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Opinión

ESE SUAVE BÁLSAMO LLAMADO POESÍA

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Por JOSÉ LUIS FIGUEROA GONZÁLEZ / MASEUAL

Jojutla, Morelos, México.-  Un dulce resplandor de dudas brota cuando nos preguntamos qué es la poesía; es inquietante saber y a la vez no poder expresar de qué estamos hablando cuando decimos esto es un poema. El poeta cubano José Lezama Lima nos ilustró contestando la pregunta con una frase absurda: “La poesía es un caracol nocturno en un rectángulo de agua”. Y eso es la poesía, lo que no se puede explicar con la lógica del uso cotidiano de las palabras. Es el territorio de la trasgresión consciente que viene de lo subjetivo; es sentir más que comprender, es emocionarse más que informarse, es construir más que reproducir. Por eso la poesía nos permite admitir que la luna se puede tomar a cucharadas como sugería Jaime Sabines o servir de aliento para los condenados a muerte y para los condenados a vida. El lenguaje poético entonces se presenta marginal y marginado al no ajustarse a los requerimientos de los quehaceres de la vida rutinaria, al no preocuparse de las tareas prosaicas como la producción de artículos o la contabilidad de los bienes terrenales. Ocupación de seres raros que como dice Sabines deberían salirles rayos de luz por la orejas para que todos nos diéramos cuenta que son poetas, no nos resulta accesible a la mayoría preocupada y ocupada por sobrevivir al día a día. De ahí que la poesía pase por privilegio de pocos que las componen en el aire o que le entienden a tanto enredo de palabras; para los demás sólo queda tratar de recrearse de vez en cuando con la ocurrencias de los llamados poetas o vates, sobre todo si nos cuentan sus imaginerías en canciones de amor.

A pesar de ser un bálsamo para mitigar los dolores del alma o hacernos fantasear, la poesía no es una prioridad ni una necesidad básica de la vida cotidiana; nunca estará la poesía enlistada en la canasta básica ni se cotizará en la bolsa de valores. Atrapados en la lógica del mundo utilitario, lo primero es subsistir y atender los reclamos materiales de nuestra frágil corporeidad; ya después veremos si alcanzamos el lujo de nutrir el espíritu. Bajo este supuesto resulta lógico y aceptable que el mundo gire en torno de la economía y la política y luego lo demás. Mundo unipolar el nuestro ha adoptado la religión suprema de que se nace, vive y muere para producir y consumir lo material. Neoliberales y utilitarios todos y todo, nada queda suelto a la posibilidad de que algunos se escapen de ser homo economicus. Al parecer nada de qué preocuparse porque es perfectamente factible vivir sin la poesía, o al menos escuchándola de soslayo para no distraerse del sentido pragmático de la vida.

Vivir sin poesía puede ser realmente posible con la pequeña observación de que se debe tomar en cuenta a qué se le llama vivir la vida. Si es como muchos críticos preconizaron, que la modernidad nos llevaría a la automatización y robotización de los seres humanos al grado de ser dominados por las mismas máquinas que construyeran, entonces el mundo se convierte en una “gran mamadera” de la que penden todos, tal cual afirmaba Erich Fromm. Hombres y mujeres infantilizados con todo propósito de que no se salten las trancas y mantenerlos resignados al triste papel de reproductores de instrucciones superiores y consumidores pasivos. Pero en cambio si la vida se entiende como la oportunidad única de alcanzar el desarrollo pleno posible para siquiera rozar eso que se llama felicidad, entonces la poesía es indispensable. La vocación ontológica de la que hablaba Paulo Freire cuando se refería a la búsqueda innata o natural del propio ser, la tendencia propia del género humano por encontrarse así mismo, es totalmente congruente con la exploración de significados nuevos, de vínculos desconocidos entre las cosas y las personas, la construcción de mundos distintos. Todo eso y más, es la poesía; y su naturaleza, más cercana a los hombres que a los dioses, reside en la idea popular de que de “médicos, poetas y locos, todos tenemos un poco”.

El suave bálsamo de la poesía debe estar a la mano porque todo el tiempo estamos necesitando mitigar el dolor y la desesperanza; de bálsamo a elixir de inspiración se convierte cuando nos atrevemos a lanzar una frase absurda, tal vez ridícula, pero representativa de un momento de angustia, alegría, amor o rabia. Entonces habremos iniciado nuestro caminar hacia la construcción de visiones nuevas y reconfortantes que le den diferente sentido al mundo de los condicionamientos cotidianos. No tardaremos en descubrir que la poesía es el territorio liberado donde campan la desobediencia, la trasgresión de la palabra y con la palabra, la mágica empatía con todo lo existente y la sensación de no ser más que el más humilde ni menos que el más poderoso; liberación de los condicionantes sociales y posibilidad de interpelar a la realidad por más frustrante que se presente.

La poesía podría contar con un lugar honorable en las escuelas si los maestros nos diéramos cuenta de que no solamente servimos para enseñar a sumar, a leer y a escribir. Trasgredir el modelo educativo sería vernos como “poetas de la pedagogía” e intentar hacer un poema del pesado quehacer en las aulas. Por supuesto eso requiere el encuentro de los maestros con la poesía desde su formación temprana; como el sistema educativo no lo va a propiciar por no considerarlo necesario para la educación de niños y jóvenes con miras a su incorporación al trabajo practico, se necesita que los educadores tomen una decisión al respecto. En su multiplicidad de funciones podemos revisar algunas posibilidades de la poesía como bálsamo en la escuela: aprenderíamos a amar la arcilla que llevamos en las manos, podríamos ayudar a los niños a procesar y externar sus sentimientos y emociones, todos nos liberaríamos de determinados pendientes que hacen agria nuestra relación y actuación con los otros, elevaríamos nuestro nivel de comunicación y de producción de ideas, impulsaríamos nuestra autoestima al reconocernos como constructores de imágenes poéticas, vincularíamos todos los saberes a la capacidad de crear distintos enfoques de lo que nos rodea, haríamos propios los significados y significantes de los contenidos escolares y podríamos incrementar la discusión y el interés por lo aprendido. Si esto es poca cosa sigamos dejando de lado la poesía en la escuela.

Un ejemplo de aplicación inicial podría ser la enseñanza de la división silábica de las palabras a través del haiku; esto es, jugar a construir frases de 5-7-5 sílabas para retratar momentos sencillos de la vida natural o social y recogerlos en pensamientos como: Con gran sosiego/ camino solo, y solo/ me regocijo (Kobayashi Issa). El haiku aparece como una herramienta didáctica para animar a los más pequeños a escribir sus ocurrencias sin apartarse demasiado de los requerimientos programáticos. De hecho, podríamos empezar por apropiarnos de la delicada costumbre de expresarse por medio del haiku a partir del ejemplo de los maestros. Otra posibilidad didáctica sería la de tomar conciencia de que el habla popular tiende a emitir frases de 8 sílabas, las cuales son la base de la forma tradicional de narrar que son los corridos. Así entre lo técnico de aprender a contar sílabas para inducir las reglas de la acentuación, el día de clases se puede vestir con la alegría que brota de los corazones de niños y adultos. La poesía en la escuela será entonces el bálsamo para atenuar los pequeños y grandes sinsabores, pero también será la herramienta liberadora de las conciencias y las manos hacedoras del futuro que necesitamos, el mundo posible que merecemos.

Por el derecho a la imaginación creativa, porque la vida puede y debe mejorar desde lo propio y no en su contra, porque todavía es posible ejercer algún grado de autonomía en la escuela como maestros y alumnos, démosle un lugar a la poesía en nuestras aulas. Claro es que se necesita leer mucha poesía en la escuela, en silencio y en voz alta, en voz muy alta que haga vibrar las conciencias y los corazones. Para promover la poesía será importante también acercarnos y acercar a nuestros

estudiantes a los poetas cuando éstos se pongan a tiro de piedra para capturar sus destellos de luces misteriosas y embrujarnos juntos en la ilusión que nos permite ver la realidad de una manera que ya no sea desesperanzadora. Cuando el virus de la poesía lo invada todo asistiremos a la grandiosa revelación de cómo triunfa el espíritu sobre las procacidades.

¿Podremos ser mejores sin poesía? Se duda, realmente no se concibe cómo serlo sin la animación que da la palabra cuando desestructura y reestructura la visión que tenemos de las cosas. Si admitimos que a cada acción corresponde un concepto entonces la poesía es surtidora de nuevos conceptos que iluminarán la nueva vida. No se trata de soñar por soñar, se trata de alimentarse para alimentar, se trata de trascender la cortedad de una instrucción pública que miente cuando promete seres humanos íntegros sin desarrollo del espíritu. Para tratar dolores del alma y para alentar el crecimiento personal y grupal apliquemos diariamente el suave bálsamo de la poesía. jluisfiglez@yahoo.com.mx

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