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Estado Opinión

JOJUTLA, TIEMPO DE RETIRAR ESCOMBROS

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Por JOSÉ LUIS FIGUEROA GONZÁLEZ / MASEUAL

Oportunidades de reflexión-acción acerca de lo que podemos cambiar

Jojutla, Morelos, México, 1 de octubre de 2017.-  Hace exactamente cinco años asumía el gobierno del estado un personaje polémico y sus detractores advertían que su capacidad de camuflaje, de engaño y de oportunismo político eran la marca con que empezaba su sexenio. Graco Ramírez Garrido Abreú logró atraer las simpatías suficientes para convertirse en gobernador con promesas como la de resolver el clima de violencia en 18 meses, la de someter a plebiscito su cargo y otras tantas que no ha sabido cumplir; a eso hay que agregarle su desmedida ambición política en descuido de sus funciones, como la de ser candidato a la presidencia de la república, los negocios oscuros con el llamado Paso Exprés, los escándalos con las fosas comunes, su pleito casado con la universidad del estado, con la iglesia, con las organizaciones sociales y con casi todo mundo. Para rematar caen él y su esposa en el abuso de acaparar la ayuda de diversa partes del país por el terremoto del pasado 19 de septiembre y etiquetarlas como apoyo del DIF Morelos. Lo anterior significa que las secuelas del gran sismo no se van a resolver por este tipo de gobierno, aunque al momento anden modositos y aparentemente amables, algunos funcionarios estatales ofreciendo sus buenos oficios para ayudar a los damnificados. Por su parte el gobierno municipal no alcanza a levantarse lo suficiente, ya no para ofrecer ayuda material sino al menos para ejercer su función de gestores y líderes sociales que ayuden a encontrar el rumbo. Por esos antecedentes se hace necesario entrar a una fase de reflexión individual y colectiva para reconstruir esta historia e interpretar sus señales. Una reflexión que facilite la acción coordinada lo mejor posible para rediseñar no sólo las construcciones destruidas sino para elaborar una perspectiva acerca de lo que puede y queremos que sea el futuro mediato y a largo plazo para Jojutla.

La situación actual requiere lanzar una mirada al pasado próximo en cuestión de retomar los elementos históricos que nos expliquen de dónde venimos y por qué estamos cómo estamos en el aspecto económico, político, cultural y social. Recordemos que vivimos en una zona dónde el estalló movimiento revolucionario encabezado por Emiliano Zapata en la segunda década del siglo pasado, debido a las condiciones de explotación propiciadas por el régimen porfirista y los caciques locales; hagamos memoria de que está región fue devastada por la guerra y que al término de las hostilidades muchos migrantes llegaron de otros estados a cubrir puestos de trabajo en condiciones similares a las de los peones de hacienda. Tracemos una línea rápida del desarrollo regional en la que, a pesar de haberse creado el ejido, persistieron y persisten modos de acumulación de la riqueza en pocas manos con el agregado de los nuevos acaudalados que surgieron del ejercicio de la política y de la usura de todo tipo. En los años 40’ y 50’ del pasado siglo, la pretendida continuación de la lucha de Zapata por la tierra y libertad se frustró con el asesinato de Estado en la persona del líder Rubén Jarramillo y familia. No tan diferente a muchas regiones del país, a Jojutla la agarró el terremoto en medio de esas contradicciones e incluso oportunidades de hacer negocio para comercios de grandes marcas y hasta transnacionales. Muchos asalariados dependían de los negocios establecidos en la

avenida principal conocida como Constitución del 57, precisamente el trayecto de mayor destrucción de este terremoto, junto con una calle de casonas tradicionales como la denominada Ricardo Sánchez. Otra colonia popular conocida como Colonia Zapata también fue la de mayor impacto. El asunto es que mientras pasan los días, después de la prioridad de proteger vidas y de cubrir las necesidades básicas de alimento y techo, nos queda estar preparados para el futuro que se vislumbra. El terremoto nos ha venido a trastocar la infraestructura de viviendas y comercios, pero si somos observadores también nos va a cambiar la estructura de la conciencia individual y social; sobre todo si logramos darle direccionalidad a este proceso y no nos atenemos a que las cosas ocurran como sea.

Si empezamos a utilizar la imaginación y a vista de dron abarcamos el plano general de la ciudad a partir del centro comercial, entonces de todo lo malo podría venir lo bueno de pensar y rediseñar mentalmente al menos una ciudad que sea más para la gente y menos para los autos y para los usos particulares de espacios. Si amamos a Jojutla tendríamos que considerar que esta es una oportunidad para rehacer la ciudad con la perspectiva de vivirla y disfrutarla a plenitud. Si se reduce la prioridad por los autos y por la apabullante publicidad se tendrían que ensanchar las banquetas y aplicar días y horarios para hacer calles peatonales y promover la caminata tranquila por la ciudad renacida. La reglamentación antisísmica para la construcción se aplicaría cabalmente considerando a esta zona como de alta sismicidad. Se tendría que incluir el sistema de alarmas antisismo en todo el municipio y el estado de Morelos. También se debería considerar la reconstrucción de los sitios y edificios históricos de la ciudad a modo de rescatar los pocos elementos de identidad local que nos quedan. Junto a lo anterior será una oportunidad para revisar, reconfigurar y legislar en su caso, acerca del uso comercial del suelo para dar lugar a mayor cantidad de áreas verdes y por supuesto la regulación del uso comercial de los espacios públicos. Para todo esto se tendrían que abrir convocatorias para presentar propuestas de rediseño del aspecto y la funcionalidad de la ciudad.

Para lo anterior, no será suficiente con la remoción de los escombros de los edificios comerciales y viviendas, nos espera la gran tarea de remover otros escombros que no están a simple vista; se trata de remover y expulsar de nuestra conciencia ciudadana la apatía, la dependencia, el sectarismo y el individualismo con el que vivíamos confiados antes del terremoto. La reducción del miedo a otro desastre de tales magnitudes, la cultura de la prevención podrá sustentarse si las organizaciones de empresarios, de trabajadores, de profesionistas, organismos políticos y religiosos, ciudadanos independientes, logramos coordinarnos para atender las nuevas prioridades: enderezar el barco colocando el interés público al centro de las necesidades sin menoscabo de lo que cada uno tenga derecho. Será un trabajo arduo pero esencial la regulación y autorregulación de las organizaciones sociales para que no funcionen únicamente como grupos de presión en reclamo de sus propios intereses. Tocará al gobierno y a los propios ciudadanos promover la participación social organizada, el cuidado, el autocuidado, la gestión y la autogestión en colectivo en beneficio de la ciudad y sus habitantes en general.

Si damos un pasito adelante, más allá de las impresiones emocionales, veremos la oportunidad de empoderamiento de la sociedad civil a modo de remover el escombro de la mansedumbre y el control mediante la dependencia. Jojutla es mucho más que los actos de arrebato por las despensas y el abuso para apropiarse de la ayuda que llega de lugares lejanos gracias a la buena voluntad de personas que se desprenden de lo poco que tienen para ofrecer algún alimento al que verdaderamente sufre. No es sencillo, pero empoderarse no significa hacer montón para apropiarse de lo que no corresponde, todo propiciado por la incapacidad de organización y mal desempeño de quienes dicen gobernar,

Es tiempo de la ciudadanía crítica, propositiva, comprometida y participativa más allá de los designios de quienes se quieren valer de la desgracia ajena para reconstituir su podercito o para pavimentar su camino hacia otro cargo público donde saboreen las mieles del presupuesto y de la toma de decisiones. Con esta oportunidad también queda al descubierto el escombro que cargamos con el clientelismo político; también es tiempo para deshacerse de ese lastre y aprender a caminar por propio pie. El terremoto removió construcciones pero también dejó al desnudo a los que buscan el poder por el poder, es tiempo de hacerlos a un lado porque son infinitamente más pequeños que cualquier brigadista que se lastimó las manos y agotó su cuerpo a fuerza de pala y pico. Hay que mirar a esos jóvenes y adultos heroicos para darles la oportunidad de que se integren de pleno a otros quehaceres como el arte de gobernar. Si lo hacen con el mismo corazón con el que rescataron vidas y recuperaron cuerpos, ahí tenemos un semillero de esperanzas. Para eso, necesitamos recuperar la organización vecinal por calles, manzanas, colonias y poblados; necesitamos reaprender a equilibrar el movimiento comunitario de lo individual a lo social y viceversa.

Otro escombro a retirar consiste en el modo de interactuar con funcionarios, gobernantes y representantes sociales. Tenemos que pasar de la mirada vertical de esos señores a la recapacitación de que es un escombro vivir en la ingenuidad de que ellos son los todopoderosos que nos van a resolver todos los problemas. Con ellos tenemos que practicar la comunicación horizontal, que no significa faltarse al respeto entre las partes, sino la vuelta al reconocimiento de que ellos son servidores públicos que se deben a lo que los representados les hagan saber y les demanden; alguien lo explica bien con la frase: “Mandar obedeciendo”. Es tiempo de darse cuenta de que lo que no hagamos por nosotros mismo nadie, ni el gobierno más poderoso lo va a venir a hacer, una vez demostradas sus limitaciones económicas, políticas y sobre todo de tipo moral. Si hoy somos capaces de generar un perspectiva de ciudad y de modo de vida posterior al sismo a corto, mediano y largo plazo, si la vamos nutriendo en el camino y también tenemos la capacidad de defenderla ante quienes se opongan a la reconstrucción de fondo, ya tendremos el avance de un buen porcentaje del futuro que merecen los hijos y las siguientes generaciones de jojutlenses.

Al remover los escombros y retirarlos debemos de ser cuidadosos porque por ahí aparecerán valores que se nos habían ido perdiendo de vista pero estaban rondando nuestras vidas. Aparecerá la capacidad de auxilio inmediato y la solidaridad social por el bienestar común que

ya se nos estaba olvidando tomar en cuenta. Al limpiar el escombro de la arrogancia y la ostentación basadas en bienes terrenales aparecerán el valor de la sencillez, la humildad y el valor del ser humano que admite la posibilidad de reconstituir su sentido de la vida más allá de la acumulación sin límite. Por supuesto, no es la magia de un terremoto, siempre habrá quien insista en tropezar con la misma piedra; se trata solamente de una oportunidad que la tomará el que la alcance a ver y el que tenga la capacidad de tomar conciencia acerca de la propia fragilidad pero a la vez del propio poder de resiliencia y de integración al bienestar común.

Debemos congratularnos por la integridad física de la que gozamos los sobrevivientes y no lastimados, los que salvaron su patrimonio y los que no perdieron a algún miembro de su familia. Es tiempo también de recapacitar acerca de qué tuvo que ver el afán de lucro desmedido en las condiciones que dieron lugar a tamaña afectación, cuál es la relación entre el consumo y la acumulación con desmesura: tal vez algo nos hizo sentirse infalibles y fuera de peligro. La omnipotencia debe replegarse para reconocernos en la sencillez y vulnerabilidad de sabernos habitantes de una zona de alta sismicidad. Todo esto pasa también por darse la oportunidad de reconstruir las relaciones humanas que nos han venido obstruyendo el paso a una sociedad intercomunicada y interrelacionada para actuar cotidianamente en colectivo.

Una cuestión llamada gobierno queda en suspenso porque ahora es cuando los intelectuales, los profesionistas, los artistas, los educadores pueden ayudar mucho reflexionando, enseñando, difundiendo, practicando el sentido de comunidad desde la perspectiva que nos heredaron los antiguos griegos: la polis. Para el griego la idea de polis o ciudad era su mayor elemento de cohesión social, en su nombre cada griego llevaba el nombre de su ciudad: Sócrates de Atenas, Heráclito de Éfeso, Jenófanes de Colofón. El orgullo y la tranquilidad de ser protegido por su ciudad, el servicio a la ciudad como un honor, la ciudad-estado como la célula básica ante los demás. Por eso, todos temían que por alguna falta se les aplicaría el ostracismo o la exclusión, fuera de la ciudad nadie valía nada. Es tiempo de pensar acerca de este enfoque sin dejar de considerar que las épocas cambian, pero a la vez reflexionando acerca de qué es lo esencial en la vida individual y social del hombre. También los griegos nos heredaron el concepto básico de democracia que con el tiempo se ha modificado de muchas maneras para mejorarlo e incluso para usarlo de anzuelo con los votantes. Lo cierto es que los terremotos también mueven las bases del ejercicio del poder y nos enseñan que la política es una asunto tan delicado que no puede quedar solamente en los llamados políticos. El hombre es un animal políticó como enseñó Aristóteles y por lo mismo nadie debería negarse a la participación social sin advertir las consecuencias. Reconfigurar el ejercicio del poder político en Jojutla, nos puede ayudar a despertar de un largo letargo en el que nos hemos dejado atrapar. Esta es una buena oportunidad para el rediseño de los modos de llevar a cabo el ejercicio de la política para rescatarla de su consideración como actividad de los corruptos y nuevamente recurrir a los griegos para vivirla como arte de la convivencia y de los acuerdos para vivir de manera civilizada.

Quedan pendientes las enseñanzas del terremoto en las escuelas por falta de actividades escolares, pero desde ya los maestros pueden aprovechar este paréntesis para hacer planes de trabajo dirigidos a los estudiantes y a los padres de familia. Lo primero podría ser procesar el estado anímico de los alumnos proponiéndoles actividades para la catarsis o la canalización de sentimientos y emociones provocadas por el susto desde la experiencia propia, por la sobrecarga de noticias en los medios que todo lo hacen comercial, por el estrés de sus padres y demás familiares y sobre todo por las desgracias que sufrieron los que perdieron a familiares y su hogar. Los maestros comprensivos arroparán a sus alumnos y les facilitarán la expresión y el desahogo mediante el dibujo, la narración oral y escrita, la escenificación, la elaboración cartas, la relajación dirigida, el ejercicio físico, las salidas en visita a los compañeros que se encuentren en una situación difícil, etcétera. Es oportunidad de fomentar la solidaridad, el respeto, la reflexión y las acciones de apoyo. Los maestros pueden aprovechar de manera didáctica la situación del terremoto para favorecer la comunicación y plantear actividades con todo el colectivo escolar. Por supuesto se retomará la cultura de la prevención con mayor sentido y las acciones subsecuentes en casos de este tipo. En fin los maestros tienen la oportunidad para reafirmarse como líderes de opinión y ejemplo de acción ante los niños, los jóvenes, sus compañeros, los padres de familia y la comunidad.

En Jojutla es tiempo de retirar escombros y tiempo de reencontrarnos con las oportunidades para cambiar. Al igual que el oráculo de Delfos –según los griegos- los dioses no dicen ni callan, solamente hacen señales. El oráculo ayuda a interpretar las señales y a decir lo que los dioses disponen. Las señales nos las arrojó violentamente el terremoto, el oráculo está en nuestra conciencia y en la unión de conciencias. Toca a todos entender señales y poder reconstruir una vida mejor o bien hacer caso omiso y que pase lo que tenga que pasar.

 

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