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Opinión

TIEMPO DE TITANICS, TIEMPO DE ICEBERGS

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Por JOSÉ LUIS FIGUEROA GONZÁLEZ / MASEUAL

Jojutla, Morelos, México.-  La vanidad, la soberbia y la obsesión dominaron las mentes de los empresarios constructores del famoso trasatlántico conocido como el Titanic; presentado en su tiempo como lo mejor de lo mejor en seguridad, lujo y esnobismo; el inhundible, el más grande de todos, el mayor logro de la sapiencia y la ciencia no duró más de unos días en su primer viaje porque un oscuro iceberg se le atravesó en el camino y le enseñó cuán pequeña es la grandeza humana. En la noche del 14 al 15 de abril de 1912 quedó resuelta la intriga de cuánto podía resistir la más grandiosa obra de todos los tiempos. Y aunque el hundimiento del Titanic parecía una buena lección para aprender a guardar un poco de cordura y sensatez antes de jactarse por poseer o tener dominio sobre las cosas y las personas, el resultado es que la voracidad por las riquezas, la ambición y la estulticia por creerse amos del mundo no parecen tener fin sino todo lo contrario. Así es que vivimos el tiempo de Titanics varios que nos quieren convencer que no hay de otra que rendirles pleitesía aunque hagan agua por todos lados. Un Titanic en picada es el progreso tecnológico que parece resolverlo todo a la vez que lo complica de todas las formas posibles. No es la tecnología en sí el peligro de hundimiento sino el manejo, la acción de los múltiples pilotos que enfilan la nave sin querer darse cuenta de que el mundo es más complejo de cómo lo perciben desde su mente alucinada. Titanic es el gobierno en turno del estado o municipio que usted elija al azar, porque donde quiera predomina el latrocinio, la venta de las dignidades, la quiebra, las tentaciones privatizadoras de todo, el autoritarismo y la pérdida de la conciencia y el conocimiento de lo que es el servicio público. Barcos agujerados son muchos gobiernos –sean de izquierda, derecha o centro- porque así lo han diseñado sus patrones neoliberales para que sólo les sirvan de trámite en la apropiación de los recursos naturales. Titanic es la reforma educativa que en México promete salvarnos de todos los males, cuando lo que vemos es que no tiene pies ni cabeza sino intereses muy claros por hacer de la educación pública la venta de agosto para beneficiar a unos pocos en detrimento de muchísimos más que no tendrán la suerte de educarse para ser personas íntegras y serán lanzadas el destino de trabajadores de mala paga.

El año 2015 nos ha dejado la experiencia de cómo se echa a andar un Titanic llamado reforma educativa mediante la evaluación de los profesores a punta de toletazos, cárcel, asesinatos de Estado y condiciones tan “fabulosas” como contestar un examen diseñado para descartar gente en medio de policías de aspecto fiero, gases lacrimógenos, traslados en helicópteros, hospedaje en estacionamientos de hoteles de fachada lujosa o de plano acuartelados en campos militares. Pura calidad educativa se percibe en este ambiente de evaluación; sólo desentona el Instituto de Evaluación Educativa cuando afirma que la SEP no le hace caso a sus recomendaciones de posponer o modificar el modelito de prueba estandarizada; sólo va a tono la arrogancia del niño Nuño que se porta caprichudo, insensato y no le hace caso a los académicos –sean de la talla que sean- para que revise y modere sus actuaciones. Típico de los arrogantes y autoritarios es la sordera y la ceguera que los caracteriza ante las palabras de los sensatos, típico del capitán de un Titanic destinado a las aguas profundas del fracaso social y político.

La evaluación puede tener dos funciones que tienden a confundirse. En primer lugar todos reconocemos que es una herramienta que permite construir y reconstruir sobre la marcha, que su fin es la obtención de información para reconducir la toma de decisiones, siempre y cuando la intención original sea lo suficientemente clara para que todos caminemos en la misma dirección. Y aunque no hay consenso en una forma única de evaluar, todos deberíamos saber que se trata de un proceso multifactorial y compleja si es que se quiere conocer la realidad de una manera lo más completa posible. Históricamente se reconocen dos enfoques básicos de evaluación: el cuantitativo y el cualitativo. El primero prioriza la acumulación de datos cuantificables y factibles de ser convertidos en cuadros y gráficas estadísticas, que se conocen como “datos duros”. En ese enfoque objetivista se retoma la experiencia del campo industrial conde personajes como Henry Ford evaluaron a los trabajadores para conocer la manera de hacerlos rendir más cada día. Por eso no extraña que su aplicación se presente como objetiva o infalible y ajena a factores que considera divergentes como la afectividad, las emociones o el papel de las relaciones entre las personas. El segundo retoma lo que el otro deja e intenta encontrar la caracterización compleja de la realidad considerando factores que van más allá de los “datos duros”. Aquí no caben las pruebas estandarizadas y se utilizan instrumentos como los registros de observación, las encuestas, las entrevistas y las reuniones de trabajo donde participan evaluadores y evaluados. Luego entonces sí existen alternativas a la prueba de “bolitas” con la que nos pretenden convencer de que así se identifica a los “maestros idóneos”. En realidad nos hace falta como sociedad, sin necesidad de meternos en embrollos de expertos, comprender cuáles son las intenciones reales que se esconden en la evaluación que viene con el trasatlántico llamado reforma educativa. Debe quedar ya clara la intención macrosocial de control, selección y utilización de lo que despectivamente llaman “recursos humanos”; es tan sencillo cómo preguntarnos a qué y a quién puede servir un sujeto formado bajo el enfoque del actual modelo de calidad educativa que ni siquiera se atreve a asumir el concepto que la sustenta como instrumento al servicio de la sobreexplotación de la fuerza de trabajo humana.

Es urgente comprender y actuar en el sentido de evaluar a la evaluación porque no podemos quedarnos en la complacencia de que nos midan para saber si somos dignos de formar parte de los que tienen derecho a vivir con dignidad. De niños nos acostumbran en la escuela a tenerle miedo a la evaluación con la sola pronunciación de la palabra examen; ya como maestros caemos fácilmente en la tentación de controlar a los estudiantes con ese sagrado recurso de espantar con el petate del muerto. Hagamos un alto, destinemos un tiempo a la reflexión y tratemos de entender lo que hay detrás de lo que se llama evaluación educativa sea en la escuela para aplicarla a los niños, sea en medio de policías para aplicarla a maestros. Lo mejor sería una reflexión y estudio serio en colectivo para proporcionarnos los conocimientos y habilidades para entrar provechosamente en el debate social acerca de cómo evaluar a la evaluación y por supuesto a los evaluadores. De entrada si evaluamos a la evaluación ya tenemos la posibilidad de cuadrar la balanza desde el verticalismo hacia el equilibrio dónde todos nos veamos a la misma altura. Tratemos de comprender cómo es que una intelectual de la estatura de Sylvia Schemelkes se presta a esos juegos que politizan a la evaluación y la denigran más que la honran por sus servicios a este país. Eso solamente lo lograremos

evaluándola como evaluadora más allá de las descalificaciones que son producto de la emotividad pura.

El saldo del año 2015 para los docentes y para los trabajadores y pueblo en general es desfavorable bajo el régimen de Peña Nieto. La represión característica de este sexenio, la caída del poder adquisitivo, los crímenes de Estado en los que vamos atando cabos, la corrupción y el cinismo sin límites, no dejan duda de que hemos cruzado la primera mitad de un gobierno de hambre, terror y muerte. El autoritarismo y la cerrazón a su máxima expresión es el signo de quienes gobiernan al más alto nivel en México. Por sus procedimientos los conocemos y sabemos que no son capaces de bajarse de suTitanic; ahora nos corresponde ser el iceberg que les marque el límite necesario. 2016 puede ser un buen año para la desobediencia civil pacífica, para intentar el inicio de una época diferente en la que les cueste más trabajo a los malosos hacerse de nuestros recursos y de nuestras fuerzas de trabajo.

El próximo año vendrá cargado de esperanzas y buenos deseos, para hacerlos cercanos a la realidad se necesita algo más que esperar; se requiere -en serio- tomar parte en los asuntos que nos preocupan como grupo y como individuos para pasar de la infructuosa queja a la acción concertada para ir reduciéndose a los que promueven los males que nos afectan. En tiempos de Titanics no hay otra que retomar los icebergs de resistencia civil pacífica. He aquí algunas propuestas para discutir una posible ruta para la resistencia social de acuerdo a cada contexto local. En primer lugar se hace necesario identificar qué de lo que hacemos a diario beneficia a los tiranos. Si nos ponemos a pensar las tiranías se sostienen porque hacemos lo que a ellas les favorece, por ejemplo acudir a sus llamados para que utilicen nuestra presencia a su favor, votar de acuerdo a su esquema electoral en el que de todos modos gana lo que a ellos conviene, adaptarnos a las modas y modos de consumo que diseñan para nosotros, vivir al estilo que nos inducen. Visto así, su sistema de dominio de desbarata si empezamos a dejar de hacer lo que ellos conviene. De esta manera el boicot se convierte en un instrumento magnífico para la resistencia en cualquier situación de dominio y tiranía. Un grupo social mínimamente organizado debe ser capaz de ponerse de acuerdo al menos en lo que pueden empezar a dejar de hacer.

En segundo lugar sería importante adoptar el concepto de autodefensa como programa de protección civil organizada; es decir, se trata de las acciones básicas para protegerse por ejemplo de los abusos en los cobros de impuestos acordando acciones de no pago hasta no negociar un cobro razonable y proporcional. Autodefensa significa dejar de esperar a alguien que nos venga a defender o a resolver lo que nos aqueja, es convertirnos en los gestores para solucionar nuestros propios problemas demandando a quien corresponda el cumplimiento de sus obligaciones. La autodefensa vale en toda acción comunitaria recuperando el sentido colectivo de hacer las cosas para el beneficio común. Tiempos los nuestros de aislamiento y de individualismo es un tanto difícil el proceso, pero al parecer no hay otra alternativa al embate de las corporaciones y los gobiernos neoliberales. Desde la escuela podríamos educarnos en las acciones colectivas para las pequeñas tareas y después para las de mayor trascendencia.

Los ciudadanos tenemos el derecho a ser vigilantes de las acciones de gobierno a cualquier nivel, para eso podemos constituirnos en grupos de observación ciudadana que supervise, cuestione, proponga, denuncie y actúe en beneficio común. Se acabó el tiempo de dejar la política a los políticos. El asunto es de todos o de otra manera iremos de mal en peor. El reto es combinar de la mejor forma el derecho a ejercer la propia individualidad y a la vez no desatender el área de interés social en nuestra localidad y en los demás niveles sociales. Nos quieren engañar con la falsedad de que sólo vale el ámbito personal y que cada quien puede atender sus necesidades olvidándose de los demás. Por eso estamos atrapados en la imagen de ser felices en lo individual sin importarnos el bien social. La realidad es que nadie puede ser feliz en medio de tantos males y abusos contra las personas y contra la naturaleza; no existen las burbujas mágicas dónde podamos estar resguardados de los males de allá afuera.

El siguiente paso puede ser la organización grupal para el desarrollo de proyectos de colaboración entre ciudadanos, gobiernos-ciudadanos, educadores-padres de familia-directivos, etcétera. El método de proyectos puede ayudar a que los niños y jóvenes se eduquen en la perspectiva de la colaboración antes que en la de competencia de todos contra todos. Para eso los maestros tienen que ser sus mejores precursores.

Todo esto significa que no debemos quedarnos en la desesperanza o en la actitud de evasión de la realidad. Que podemos aprovechar cada periodo que comienza para repensar y redireccionar nuestros procederes. Que los Titanics son como los gigantes con pies de barro, que para todo veneno hay un antídoto o lo que es lo mismo que “a cada santito se le llega su fiestecita”. Bueno es saberlo, pero mejor es intentarlo ayudando a que la luz de un nuevo día o la realidad de mundos distintos se empiece a dibujar.

27 DE DICIEMBRE DE 2015.

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