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Columna

POR LA LIBRE 1255

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Por IGNACIO CORTÉS MORALES / MASEUAL

 Los 10 de y qué después de la Navidad

Cuernavaca, Morelos, México.-   Fin de la Navidad, adiós a la Nochebuena, ésta, con una luna que no se veía en 38 años, y si va a ser dentro de 38, ¿cuántos volverán a tener este privilegio?, no importa cuántos porque lo que importa es que haya alguien, que la especie humana siga sobre la faz de la tierra; mejor, que sea superior a la actual, y ser superior no implica necesariamente que sean más las comodidades tecológicas, que con sólo pensarlo se hagan las cosas, sino que sea más el acercamiento de unos y otros, que –simple- al abrir la puerta no se haga con temor de que alguien que esté detrás quiera agredirte, que puedas volver a dejar que los hijos puedan irse al parque solos con la certeza de que van a regresar bien y felices. Poder hablar con toda libertad sin el temor de que el otro, el interlocutor, utilice lo que dices o escribes para atacarte, mañana o dentro de diez años, porque este tener cuidado de lo que se habla, hasta de lo que no se habla, tiene a la humanidad en un vilo, en un ir de temores que es una presión de hoy y mañana también, porque no sabes ni con quién hablas, así sea que lo conoces, porque no sabes lo que es tu interlocutor en su vida particular, o si mañana, va a traicionar la confianza que tú depositaste en él o en ella o ellos o ellas, o que no contestaste una pregunta y que quedó en el aire, porque por hecho o por omisión puede venir la traición, y no me refiero a la traición de estado, sino a la personal que es tan dolorosa como cualquiera, y esta angustia por lo que se dice o no se dice es perenne.

Que la calle vuelva a ser el espacio de todos, la prolongación del hogar, en donde todos cuidan de todos y no se cuidan de todos; este angustiante andar debe terminar para dar paso a la libertad de ir y de venir y que a lo único que habría que temer es al accidente y hasta al error humano, pero no al mal intencionado accionar humano que ahora es lo que padecemos, y mientras la calle no sea nuestra, no es nuestro nada, pues ese monstruo que es la calle, se mete en los hogares y roba, secuestra, asesina, y en los demás, acaso, la compasión cuando no la indiferencia que es peor que la burla que también sucede.

Si mostrar afectos trae recelos, la humanidad tiene que cambiar; si no puedes confiar lo que haces o dices porque mañana será usado en tu contra, algo está mal; si los niños corren peligro al salir de casa y hasta en la casa misma, el mundo debe virar, pues no es posible que este presente de inocencia tenga el abrupto despertar a la violencia de cualquier tipo, y si las manos no se tienden con la frecuencia que debieran, si no somos capaces de conmovernos con el hambre, la penuria, y si la condena sobre el mal no se generaliza, si el que tiene la obligación de ayudar, no lo hace, es un universo que no se puede tolerar y, entonces, todos, como uno solo, tenemos que aceptar que ésta es la hora, el instante de pedir por nosotros, porque no sabemos lo que pasará, no dentro de 38 años, sino, quizá, mañana mismo; peor, ¿habrá mañana?.

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