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Estado Opinión

DE LA CALIDEZ PEDAGÓGICA A LA CALIDAD TÉCNICA

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Por JOSÉ LUIS FIGUEROA GONZÁLEZ / MASEUAL

Jojutla, Morelos, México.-  Como era de esperarse, las movilizaciones del magisterio se han topado con el muro de contención de autoridades secundarias que no hacen más que repetir y repetir: “la evaluación educativa es constitucional e irreversible, la evaluación educativa es constitucional e irreversible, la evaluación…”; así las posiciones no hay salida posible porque del otro lado se escucha: “ni la lluvia ni el viento detienen al movimiento, evaluación educativa ni ahora ni nunca”. Entonces, ¿qué procede en este impasse?, ¿cuál es la esencia de este problema o cómo se configuró este enredo? Puede ser ahora el tiempo de observar detenidamente lo que al parecer se nos ha pasado de largo. Tal vez lo esencial provenga de las cosas sencillas que ocurren en las escuelas y que de tan cotidianas no nos resultan significativas. Maestros y padres de familia tenemos la oportunidad de darnos cuenta de lo que ocurre jalando la punta de la madeja que todavía se alcanza a ver; meticulosamente, con gran cuidado, es necesario ir colocando las cosas en su lugar y con suficiente madurez ir tratando de reconocer lo hechos y las omisiones. Podemos empezar por reconstruir el quehacer cotidiano en los centros escolares, tratando de registrar las experiencias que nos indiquen qué es lo valioso y qué es lo superfluo y dañino en cada tiempo y espacio que comparten los actores del cada día en la escuela.

La evaluación educativa clasificatoria, diseñada para la segregación y el despido, se debería derrumbar por sí misma dado su carácter de inhumana, autoritaria, reduccionista, antisocial y destructora del sistema de educación pública. Pero, ¿cómo fue que la sociedad cayó en las garras de la manipulación mediática y permitió que se tendiera la trampa de la reforma constitucional al artículo tercero?, ¿cómo fue que no se entendió el trasfondo y hasta se aplaudió una reforma falsamente educativa que supuestamente nos llevaría por fin a la anhelada “calidad de la educación”?, ¿cuál es el concepto-anzuelo que logró cierto grado de consenso social en torno a la reforma educativa? Un concepto clave sin duda es el de “calidad de la educación”; el cual se maneja desaseadamente, sin definición clara, apoyado solamente en sugestiones que hacen pensar en “lo mejor” para cada quien sin precisar el sentido, sin aclarar los intereses que se impulsan o le dan direccionalidad a los cambios. La idea de calidad proviene del mundo de la economía o de la industria y cuando se aplica sin recato a todo tipo de acciones humanas, se corre el riesgo de falsear la realidad y de manipular los significados. Así podríamos decir que el uso de la tecnología en toda actividad productiva mejora los resultados, pero nada se puede decir de lo que ocurre durante el proceso en cuanto a las interacciones de los sujetos involucrados. El eficientismo es una posición derivada de la aplicación de la noción de calidad total en la producción y exige los mejores resultados posibles sin detenerse a calcular las características del proceso; es decir, si para obtener los más altos rendimientos es necesario deshumanizar el proceso, el problema ético se resuelve en aras de la imagen de progreso y modernidad que es necesario sostener para que siga funcionando el esquema de competitividad y desarrollo hasta el infinito.

La propia mentalidad de los profesores entra en cuestionamiento cuando nos preguntamos hasta dónde hemos sido atrapados por el discurso del desarrollo tecnológico, por la idea del confort inacabable, por el afán de estar por encima de los demás. Cómo fuimos engañados al grado de ir perdiendo de vista el valor de los pequeños detalles en la relación maestro-alumno-padre de familia; salvo excepciones, la opinión social sobre el quehacer docente ha caído en el mayor de los desprestigios. Es verdad que las campañas de los poderes fácticos y del gobierno han sido determinantes, pero también es cierto que cada día ocurren en las escuelas muchas situaciones que les dan la razón. Es tiempo de tocar fondo, es tiempo de reconstruir, oportunidad de reencuentro para la resistencia prolongada porque la evaluación

educativa es solamente una grano de arena en el maremoto que amenaza crear la esclavitud moderna y perfecta, basada en el control y la explotación cibernética.

Regresar al origen puede ser una opción si nos detenemos a observar y a hacer notar que el trabajo de los profesores es de una calidad educativa que se apoya en la calidez pedagógica. Se refiere a la atención cotidiana a niños y jóvenes mediante un trato cercano, directo, cálido, versátil y comprometido. Se trata del maestr@ que siente ansiedad por estar con sus alumnos y no escatima tiempo ni esfuerzo para brindarles todo tipo de apoyo; es un agente educativo integral en la medida que no tiene delimitadas sus funciones a lo técnico o administrativo. Es el docente que de la misma manera mantiene un trato cercano, colaborador y solidario con los padres de familia sin pretender sustituirlos en ninguna de sus responsabilidades. En fin es el educador que se funde con la comunidad y se vuelve invulnerable porque los que atenten en su contra se enfrentarán a todo el colectivo. Aunque los docentes de reciente ingreso lo perciban extrañados, hubo un tiempo que así fueron las cosas; lo cual demuestra que es posible y no un sueño.

En sentido técnico, la calidad de la educación que no puede o no quiere definir el INEE, ni la SEP, ni nadie de sus expertos, es un diseño del profesor como agente escolar apegado a instructivos, capacitado en habilidades para funciones específicas del trabajo docente reducidas al ámbito aúlico, sujeto a la exigencia de estándares y parámetros elaborados fuera del contexto escolar. Así queda en lugar privilegiado un trabajador de la educación sujeto a las recomendaciones de los organismos internacionales que promueven el modelo educativo empresarial. Dentro de este esquema, el docente al igual que los demás trabajadores, al pasar a un sistema regulatorio basado en el control total del proceso de trabajo, pretendidamente para mejorar su rendimiento, cae en la inestabilidad laboral permanente que le provoca la zozobra eterna de no saber cuándo perderá su empleo; el argumento absurdo es que de esa manera se preocupará por prepararse y mejorar en lugar de estar confiado a hacer lo mismo todo el tiempo. Lo que no se dice, pero se verán muy pronto, son los efectos nocivos de educadores neuróticos en los alumnos que pretendan educar. Lo que trae consigo la reforma educativa y su evaluación es la precarización de las condiciones de trabajo y de la vida del docente y el deterioro de todo el sistema educativo. El régimen político y económico se apresta a abandonar a la escuela pública a la suerte de la beneficencia o a la intervención de la iniciativa privada con modelos híbridos donde de manera calculada se vaya entregando a la privatización.

Detrás del concepto de calidad de la educación y de la llamada evaluación educativa se encuentra una lucha social de todos los sectores sociales. La inestabilidad laboral es un signo de la modernidad competitiva. No es un problema que se limite al magisterio, nadie está a salvo y en eso no hemos reparado cuando creemos innecesario coincidir con los padres de familia en información y acuerdos para la defensa mutua. El papel de los organismos internacionales está claro en la cantidad de casos como los de Grecia que lucha por su soberanía ante las presiones en contra de sus finanzas y la oposición de los maestros y estudiantes en Chile para evitar su propia reforma educativa. No es coincidencia, se trata de un plan perverso de dimensiones descomunales.

Lo que debemos entender como profesores es que la resistencia en contra de la evaluación de castigo no se resolverá ante el gobierno estatal o con la SEP, aunque necesariamente pase por ahí. Hemos entrado en un antagonismo de clase que nos enfrenta a los dueños de la economía en México y en el mundo. Por lo mismo necesitamos hacer las justas relaciones entre los niveles de comprensión de la realidad económica y educativa en lo local, regional, nacional y global. Necesitamos distinguir al

adversario, al disidente, del enemigo. Con el enemigo no hay conciliación, con el adversario es posible tratar de entenderse o posponer la lucha interna para una mejor ocasión. Esto significa que dado el tamaño del problema se requiere la mayor unidad posible. Lo ideal es que nadie participe en el proceso de evaluación y así a la SEP se le desmorona su trampa, se le moja su pólvora. No es sencillo, pero se puede intentar un avance que garantice para empezar la coincidencia de los miles y miles de maestros marchistas; es básico sostener la indignación inteligente y agrupada para revertir el proceso aniquilador; ya no hay mañana, porque no hay opción entre la espada y la pared. El punto es llevar las decisiones al mejor de los resultados posibles estudiando las estrategias específicas y no tratando de copiar estrictamente lo que otros hacen.

Como padres de familia y ciudadanos es importante desatender un poco la aplastante propaganda mediática que descalifica en todo y por todo a los maestros para intentar comprender que está en riesgo la educación pública como un bien heredado por los mártires de la Revolución Mexicana de 1910 y que con un mínimo de conciencia social cada uno debe hacer lo que le sea posible para defender esta parte del patrimonio nacional. Como ciudadanos debemos exigirles a las autoridades educativas nos expliquen qué es eso que llaman “calidad de la educación” y por qué el abandono material de las escuelas. Se necesita llegar al punto de acuerdo y asumir que defender a los maestros es defender la escuela pública y su futuro, sin condescender en que nada se debe cambiar en el trabajo docente. Es urgente buscar los medios para iniciar un proceso de evaluación integral en las escuelas que permita elaborar el diagnóstico pedagógico de cada centro escolar con la participación de padres de familia, comunidad, alumnos, autoridades y maestros.

Si en verdad no queremos caer inexorablemente en el mundo gris y perverso de la calidad técnica de la educación, si podemos retomar impulso de lo que todavía tenemos de calidez pedagógica propongámonos ir un poco más allá y salir pronto del estupor por ser muchos en las calles y convertir esa energía en las formas de lucha más conveniente que reunifique a las escuelas con sus comunidades porque el monstruo neoliberal está desatado. No puede suceder otra vez, como en el 2008, que no sepamos qué hacer los miles y miles en las calles, arriesgándose a todo tipo de peligros sin que se llegue a nada. Es fundamental administrar adecuadamente las fuerzas y los recursos, la dirección del movimiento debe ser colectiva desde cada escuela, las estrategias de lucha y resistencia deben provenir desde toda nuestra capacidad de inventiva, generando métodos y prácticas socialmente amigables y aglutinadoras.

Porque nadie merece la calidad técnica empresarial de la educación como modelo idóneo de vida, porque no solo está en riesgo el empleo de los profesores, porque se pretende descomponer la naturaleza de la educación pública, porque no es la resignación sino la resistencia a la opresión lo que nos hace humanos y humanizantes, por eso y más defendamos la calidad con calidez pedagógica. jluisfiglez@yahoo.com.mx

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