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Columna

PUNTO Y APARTE

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Por GUILLERMO CINTA / MASEUAL

 

* El “Cuau”: futuras decisiones

* Difícil nombrar colaboradores

 

Cuernavaca, Morelos, México.-  1.- Muchas veces he recordado al insigne antropólogo Samuel Ramos (1897-1959) para explicar el factor cultural predominante en el estilo político mexicano: la naturaleza de la confianza entre la sociedad. Numerosos investigadores del sistema social han comentado respecto a esta característica y su importancia en la actividad política sugiriendo, tal como lo hizo Ramos en su libro “Perfil del hombre y la cultura en México” (1962, Espasa Calpe), que “el aspecto más notorio del carácter mexicano es, a primera vista, la desconfianza”. “Esta actitud subyace en todos los contactos con hombres y cosas. Está presente haya o no motivo para la misma. Es más bien un asunto de desconfianza irracional que surge de lo profundo de su ser. El mexicano no desconfía de cualquier hombre o mujer en particular; desconfía de todos los hombres y de todas las mujeres”, escribió Samuel Ramos.

2.- Este fenómeno surge con demasiada frecuencia cuando los gobernantes en turno deben nombrar a sus colaboradores. Y hoy que es inminente la integración de los 33 ayuntamientos constitucionales de Morelos, cuya toma de posesión habrá de realizarse el primero de enero próximo, es importante analizar si los presidentes municipales electos poseen el suficiente conocimiento sobre quién es quién en sus localidades, capacidad de inclusión y criterio para tomar decisiones. Ya conocimos a los equipos de campaña e identificamos a las comisiones de enlace para los procesos de entrega-recepción, lo cual nos da una idea con respecto al perfil de quienes, tal vez, serán integrados a las administraciones locales respectivas. Tendremos que esperar algunas semanas más para que los flamantes ediles electos recorran el velo y nos revelen la conformación definitiva de sus gabinetes. Espero que no se repita la historia y las futuras autoridades municipales asciendan al poder acompañados por un círculo rojo de colaboradores, cuya principal característica sería el comportamiento discrecional y el lenguaje de madriguera.

3.- A lo largo de muchos años hemos visto desfilar a toda una pléyade de gobernadores y presidentes municipales que, infortunadamente para el pueblo morelense, hicieron su advenimiento en el Poder Ejecutivo o en los cabildos demostrando la mayor debilidad de los mandatarios mexicanos, que repercute en su capacidad de gobernar: la imposibilidad de conocer personalmente a un número suficiente de individuos para que ocupen las posiciones relevantes del gobierno. Conocer a personas que sean candidatos potenciales para esas posiciones es de mucho valor en un sistema político (como el mexicano) en que el reclutamiento es limitado. Sin temor a equivocarme puedo asegurar que Cuauhtémoc Blanco Bravo será uno de los presidentes municipales con mayores dificultades para designar a sus colaboradores, partiendo de su propio criterio y no considerando las recomendaciones de sus más cercanos colaboradores, entre quienes pudiesen figurar verdaderos pájaros de cuenta o personajes interesados más en los futuros negocios que en el servicio público.

4.- El politólogo y articulista norteamericano William Tuohy (1929-2009) escribió a mediados de los setenta un ensayo titulado “La conducta centralista de las élites en México”, donde proporciona información sobre este aspecto del sistema político, cuando dice que “el proceso de reclutamiento es muy competitivo, personalista, con frecuencia impredecible, y obliga a un continuo cambio de trabajo en un contexto social de gran limitación económica. Por lo tanto, además de la posibilidad de que los mexicanos aprendan a ser desconfiados desde niños (la socialización básica), existe la probabilidad de que ésta sea una respuesta racional a las situaciones en que por lo común participan los políticos”. Como consecuencia de la importancia que se concede a la confianza, la falta de seguridad en el trabajo y la imposibilidad física de conocer a un número suficiente de hombres para que ocupen las posiciones políticas de alto nivel, los políticos mexicanos han tenido que desarrollar cierto proceso para nombrar a personas en las que podrán confiar personalmente: nepotismo, personalismo y cooptación. La mayoría de gobernadores y alcaldes que ha tenido Morelos sucumbieron ante el personalismo, la desconfianza y la falta de criterio para designar a los miembros de sus gabinetes legales y ampliados, así como a un número indeterminado de mandos medios. Pero hubo una excepción en la figura de Lauro Ortega Martínez (sexenio 1982-1988), a quien siempre pondré como ejemplo de apertura y oxigenación frecuente a toda la estructura de la administración pública estatal. Sin lugar a dudas, ello le sirvió para trascender históricamente. ¿Cómo le hizo?

5.- Don Lauro abrió el gobierno, sin prejuicios. Sustentó sus decisiones en que de esa forma evitaría los errores de algunos antecesores suyos acusados de enriquecimiento inexplicable. A continuación daré los nombres de algunos presidentes municipales de Cuernavaca, a quienes se sumará Cuauhtémoc Blanco Bravo el primero de enero de 2016: Felipe Rivera Crespo, Ramón Hernández Navarro, David Jiménez González, Porfirio Flores Ayala, José Castillo Pombo, Sergio Figueroa, Julio Mitre Goraieb, Luis Flores Ruiz, Alfonso Sandoval Camuñas, Sergio Estrada Cajigal, José Raúl Hernández Avila, Adrián Rivera, Jesús Giles, Manuel Martínez Garrigós y Jorge Morales Barud.

6.- Desde que inicié mis actividades periodísticas en 1973 casi todos los antecesores de Morales Barud y él mismo carecieron de buenas relaciones con los gobernadores en turno. David Jiménez no tuvo apoyo de Rivera Crespo (1973-1976); Porfirio Flores Ayala (1976-1979) no fue bien visto por Bejarano; José Castillo Pombo recibió relativo respaldo de ALB, pero fue poco lo que hizo por la ciudad; luego vino Sergio Figueroa Campos (1982-1985), cuyo paso por el ayuntamiento fue mediocre, sin el apoyo pleno de Lauro Ortega; Juan Salgado Brito llegó después (1985-1988), y fue apuntalado por Don Lauro; en 1988 entró Julio Mitre, cimentado por Riva Palacio, lo cual se reflejó en cierta mejoría de Cuernavaca, escenario que se repitió en 1991 con Luis Flores Ruiz; llegó 1994 con Alfonso Sandoval Camuñas, más o menos respaldado por Jorge Carrillo Olea. Fue un trienio exitoso y hasta se consideró a Sandoval Camuñas con posibilidades de ser el siguiente gobernador, pero la muerte los sorprendió, muy joven, siendo diputado federal.

7.- En 1997 arriba Sergio Estrada Cajigal, quien gozó la reforma federalista decretada por Ernesto Zedillo, disponiendo de un magnífico presupuesto que le permitió dar a la ciudad el mantenimiento no recibido durante trienios anteriores y la construcción de nuevas vialidades. Del Ayuntamiento brincó a la gubernatura. Pero Estrada no respaldó adecuadamente a José Raúl Hernández Avila, ni tampoco a Adrián Rivera, a pesar de que ambos eran de su mismo partido. Jesús Giles (2006) no tuvo suficiente apoyo de Marco Adame, y en 2009 llegó Manuel Martínez Garrigós, quien tampoco tuvo la simpatía de MAC. Sin embargo, Manuel pudo conseguir un crédito que le permitió cierto margen de maniobra, aunque salió cuestionado por el manejo del empréstito. Morales Barud llega en 2012 sin el apoyo pleno de Graco, quien realiza obras en Cuernavaca bajo los auspicios del gobierno estatal. Y ahí viene el “Cuau”, enfrentado con el actual titular del Poder Ejecutivo.  gcmemocinta@gmail.com

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