En México se opta por el cambio
Por EDILBERTO NAVA GARCÍA / MASEUAL
Chilpancingo, Guerrero, México, 7 de junio de 2022.- Luego de elecciones simultáneas de gobernadores, congresistas locales y alcaldes en seis entidades del país, los surianos podemos ya sentarnos en torno una mesa y analizar los resultados. Hay quienes se sorprenden de los resultados o mejor dicho del crecimiento del partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) que en sólo siete años ha logrado ganar en veinte entidades de las treinta y dos que conforman nuestra nación.
Y es que México, visto en lo político tiene muchas aristas. No es sólo decir que los pobres se expresan mediante las urnas contra un régimen que complace y apapacha a unos ricos que cada día son más ricos, como se identificó durante muchos sexenios con un PRI que se apropió de los cambios generados por la revolución contra el porfiriato; revolución armada que fue inmediata a un fraude electoral con el llamado apóstol de la democracia, Francisco i. Madero.
Sin embargo el resultado de las urnas no ha de verse únicamente como piensa o desea determinado sector de la población con derecho a voto. Son muchos factores que están en juego a la hora de votar. Aunque en el fondo en una elección federal que no sea intermedia se decide el destino inmediato de la nación, es claro que en las elecciones estatales la diversidad de intereses se reduce notoriamente. Sólo por hacer alguna comparación: Quintana Roo y Aguascalientes son dos entidades quizá muy disímbolas en superficie, ubicación, población, en recursos naturales y al carácter de sus habitantes. La única similitud circunstancial de ayer entre ambas fue la jornada electoral que vivieron sus ciudadanos. Sus intereses económicos y sus recursos son tan distintos que sin embargo están ligados al desempeño de las organizaciones políticas. En el caso de Aguascalientes, Morena, al parecer no logró alzarse con la victoria, aunque triunfos ha habido que se convierten en derrotas en los tribunales electorales.
El mérito del nuevo partido que se encamina a ser hegemónico, es que surgió de la oposición democrática. El PRI que inició como PNR, en cambio, debió su formación a una decisión gubernamental, cuando el “Jefe máximo”, Plutarco Elías Calles, no siendo ya presidente de la República decidía de todas formas el destino de la nación. No olvidar que los primeros fondos monetarios para que la organización política pudiese actuar, se estableció una aportación a la burocracia federal de ese entonces, pero también a organizaciones filiales se les pedía cooperaciones para el funcionamiento del naciente partido.
La formación de Morena fue muy distinta; surgió en otro tiempo y en otras condiciones. Los antecedentes más remotos se ubican en la escisión priista previa a las elecciones de 1988, con una corriente de priistas que buscaban reformas al interior de su partido, pero que no fueron escuchados. El Frente Democrático Nacional fue la primera forma organizativa que sumó no sólo a priistas sino también a otros de la izquierda moderada. Vino luego el PRD que aglutinó a partidos de izquierda que hacían vida política gracias a la reforma de los tiempos de López Portillo. En doce años, más o menos, crecieron los partidos de Acción Nacional y el de la Revolución Democrática, aunque el primero vivía en realidad un amasiato con el viejo régimen priista.
Ha sido el nombre del actual presidente, quien con su lucha constante por figurar en las boletas en tres elecciones presidenciales lo que ha forjado una idea próxima a la redención del pueblo mexicano. Su empeño contra la corrupción, la impunidad y contra el crimen organizado fue penetrando a lo largo de tres sexenios en la mente de muchos mexicanos, quienes en 2018 le dieron un triunfo muy difícil de destruir en tribunales. De ahí que en sólo cuatro años Morena haya avanzado tanto desde los puntos de vista territorial y poblacional como ningún otro partido lo ha hecho en décadas. El próximo año habrá elecciones en el Estado de México y en Coahuila, y por mal que le vaya a Morena, sin duda ganará uno de ellos.