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Estado Opinión

BREVE HISTORIA Y MUERTE ANUNCIADA DE UN DINOSAURIO

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Por JOSÉ LUIS FIGUEROA GONZÁLEZ / MASEUAL

  Alineación propicia de los sucesos políticos para un posible fin de la dictadura perfecta

Jojutla, Morelos, México, 7 de marzo de 2018.-  El dinosaurio nació robusto, sonrosado y cachetón (1929), abrigado por los caudillos y las masas que los seguían; sus padres fueron la violencia dictatorial porfiriana y el inevitable rompimiento de la institucionalidad feudal campechaneada con capitalismo de inframundo. Como todos los bebés, el dinosaurio era simpático y traía bajo el brazo múltiples esperanzas de paz, armonía y bienestar para todos. Antes de llamarse Partido Revolucionario Institucional (1946) tuvo otros nombres parecidos pero a la fecha lo reconocemos como PRI y nada más. Para su fiesta de presentación a la sociedad se llamó a las masas de manera ordenada o corporativa según indicaciones del caudillo mayor, padre putativo del pequeño engendro; todos parecían felices cuando le pusieron una playera con la leyenda “Democracia y Justicia Social” y se frotaban las manos creyendo tener al alcance tamaños logros nunca antes vistos. Con buena crianza el chiquillo fue creciendo y apropiándose de lo que la Revolución Mexicana le había reservado, nada menos que hacer felices a todos los mexicanos. A su nombre se multiplicaron los padres protectores del pueblo y se diseminaron por todo el país repartiendo muchos discursos, algo de tierras, algo de herramientas para el trabajo, oportunidades para educarse y escalar socialmente, muchos puestos de elección popular para los disciplinados y amigos que los acompañaban; a conveniencia se clasificó a los caciques en buenos y malos, buenos si colaboraban con el dinosaurio, malos si intentaban transitar por vía libre. Las fiestas de aniversario eran de apoteosis, es decir de gran gala, impresionantes, inolvidables para propios y extraños. El alma de su parafernalia eran los discursos llenos de la palabra revolución repetida hasta el cansancio; para hablar en priísmo se tenía que dominar términos como revolución, proletariado, justicia, reparto agrario, organizaciones populares, sindicalismo, unidad, nacionalismo, patriotismo, recursos nacionales, sufragio efectivo, no reelección, identidad nacional, y un largo etcétera en el mismo tono.

La revolución andaba en caballo de hacienda, con pobreza pero con algún grado de estabilidad social y económica de la que todavía recuerdan los abuelos. Cierto es que el dinosaurio también se enojaba y resolvía que los disidentes no cabían en el bonito país que él estaba construyendo; muchas veces se le pasó la mano golpeando, desapareciendo y asesinando impunemente a estudiantes dizque revoltosos, a maestros latosos con aquello de querer gobernarse a sí mismos, a ferrocarrileros confundidos con eso de querer una democracia real y hasta doctores demandantes de mejores condiciones laborales; por supuesto con los campesinos mucha zanahoria y mucho más palo porque el dinosaurio tenía presente que por ahí andaba todavía el fantasma de Zapata, Villa y otros. Cierto que para disimular hacía como admitía la competencia de otros partidos políticos siempre y cuando comieran de su mano o se ajustaran a su disciplina. Esa capacidad de mostrarse a veces como padre bondadoso y otras como padrastro cruel lo hicieron acreedor a la máxima de un escritor peruano de cuyo nombre no quisiera acordarme, un tal Vargas Llosa bueno para la pluma y bueno para el servilismo con los poderosos del mundo; ese señor dijo que México era “la dictadura perfecta” porque siendo dictadura no lo parecía. Al escritor le pareció que la gente se mostraba agradecida por las dádivas y hasta por los latigazos recibidos con toda conformidad. A la larga, algo se nos ha quedado porque en México estamos orgullosos por ser tierra de hombres “que no nos rajamos” y aunque nos duela aguantamos lo que sea.

Pero todo cambia y se cuenta que el dinosaurio “revolucionario” se bajó del caballo cuando el mundo empezó a caminar por el carril de la derecha y ultraderecha,

quiero decir cuando las órdenes llegadas del exterior recomendaron primero y luego exigieron ajustar totalmente los gastos internos a las reglas del mercado libre o sea que ya no era negocio eso de estar sosteniendo la dotación de bienes y servicios públicos a los menesterosos de siempre que ni se apuran para conseguir lo propio. Vino la época de la modernidad de todo y la puesta en marcha del “sálvese quien pueda” en asuntos de economía, trabajo, satisfacción de necesidades a nivel de familias y comunidades. Unos señores y señoras se fueron a estudiar en universidades extranjeras la manera de hacerse más picudos y qué hacer con tantos bienes nacionales sin explotar debidamente. A estos les llaman los “tecnócratas” porque, nada tarugos, regresaron con títulos y diplomas para entrar a “servir” en los gobiernos del dinosaurio. Señores de gran sabiduría se aprendieron al dedillo la nueva fórmula de la felicidad que consistió en rematar a precio de bazar todas las riquezas nacionales y hacer negocios particulares de todo lo negociable. Para entonces el dinosaurio ya estaba decrépito y amansado por los tecnócratas que le agarraban la temblorosa mano para que firmara lo que ellos le ordenaban.

Un candidato presidencial del dinosaurio se le andaba saliendo del corral, pero oportunamente fue eliminado poco después de decir que México tenía “hambre y sed de justicia”; el jefe de la mafia neoliberal no se podía permitir que un populista llegará a ser presidente cuando había todavía mucha riqueza que rematar y los clientes estaban ansiosos por comprar. Llegó entonces un sustituto que tuvo el honor de ser el primero en perder la presidencia ante un candidato de botas, sombrero y boca lenguaraz. Doce años de una extraña alternancia en la que el dinosaurio parecía que se había ido, pero ahí seguía envejeciendo y con magnífica salud, tanto que resucitó cuando parecía ser el tercer periodo de alternancia. Un maniquí encopetado y de sex-appeal engañador para mujeres incautas, tonto extremo, servil ante el extranjero como pocos, represor y vendepatrias al por mayor llegó lleno de arrogancia por tanto poder en sus manos.

Y ahora sí, al parecer este sujeto ha colmado el plato de los mexicanos y ha logrado unir a una evidente mayoría en su contra y junto con él al candidato del año 2018. Ahora sí ya se preparan los aceites de la extremaunción para el dinosaurio porque no parece tener remedio. No han iniciado las campañas formalmente y la impresión generalizada al interior y exterior del país es que el PRI perderá de calle y por fin se tendrá la oportunidad de vivir una época de alternancia real que ponga fin a todos los males que nos heredó el dinosaurio. Los planetas políticos anuncian que estarán alineados el próximo primero de julio para que por la noche se declare que el PRI feneció.

Ya está ocurriendo la primera señal de los barcos a punto de hundirse, las desbandadas son imparables, más las que se acumulen. El candidato del dinosaurio no tiene un momento de paz porque no tiene chaleco antimemes, no puede hacer otra cosa que expresarse a la defensiva buscando cómo denostar a los adversarios y olvida detallar un proyecto de gobierno, el fuego amigo lo acompaña por doquier y ya no sabe qué hacer con toda la carga de corrupción que dice no representar pero que es su origen, su voz y su imagen no convencen porque ni es guapo (dicen muchas mujeres evaluadoras) ni hay firmeza en sus discursos porque no está acostumbrado a hablar de frente a la sociedad. En un grito desesperado el candidato dice: “¡Háganme suyo! Soy hijo de priísta”; pero muchos priístas se pregunten de dónde sacó esta cosa Peña Nieto. Entre el desánimo, el reciente cumpleaños del dinosaurio ya no fue de masas sino de cuates. Agarrándose de frases de tiempos que el dino ya ni recuerda, el candidato quiere conquistar al pueblerío copiando discursos sobre el “hambre y sed de justica”. Dice el periodista Luis Hernández Navarro que ya se escucha el doblar de las campanas por el réquiem de una candidatura y tal vez por fin de la extinción de este dinosaurio.

No es para menos, todos en el PRI están asustados, tanto que su dirigencia ya “ni aprieta” por no saber cómo expresar su odio contra los priístas que se le están “aprietando”; voces piden su renuncia y los priístas leales andan agazapados, como cruzando los deditos de pies y manos para que ocurra un milagro y el dino no se les muera. Contradictorio, Vargas Llosa entra al quite recomendando mantener “la dictadura perfecta” y sale tanto o más vapuleado que el candidato. Los tecnócratas orgánicos asustaditos y sin hacer mucho ruido empiezan a reagruparse con el puntero con la esperanza de seguir con sus utilidades mal habidas. Un tsunami guinda se ve venir a lo lejos y se teme que arrase con un estado de cosas tan agradable a los que dicen saber cómo gobernar haciendo mucho daño disfrazado de servicio público.

Pero nada por qué alarmarse tanto, al pueblo pan distractor del hambre y circo de escándalos para su sano esparcimiento. A jugar con la gente proponiéndole como candidatos a futbolistas, actrices menores y actores de televisión comercial, que no se diga que no hay para todos los gustos. Hijos de caciques proponiendo el neocaciquismo o cómo renovar con gente joven para seguir en las mismas: arrogancia, poder, usufructo de la función pública, tecnología y conocimiento para mandar en tiempos de modernidad convenenciera. Eternos aspirantes y personajes reciclados acompañando y acompasados al ritmo de las olas que se están dibujando. La danza de la propaganda que nos viene de unos y otros que nos jalan de un brazo y de otro para hacernos entrar a su aro. Altas expectativas en el nombre y trayectoria de un personaje tan humano y falible como cualquiera. Sociedad expectante y poco a poco manifestando mejor disposición a participar. Buen escenario para ayudar a buen morir al dinosaurio, todo depende de un electorado que masivamente exprese sus intenciones de cambiar en algo la casa de todos.

Es de pronóstico reservado la derivación de un nuevo fraude electoral, no se sabe cómo podría volver a reunirse en la sinergia a las multitudes que hoy parecen tener a la mano lo que por

casi noventa años se vio imposible. No olvidar tampoco que los genes del dinosaurio están diseminados por todas partes y que muchos de los corderos de ahora llevan sangredino en sus venas. No será fácil rehabilitarlos pero tal vez merezcan la oportunidad. Cualquiera que sea el resultado, haya funeral o nueva inyección de vida al monstruo, venga la alternancia “verdadera” o nos atrape la frustración, lo cierto es que tendremos mucho trabajo por delante para superar múltiples dificultades. Más nos vale un requiescat in pace para las causas de tanto males recibidos y aunque sea regañadientes un pequeño reconocimiento por los avances logrados, una transición pacífica a la democracia real, que la certidumbre de un destino funesto. La memoria histórica y la conciencia de la realidad presente nos harán libres.

 

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