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Estado Opinión

LOS DIVIDENDOS DEL SISMO 19S-17

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Por JOSÉ LUIS FIGUEROA GONZÁLEZ / MASEUAL

  Jojutla y sus candidatos nacidos para ganar

Jojutla, Morelos, México, 14 de marzo de 2018.-  El mismo sismo que destruyó más de dos mil viviendas, locales comerciales y edificios públicos en Jojutla, Mor, la desgracia natural que cobró la vida de decenas de personas; el motivo del altruismo venido de lejos y no tan lejos, la propaganda política solapada pero con mucho ruido y casi sin nueces, la inspiración para los discursos que nos ilusionan para sentir que estamos cerca de ponernos de pie, todo eso ahora presenta la cara amable de los dividendos para algunos y la misma cantaleta para los demás. Dividendos para los que se prestaron a ayudar “desinteresadamente”, por puro “humanismo y solidaridad” pero que en esencia llevaron por delante intereses personales para recuperar lo más posible de lo perdido y de pasadita pasearse con chaleco refulgente y casco para dejar claro quién tendía la mano a los damnificados. Por supuesto, fueron muchos los que se desplegaron por todas partes para llevar comida, ropa, palabras de aliento, pusieron sus manos para remover escombros y estuvieron dispuestos a cualquier sacrificio por los más necesitados, pero no puede haber dividendos para todos.

Resulta que de la distribución de despensas, de andar en la comparsa de las comitivas con el gobernador y con demás funcionarios, de estar al pendiente de los enlaces con las brigadas venidas de tantos lugares allende las fronteras, algunos descubrieron su vocación por el servicio público y ahora, de una manera u otra, ya están reluciendo el chaleco de candidatas y candidatos por la presidencia municipal de Jojutla. Otros ya se las traían desde hace tiempo y también hicieron la presencia necesaria para volver a la intención de gobernarnos con tanta bondad. Ocurrió lo que se preveía, en política no hay acción inocente y sin trasfondo, el sismo trajo entre lo malo la oportunidad para darse baños de pueblo y apostar por un cargo de elección popular.

Así se nos quiere vender la idea que gobernar es como gestionar la ayuda a damnificados, que conciliar y construir acuerdos es lo mismo que andar detrás de los funcionarios de los tres niveles de gobierno, que reconstruir Jojutla es lo mismo que asistir a las reuniones con los del Fonden, Sedatu o Infonavit, que asumir el poder ejecutivo del municipio es jugar con los ciudadanos para hacerlos sentir cómodos y atendidos y no ejercer la autoridad moral y política necesaria para promover la organización social y el ejercicio de la autogestión ciudadana. Ahora de los escombros se levantan figuras con chaleco, casco y botas para decirnos que han decidido seguir sirviendo a los más necesitados ya que su corazón se encuentra estremecido por tanto dolor ajeno. Auspiciadores no han faltado que desde la presidencia de un partido o desde el escritorio de trámites vinieron siguiendo a quienes los podían sacar del apuro de no tener candidatos con credibilidad en tiempos electorales; acogieron a quien vieron que se imponía mejor en el teje y maneje de las acciones humanitarias y les cambiaron el chaleco por una camiseta amarilla o de cualquier color.

El legítimo derecho de votar y ser votado no puede ser cuestionado, todo mundo puede manifestarse por el servicio que quiera prestar a cambio de lo establecido en remuneraciones, bonos y otros privilegios que se logran por valores entendidos o hechos costumbre. Lo que aquí se pone a consideración es el aspecto moral de un proceso de relevo de autoridades tan enrarecido y tan desprestigiado precisamente porque los vicios que distorsionan al servicio público persisten como reglas inalterables. Hay una brecha enorme entre los que aparentemente nacieron para mandar y los otros destinados a ser mandados. Aunque supuestamente el poder reside en el pueblo quien es autoridad sobre los mandatarios, sean presidente municipales, diputados, senadores, gobernadores o presidente de la república, lo cierto es que los procesos de elección han ido quedando en competencias de propaganda para ver quien manipula, engaña o seduce mejor. No es moralmente aceptable haberse acercado a la gente damnificada por el sismo para encaramarse hacia un puesto de elección popular sobre todo considerando que antes del sismo a muchas de las figuras aparecidas no se les había revelado la voz que hoy les dice “naciste para servir” o aquellos que ya conocemos de qué pie cojean porque en verdad nacieron para vivir del presupuesto.

El sistema de cómo gobernarnos en Jojutla quedó bien implantado por todo el tiempo de caciquismos avalados por el PRI. Un sector económicamente poderoso ha jugado hábilmente las cartas para designar a los nuevos funcionarios; en tiempos de la aplanadora llamada PRI el juego era en familia y aunque se producían raspones se curaban con su famosa pomada hoy conocida como “operación cicatriz”. Cuando vino la alternancia resultaron nombrados personajes provenientes del mismo grupo acaudalado pero con un toquecito de cierta discrepancia con el priísmo a la vez que coquetos con los nuevos colores que se estaban promoviendo después de ciertas reformas políticas. Hoy en día, las reglas del juego permiten buscar la candidatura independiente pero vaya casualidad, los primeros independientes provienen de las mismas familias acaudaladas, nuevas generaciones, “sangre joven” se dicen con un chocante acento o intención de que se quiten los de siempre porque ya llegó la generación del milenio. Son los nacidos para ganar porque provienen de raíces ganadoras que junto con su poder económico están acostumbrados a disputar o al menos influir en el poder político para preservar -lo a su consideración- les corresponde. Mientras tanto, la inmensa mayoría de los ciudadanos se encuentran atrapados en tratar de asegurar la manutención para el día siguiente, acostumbrados a fuerza de necesidad a estar pendientes de las campañas políticas para recuperar algo de lo que suelen repartir los candidatos, tan siquiera unas promesas que les endulcen el oído y les haga imaginar que ahora sí nos va a ir mejor con el siguiente presidente municipal, diputado y los de más allá.

De ese modo, ciertos apellidos ya son una credencial para ir por camino pavimentado, ser apadrinado a nivel estatal o federal sigue siendo casi la garantía de obtener un puesto de elección popular o mínimo un premio de consolación. Con la historia de que es bueno elegir a alguien que tiene fortuna porque “ya no tendrá necesidad de robar”, se justifica y se tapa el sol con el dedo a lo que tradicionalmente se repite y se repite: el poder político como un carrusel en el que ya se sabe quiénes van arriba y a quiénes ni en sueños se les puede dar invitación

para darse siquiera una vuelta. Para que funcione este artilugio hay que hacerle creer a la gente que ni se acerque a la política porque es puro “cochinero”, es el mundo de los corruptos que no vale la pena, pero como alguien tiene que gobernar pues ojalá el que venga no salga igual. Hay candidatos que se adornan diciendo que ellos no son políticos como si eso significara que no juegan sucio y no la ignorancia supina que padecen. La política se inventó para poder convivir civilizadamente y resolver los problemas comunes tomando acuerdos. Proviene de la polis griega y nace como arte de evitar las guerras mediante la negociación y la unión de esfuerzos para beneficiar a la comunidad; en ese sentido, todos somos políticos aunque nos hagan abominarla los que convenencieramente ahuyentan a los otros para que nos disputen ni una pizca de poder. Dice la leyenda que Zeus ordenó entregar a los hombres la política para evitar que se exterminaran unos contra otros, con la indicación precisa de que aquel que no la practicara fuera severamente castigado.

Si la política es un bien social que requiere la participación de todos, hay que explicarse el porqué de la exclusión o la autoexclusión de muchos y el beneficio que esto representa para los que sí se dedican al disfrute de los dividendos de la política. Años y años de atenerse a los designios de personajes a los que casi se les veneraba por creerlos dueños de todo el poder para resolver lo que se les pedía; una curiosa relación entre político y ciudadano como la de creyente y dios. Por un lado la mansedumbre heredada, por otro la desesperanza y la apatía por todo debido a estar atrapados en la visión inmediatista e individualista del mundo; son parte de las causas por las que nos quejamos sin éxito de que en cuestiones políticas las cosas no cambien y el círculo vicioso no parezca tener fin. Estamos con la mente configurada para limitarse a los llamados de los solicitantes de votos aunque después ni su sombra volvamos a ver. Falta iniciativa para realizar acciones mínimas que nos conecten con los otros que tengan dudas e inquietudes similares a las nuestras. En tiempos de la comunicación tecnológicamente súper avanzada estamos más solos que antes cuando la gente salía a platicar con el vecino a la hora de barrer su calle o hacer fila en las tortillas. Pero no todo está perdido, tenemos motivos y necesidades para reintentar el encuentro cara a cara y la comunicación digital con tal que sea para remediar en algo nuestros males.

Ahora que los candidatos ya se mueven para arrancar en la búsqueda de fotos con sonrisas y abrazos incluidos para seducir votantes, es tiempo de pensar si nos conviene sólo acudir a escuchar y aplaudirlos para darles el avión o sería mejor cuestionarlos y poner a prueba sí saben a qué se quieren meter, demandándoles por supuesto la presentación de un proyecto de gobierno y no palabras vanas. Para eso se requiere un ciudadano medianamente informado, interesado siquiera en preguntar por qué esto o por qué aquello, consciente del poder que puede poner en manos de la persona que tiene enfrente, la cual se muestra arrogante o sencilla, conocedora o perdida, se comunica de forma abierta o masculla como escondiendo algo, si se apoya en faramallas o evita las exageraciones dándole a cada quien su lugar respetuosamente, si trae un séquito de lambiscones busca chamba o cuenta solamente con el apoyo indispensable para exponer con claridad lo más importante y trascendente de su propuesta de gobierno.

No se necesita ser militante de un partido político, es más eso puede ser un estorbo, para promover el diálogo con los vecinos, con la familia, los amigos, con quien sea posible para documentar nuestro optimismo, indiferencia o pesimismo; algo sabemos todos, algo pensamos que es bueno compartir para aportar al que no sabe qué pensar o decir de lo que le ponen en frente. Se trataría de hacer pláticas de banqueta o de salón para ilustrarnos unos a otros, para aprovechar la idea de alguien que visualice con claridad lo que ocurre; de esta mínima acción puede surgir algún plan para que nos vaya mejor en lo que sigue o al menos para no volver a sentir que nos vieron la cara de ingenuos nuevamente.

 

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