tercos luchando por su independencia, desde los puertorriqueños hasta los vascos irredentos y los escoceses y los irlandeses. El el caso del Sur, voto por aplastar totalmente su cultura y su identidad nacional.

La diferencia es que hay pueblos que luchan por su independencia, y élites aristocráticas que luchan por la explotación. Esa es la historia del sur. Los sureños, negros una cantidad, blancos pobres la mayoría, no querían ninguna independencia. Eso lo querían los hacendados del algodón, los millonarios dueños de esclavos.

Y perdiendo y todo, impusieron la idea de que eran víctimas y tenían razón. El norte vencedor no pudo evitarlo y de hecho contribuyó a ello. El presidente de los Estados Confederados, aunque acusado de traición, nunca fue juzgado y por el contrario, fue electo Senador (aunque le negaron tomar posesión), y publicó un libro donde establecía que el Sur debía ser independiente y tener “un sistema democrático blanco basado en un dominio firme de una casta negra excluida y controlada”. Esa era la ideología detrás de la independencia.

Y por eso el norte nunca la combatió a fondo. A fin de cuentas, con todo y la famosa emancipación de la esclavitud, ese fué el sistema en todo Estados Unidos hasta las luchas por los derechos civiles de los 1960’s: blanco, dominante, y excluyente. Racista total, pues.

Y esa ideología no está solamente en el sur. Está también en la Casa Blanca, donde un imbécil gobierna por medio del Tweeter y se lamenta de que se quiten las estatuas de los generales que lucharon por mantener la esclavitud. Se pregunta si seguirán las de George Washington. Yo diría que sí. También era dueño de esclavos, a final de cuentas. Esa es la historia de Charlottesville y de todo este país. Ese es el enemigo a vencer. mexicodelnorte@yahoo.com.mx

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