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Opinión

UNA ESCUELA PÚBLICA PARA EL DICHOSO UNO POR CIENTO

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Por JOSÉ LUIS FIGUEROA GONZÁLEZ / MASEUAL

18 / Enero / 2016

Jojutla, Morelos, México.- Como haciéndola de emoción y suspenso, el secretario de la educación pública mexicana, Aurelio Nuño Mayer sigue soltando pistas de lo que hará, según él, al 2016 el año fundamental para la implantación de la reforma educativa. Vienen tiempos de novedades como aquella de que las escuelas pueden ejercer su “autonomía” para regular el calendario escolar de acuerdo a sus necesidades, el impulso a los Consejos Técnicos Escolares para la participación de los maestros y a los Consejos de Participación Social para mover a los padres de familia. Entre todo aparece un énfasis remarcado en lo que se llama la vinculación de las escuelas con las demandas del mercado laboral; lo que si bien no tiene nada de nuevo, amerita revisarse muchas antes de aceptarlo como mantra de la escuela que pretende arrancar a partir del próximo 25 de enero el señor Nuño. Para los padres de familia y hasta para maestros pudiera parecerle muy natural este énfasis de la escuela atenta a los requerimientos del mundo globalizado. La inserción de los hijos o de los alumnos en las actividades productivas ha sido siempre un anhelo para la formación de hombres y mujeres de “bien”. Sin embargo, el simplismo de verlo todo tan automático nos puede hacer perder de vista las raíces de los problemas que encierra la concepción de la escuela pública si más que su aplicación al contexto económico. Es éste uno de los embrollos que cuesta trabajo desentrañar porque casi nadie quiere detenerse en revisar el porqué de las cosas. La fórmula “yo mando a la escuela a mi hijo para que obtenga un título y de ahí un buen trabajo” dejó de funcionar hace varios años, pero preferimos no darnos cuenta.

El sentido de la escuela pública se viene pervertido desde que el fundamentalismo de la economía neoliberal se viene implantando en todos el mundo desde hace más de treinta años. Una escuela pública es la que se ganó por medio de la lucha social y la sangre de mártires para obtener un mecanismo que garantizara la justicia social y otra escuela pública es la que el Estado configura para ponerla al servicio de los poderes económicos de adentro y de afuera, según conveniencias de gobernantes y empresariado de alto nivel. Si no se consigue ver la diferencia entonces cometeremos el error de confundir las cosas y no darnos cuenta que la escuela pública no es un ente abstracto y neutral, si no un mecanismo que bien puede ser fuente de una formación liberadora para el desarrollo integral de la personalidad humana o un instrumento de control y de instrucción para adaptarse al estado de cosas dominante.

Una forma de ir más allá de la ingenuidad y de la simpleza es la relación que podamos hacer entre sectores del espectro social, en este caso la relación de la economía y la educación. De acuerdo al informe de la organización Oxfam, con sede en Londres y que agrupa a unas 17 Organizaciones No Gubernamentales que se proponen acciones para combatir la pobreza, titulado Una economía al servicio del uno por ciento, elaborado con motivo de la próxima reunión del Foro Económico Mundial en Davos como cada año en el mes de enero, el problema central es que hoy en día el 1% de la población en el mundo concentra mayor riqueza que el restante 99%. Mediante fundamentos expuestos en diversos datos y en gráficas, Oxfam plantea que la desigualdad ha ido en crecimiento acelerado a favor de las minorías que concentran la riqueza en el mundo. A base de triquiñuelas como la manipulación del sistema financiero, especulando con el capital, depositándolo en los llamados paraísos fiscales para evadir impuestos y sacar la mayor ventaja posible, los inversionistas se llevan de calle a los profesionistas y por supuesto a los trabajadores. Oxfam denuncia que las reglas se ponen a su servicio permitiéndoles aprovecharse del amiguismo entre empresarios y gobernantes así como de los procesos en los que se privatizan los bienes de las naciones. Los resultados son cifras como la de los 4 mexicanos que reúnen una riqueza que representa el 9% del Producto Interno Bruto; otro es el hecho de que en el año 2010 eran 388 los multimillonarios que concentraban mayor riqueza que la mitad de los habitantes del planeta y en 2015 esa cifra bajó a 62 potentados. Otro dato es que en México más de 50 millones de personas se encuentran en la pobreza, a pesar de que se han logrado algunos avances de los que se vanaglorian políticos y empresarios de élite. También conviene saber que en los últimos 25 años la población más pobre del planeta –un 10%- ha recibido como aumento de sus ingresos lo equivalente a unos tres dólares al año o unos centavos al día.

Winnie Byanyima que es la directora general de Oxfam, asistirá del 20 al 23 de enero a Davos Suiza para intentar sensibilizar a los líderes mundiales para que se reduzca la brecha entre los más ricos y los más pobres. Los tratará de convencer para que hagan lo necesario para ponerle fin a los paraísos fiscales y se evite por ejemplo que de África se escapen los 500 mil millones de dólares que andan escabullendo el pago de impuestos. Llamará al pago de salarios dignos para los trabajadores, el respeto a los derechos laborales de las mujeres, el control de las élites más poderosas modificar el sistema de investigación y desarrollo para evitar que los medicamentos resulten inaccesibles a los países más pobres; además se pronunciará porque el pago de impuestos se palique con reglas justas y equitativas. Buenos y loables propósitos que se deben hacer por no dejar pero que apunta de bellas declaraciones no se vislumbran resultados favorables para el 99%.

En el centro del asunto está un sistema de desigualdad brutal, es lo que llama el magnate George Soros: ”fundamentalismo del mercado”. Ya de plano hasta entre multimillonarios hay discrepancias e inconformidades y algunos como Soros ven en la filantropía una salida a su mundo de billetes que los asfixia. El punto es que la desigualdad y la codicia que priva en el manejo de la economía y de las finanzas, tiene asustados a propios y extraños de modo que existen varios llamados a recomponer las cosas. Otro ejemplo es que para el pago de impuestos se buscan estrategias que descarguen el peso en los trabajadores o consumidores; tal es el caso de aumentar la contribución aumentando el Impuesto al Valor Agregado que pega directamente a los consumidores y no descuenta ganancias a los empresarios. Uno más es el caso del sector textil –mencionado en el informe de Oxfam- que se aprovecha cruelmente de pagar bajísimos salarios y en particular de la explotación del trabajo de las mujeres. Esto es, la desigualdad está llegando a límites inconcebibles y las consecuencias son de pronóstico reservado.

Lo anterior no se dice ni menos se reconocerá en el proyecto de la “escuela nueva” de Nuño. Como si la cuestión fuera ajena se plantea simplemente procurar que la escuela se vincule a las necesidades del mercado laboral; lo cual significa ponerla al servicio del dichosos uno por ciento. ¿Esa es la escuela que queremos?, la escuela del desorden económico a favor de las minorías privilegiadas. La cultura de la adaptación al modo de vida predominante por encima de atender las necesidades reales de formación para encontrar alternativas a este desquiciado mundo. ¿De qué se tratará la participación de los padres de familia como no sea la búsqueda de recursos para sostener a las escuelas?, ¿serán acaso los maestros profesionales autónomos de la educación con la capacidad de tomar decisiones pedagógicas significativas. Las acciones más recientes de Nuño Mayer no nos permiten suponer en positivo sino todo lo contrario. Habrá que estudiar bien la propuesta de “escuela nueva” del señor secretario, hay que detectar las rendijas que permitan actuar de un modo distinto al que favorece al dichoso uno por ciento.

Caso distinto sería empezar a ver por dónde y cómo construir una escuela pública para la solidaridad entre pares y para el desarrollo artístico-intelectual de alumnos y profesores. Desde las escuelas no se van a resolver los grandes problemas sociales como los que denuncia Oxfam, pero se puede empezar a reconfigurar al sujeto y grupos de niños y jóvenes preparándose para hacer de este mundo feo algo menos feo, como dijera Paulo Freire. Para ese fin es de considerar que de los males que provoca la desigualdad económica a todo el planeta, no se salvan ni los más ricos, ni los más poderosos. Por momentos se meten en sus burbujas de riqueza y placer, pero siempre con la desconfianza de que vengan las turbas de desarrapados a quitarles “lo que tanto les ha costado ganar”. Podrán dormir con el estómago lleno de suculentos manjares y reposando en colchones de plumas pero no podrán evitar las pesadillas de viéndose vivir en una ciudad perdida. El asunto no tiene vuelta porque tarde que temprano el ser humano deberá a verse a sí mismo en el centro de tantas contradicciones y antagonismos para encontrar una respuesta o las condiciones reales lo obligarán a reconsiderar. Eso no lo puede ignorar un modelo de escuela que se considere nueva so pena de perderse entre otros tantos intentos fallidos por falsos o hipócritas.

En conclusión el uno por ciento dichoso deberá retomar el rumbo, la escuela pública deberá tener un sentido de beneficio para la mayoría porque lo público es del pueblo por más que le duela a los energúmenos que encabeza el patrón de muchos funcionarios de la SEP; ni reclamos, ni aplausos de Claudio X González pueden guiar a la educación en pública México, sólo la necesidad y expectativa real del pueblo que con  su trabajo hace posible la existencia de un sistema que se supone destinado al servicio social.

No queremos, no necesitamos, rechazamos una escuela pública al servicio del uno por ciento más dichoso del mundo. Necesitamos autoridades responsables cuya conciencia nacional les permita verse en los problemas y en las tareas de la sociedad a la que se comprometieron servir; necesitamos maestros con ganas de intelectualizarse para comprender y explicar estos asuntos desde su raíz y con claridad de expectativas. Nos sobran los políticos corruptos y entreguistas. Nos sobran maestros conformistas y manipulables, individualistas y confundidos por el éxito personal. La historia es lenta pero algún nos juzgará a todos y nos colocará en el lugar merecido, a tiempo estamos de tratar de entenderlo y de reanudar el camino.

 

 

 

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