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Columna

POR LA LIBRE 2208

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Por IGNACIO CORTÉS MORALES / MASEUAL

 

10- ¿De vuelta a mí?

 

Cuernavaca, Morelos, México, 3 de noviembre de 2019.- Preparemos todo, que no se olvide nada, desde la entrada hasta la mesa, que todo vaya iluminándose a su paso, que sea mejor que un set de cine, que sea único, que sea la luz, el universo iluminado, que con ella venga la vida, el amor, que sea la apología al amor, el final del arco iris, que sea la fuente de la que emana la felicidad, que no haya nada en el olvido, que no haya fallas, que sea su paso el resplandor, el brillar de estrellas y todos los cometas juntos, que sea la alegría la que entre por esa puerta, que sea ella la que se deslice por el camino, que le espero aquí, al pie de la mesa, no cualquier mesa, sino la mesa, la única, y que esté adornada, que al verla se quede en ella como una postal, y que mañana y todos los días se acuerde del sendero recorrido y de la mesa, que yo estaré al alba, que sepa que me llevó horas prepararlo todo, que al entrar sepa mi intención, que, cuando se lo diga, confirme lo que ya sabía, lo que iba a pasar, y que vaya preparando la respuesta en este amor que atraerá su amor para ser uno unificado, herméticamente cerrado para que no se salga, para que permanezca, pero la llave al lado, porque el amor sin libertad quizá permanezca, pero será en la prisión; el amor debe ser libre para existir.

S pidió a C que la reunión fuera en su casa y ella accedió, dame la oportunidad, le dijo y se comprendió, por lo que le pidió a la secretaria que buscara profesionales para arreglar todo y que ella misma supervisara; la joven se dio a la tarea, y así se dejó el camino acotado por rosas rojas sembradas a la vera, e iluminado debidamente, con huellas en el centro para el fácil caminar, y en el centro del jardín la mesa, y los dos árboles aforaron el lugar, iluminados con un toque exquisito; los manteles largos, los platos y los cubiertos de especial atención, la música de ambiente de una dulzura excepcional que le daba el punto especial, y hacía que el lugar fuera único, y él, ya esperando, justo a las nueve de la noche; el servicio listo, desde el que franquearía la entrada para que el coche entrara, quien abriría la portezuela y que se le ayudara a bajar a C que vio el camino iluminado, y sólo el camino, y era a su paso, escoltada por dos damas, atrás, a dos pasos, y ella hermosa, vestido elegante, le venía al talle, color durazno, zapatillas del tono, y el peinado justo, enmarcándole el rostro deliciosamente maquillado para la ocasión; la pulsera en una mano y el reloj en la otra, con un bolso menudo para el complemento a la vestimenta, y él aguarda con el traje que seleccionó para la ocasión, gris, perfecto, una camisa azul cielo y corbata de un rojo suave, mancuernillas en el juego del pisacorbata. El cuarteto elevó el sonido de la música para dar la bienvenida a una estampa hecha mujer, la belleza caminando con la elegancia y la seguridad que le eran tan propias a C, quien le extendió las manos, él tomó el bolso y lo dejó en la mesa y la atrajo para un abrazo sutil y besos en la mejilla, sin precipitarse y dar por dado lo que, quizá, ni siquiera sea, era la plática del encuentro, pero no se pactó a dónde llegaría

Antes de la cena, el informe sobre la mamá de C, y los resultados de los análisis que se entregaron con números y diagnósticos positivos, lo que tenía a C sumamente contenta y agradecida con S por el cúmulo de atenciones que se dieron para la señora, y, al final, la alta para que fuera llevada a su casa, en donde una enfermera estará al pendiente a lo largo de la noche por si acaso se le necesitara, “gracias por lo que hiciste por mi madre. Si te apreciaba antes, ahora no habla más que de ti y está agradecida. ¿Quieres hablar con ella?”, a lo que S atajó: ¿te parece que lo dejemos para mañana, si me permites que te visite?. “claro que sí, sabes que eres bienvenido en cualquier situación de la vida?”.

C entendió a la perfección el caso, sabía que no andaría por peteneras, que las reglas las va a imponer él, y ella no quería ninguna distracción del propósito de la velada única.

La cena tampoco dio pie para decir nada; todo fue sobre el trabajo; S no se atrevió a cuestionar si conocía a su amigo, si habían hecho una cita y si sería en su casa; no se dijo nada, y el tiempo avanzaba al ritmo que él tenía agendado, y fue tan meticuloso que a ella le causó algún problema; no sabía si aquella cena sería sólo de amigos, acaso de despedida, porque como transcurrían las cosas era de todo, menos una cita de amor, más que el escenario, pero ni una palabra de reconciliación, de nada especial, era casi absurdo; el ideal quizá para una reunión de amigos, de negocios, pero hasta ahí, así que ella lo miró con atención y dejó de seguir el hilo de la conversación para incomodar, para forzar a planteamientos serios, pero él no quiso darse cuenta de lo que pasaba y agotó hasta el último instante; cambió justo antes de que el hilo se rompiera, en un plan que preparó S, donde quizá quiso dejar que ella adelantara, pero no lo haría, “no fui yo quien falló, así que si continúa esta situación por cinco minutos más, me voy”, pensó.

Me acompañas, le dijo justo un instantes antes de que ella se pusiera de pie y alegara cansancio para retirarse, y le dio el brazo para entrar en la casa, en la sala, donde él puso una música suave, alejado de miradas indiscretas, y en el centro el vino; un lugar cómodo, y al darle la copa se sentó a su lado, bebieron y le pidió la copa para dejarla en la mesa de centro, le invitó a bailar; ella dejándose llevar, él, tomando su perfume, la atrajo más para sentirla, y ella se dejó absorber, se retiraron un poco, apenas un poco y le acarició la mejilla, estás más hermosa que siempre, y una sonrisa, apenas, asomó en el rostro ciertamente bello, con unos ojos profundos, esclavizantes, cautivadores, con unos labios que invitaban a besarlos, pero él no lo haría sin antes ir a las razones, a iniciar una vida distinta, de ellos, plena, y así siguió unos minutos más.

Ella se separó y fue a sentarse, él le siguió y sirvió más vino, por ti, le dijo, y bebió un poco, ella también, y había que hablar, que abrir las cartas y esperar la respuesta de ella.

No haré historia, no tengo preámbulo, no diré nada más, sólo que te amo; perfectamente lo que significas para mí, lo que eres; igual presente y, desde luego, futuro contigo.

Ella no dijo nada, permitió que él hablase lo que quería, lo que necesitaba, lo que requería, mientras que guardaba silencio, tomando nota en su inteligencia, donde llevaba no sólo la palabra, sino la intención, el tono, el matiz, la profundidad.

Estamos en el sitio de partida, en aquél que nos quedamos, pero ahora te siento fría, distante. “Te equivocas, más bien estoy esperando”; ¿pero no le resta espontaneidad al amor?. “No porque yo estoy cierta de lo que siento, siempre lo he sabido, siempre sé hasta dónde quiero llegar y sé del tamaño de mi amor por ti. Nos separamos no por mí, sino por ti; tú eres el de las dudas y los convencimientos de una serie de patrones por los cuales has surcado porque así lo crees conveniente, y yo no quiero eso, no lo voy a tolerar. Yo quiero todo o nada, o es la entrega total o hasta ahí la dejamos, con todo y lo que te estoy amando y que es mucho, pero las dudas terminarán por ser las redes en las cuales puede ser asesinado el amor y sería muy triste que, estando en las alturas, tengamos que despeñarnos, y no lo voy a permitir; por los dos”.

Ayer sucedió algo que puso a prueba los celos; salí adelante, y sobre la edad, no importa, vamos al frente, que ya la vida se encargará de resolver las situaciones, y no voy a preocuparme de nada hasta que lo tenga enfrente, y entre los dos vamos a resolverlo, empezando por lo de tener un hijo.

“A mí sí me inquieta lo de tener un hijo. En este momento te digo que lo que quiero es desarrollarme en lo que hago y un hijo vendría a cerrarme competencias, así que queda descartado por dos o tres años, por lo menos, y quisiera que estuvieras de acuerdo”, sostuvo C, quien se veía decidida y hasta fría; pragmática, más bien, y su tono no admitiría réplica. Era su última palabra y su postura, irreductible, inamovible, por ahora.

Sólo falta que dictes las cláusulas. Si no es un contrato, es saber del amor antes que otra cosa, y por lo que dices y por el tono, me quedo más bien en una plática de compra-venta más que en los sentimientos que, me parece, sería lo más importante para los dos.

Ella lo conocía de sobra, sabía qué botones tocar y en qué momento para que nada se le saliera de control, para no llegar al enojo que pudiera derivar en el rompimiento, porque él tenía su carácter y sus límites, así que tenía que cambiar el tono, la intención, la idea.

“Nadie lo duda. Ven, bailemos. ¿Te acuerdas cuando te declaraste en una pista de baile?. Nos quedamos bailando y los demás se habían ido a sus mesas. Para, tómame, bailemos. Esta vez no habrá ni las risas ni los aplausos, pero quiero que me hables como ese día, que me preguntes si quiero ser tu novia; como ese día, por favor; hazlo”.

Empezaron a bailar y le dijo al oído: no sé si tengo derecho a enamorarme, no sé si pueda ser prolongado, sólo sé que lo siento, que tú me has despertado el amor y que nada me gustaría más que iniciar una relación que no sé hasta dónde termine, pero lo que te prometo es que cada instante será para demostrarte todo lo que por ti siento. El amor no había llegado a mí; incluso pensé que estaba negado a ello, que nadie despertaría lo que por ti siento, y mira, has llegado y nada me haría más feliz que compartir lo que me queda de vida contigo, y te prometo que haré hasta lo imposible para presentarte el horizonte feliz que has soñado; yo soy feliz desde que supe de ti, allá, en la oficina, cuando pensaste que el dueño de la empresa sería un gordo inescrupuloso, pero no; no soy el mejor, pero soy y te amo.

“¿Seguro que no tienes dudas ya?”. Siempre habrá algo que corregir, algo que hacer, algo que preguntar, y lo que quiero es que me des siempre respuestas; de ti hacia mí, no tienes nada para preguntar porque te amo y no quiero que te vuelvas a ir. Estos días los sentí inútiles, vacíos, carentes de sentido. Todas las noches reflexioné sobre ello y me dije que los celos no se repetirían, que eres digna de confianza y no voy a destruir el sentimiento por elucubraciones, y sobre la edad, es algo que no puedo remediar, pero lo que es un hecho es que te amo porque eres hermosa, por tu franqueza, por tus sueños, por tus despertares, por tu osadía, tu valentía, tu esfuerzo de todos los días, tu talento y tu corazón de hija y de novia, de mujer, por tu brillantez, y te pregunto si sientes lo mismo que yo y si quieres compartir toda tu vida con mis problemas, mis pesares, mis dudas, mis alegrías, mis tristezas, mi todo. Te prometo que si aceptas, buscaré llevarte a la felicidad y sólo me retiraré cuando sepa que ya no podré darte bienestar, cuando sea un inútil. Ese día emprenderé el camino del no retorno. Me iré sin avisarte para que no vea tu llanto, ni el mío lo sienta, y que me quede con tu imagen de ahora, feliz, traviesa, juguetona, llena de vida. Acéptame, prometo no defraudarte. Por hoy sólo como mi novia que cuando lo quieras, como mi mujer. Dime si me aceptas, por favor de lo pido.

C se fue acercando más hasta que se detuvo y entonces él fue a su encuentro, a sus labios, a su alma, en un sí no de palabras, sino de hechos.

– “Por qué tardaste tanto. Tu ausencia me dolió. No te vuelvas a ir”. Un beso fue suficiente para cerrar los acuerdos, y ahora a caminar juntos S al lado de C, por los años que esa noche será de ellos para disfrutarse, siendo igual si es C o CCC.

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