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Opinión

EL TESORO PERDIDO DE LOS MAESTROS JUBILADOS

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Por JOSÉ LUIS FIGUEROA GONZÁLEZ / MASEUAL

Jojutla, Morelos, México.-  Con un aire de la autoridad que suelta una palmadita en el hombro al empleado que se retira por años de servicio cumplidos, una Asesora Técnico Pedagógica (ATP) de educación especial firma con el nombre de María del Rosario Ramos Cuevas un artículo de opinión titulado “El cofre de tesoros del maestro jubilado”; el cual, por su estilo y contenido, me sorprendió ver publicado en la Jornada Morelos el miércoles 17 de febrero pasado. El artículo en realidad es un discurso para despedir a maestros que iniciaron su jubilación en el año 2015. Y como es común el texto está lleno de expresiones para adular sin mayor fondo que apelar a la emotividad; una serie de frases como: “Si juntásemos cada propósito planteado y alcanzado en el trabajo de cada niño y con ello cada peldaño de sus vidas en el que estuviste con él para ayudarle a subir (sic), seguramente ya hubieras construido una escalera tan alta como para subir al cielo que es donde anidan los sueños. Tu mirada dirigida hacia el cielo pensando en los sueños de otros, construyendo propósitos como escalones y conquistando logros como pasos.” Lenguaje de fantasía que no alcanza para encubrir la realidad del profesor en servicio o jubilado. A pesar de tantas vicisitudes que hemos compartido como educadores todavía no aprendemos a hablarnos con franqueza, precisión y realismo. El artículo en cuestión se desborda en frases de ese tipo que seguramente arrancaron aplausos para quedar todos en la complacencia de que se despidió a los compañeros con los honores que se merecen. El texto los despide mandándolos a disfrutar de la vida y a resguardar el “cofre de tesoros” que son sus recuerdos: “Es momento de andar sereno, de ir en dirección a tus propio sueños, de escribir tus propias páginas, de subir tus propios peldaños, de asegurar tu diversión y disfrutar de todos tus recursos. Te confieso que este nuevo camino tampoco está libre de tropiezos pero creo que ya tienes experiencia, ahora anda, recórrelo, disfrútalo, vívelo feliz e intensamente y de vez en cuando párate a la orilla y abre tu cofre de tesoros”.

El problema es que muchos maestros jubilados parecen estar creyendo en este concepto de la jubilación como descanso merecido y disfrute a plenitud. Da curiosidad esta situación porque quien se jubila en esta época viene de la raíz de un magisterio luchón, rebelde, combativo. Segundo, causa interés ver cómo embonan perfectamente estas ideas del artículo citado con el afán del gobierno en turno por desactivar lo más pronto posible a ese magisterio de lucha. El verdadero valor del maestro jubilado se ha trastocado en la imagen de un ex empleado al que solamente le queda “disfrutar” de su retiro en el ocio y en los asuntos personales. En esto tiene que ver, por supuesto, el trato que el maestro jubilado se da así mismo creyéndose eso de los merecimientos, del justo descanso o las complicaciones por falta de salud. Si tomamos en cuenta la relativa juventud, ánimo y estado general con el que se jubila una mayoría de maestros, lo que sucede realmente es que estamos ante un desperdicio de las habilidades, conocimientos y experiencias que representan su verdadero valor. Los recuerdos son importantes para sustraer sapiencia y energía para actuar, no un mero regocijo para vivir de la añoranza. El punto es que no se puede aceptar esto de ser maestro por el periodo de tiempo que dicte una ley o norma cualquiera; se es maestro de por vida o solamente se representó un papel para la sobrevivencia y para la obtención de ciertas prestaciones. Por eso resulta inaceptable manejar la figura del maestro jubilado como el ex trabajador cansado al que sólo le queda “abrir su cofre de recuerdos” de vez en cuando y disponerse a “disfrutar de sus recursos”; paseos, recreación, entretenimiento y alguno que otro reclamo de bonos en peligro de extinción.

Con toda intención oficial, las potencialidades de los maestros jubilados se pretenden pasar por alto para cambiar lo más rápido posible la página hacia la instauración de la educación neoliberal a ultranza. Ahí ya no cabe el maestro jubilado con sus ideas en defensa de la educación pública o el sentido social con el que desempeñó su función. Se aplica el utilitarismo o pragmatismo de tirar la cáscara del limón

que ha sido exprimido. Se invita al aislamiento de los asuntos personales y la dulce recreación donde ya no hay un más allá o sólo hay el más allá. El artículo de referencia debió titularse “Te jubilas y te vas”, en lugar de andarse con frases saturadas de azúcar. Quedan perdidas las posibilidades de que los maestros jubilados compartan sus conocimientos y experiencias mediante proyectos pedagógicos y culturales, en el limbo del un ambiguo reconocimiento. Así se asegura el aislamiento que impide construir el puente entre maestros jubilados y maestros de nuevo ingreso, tan necesitados del esclarecimiento de su propia situación.

Dicen los educadores cubanos que la jubilación se debe entender como la jubil-acción o sea la comprensión del cambio de etapa pero no en el sentido del aislamiento por más divertido que se prometa. El descanso es indispensable siempre y para todos, pero sólo es un momento para acumular energía y seguir en proyectos de contenido sustancial. La diversión es una condición para el descanso mental en todo tiempo y lugar que no se puede dejar para el último momento. Lo asuntos personales no nos esperan a estar jubilados para cumplir el deber de atenderlos. En fin, se requiere quitar el velo del feliz encubrimiento con el que se quiere dorar la píldora de la jubilación. Se requiere sostener la dignidad magisterial hasta el último aliento. Y sobre todo urge reintegrar todo lo valioso de los maestros jubilados a la causa social por una educación a favor del desarrollo integral, la democracia, la convivencia pacífica y un mundo de mejores posibilidades para los desfavorecidos. El propio magisterio jubilado no puede perderse en un falso regocijo por la sencilla razón de que sobre pensiones no hay nada asegurado; nadie desea llegar a situaciones desesperadas como las de Grecia y otras partes del mundo. Lo mejor es poner barbas a remojar.

Para superar los discursos felices pero falsos, es importante considerar la reconceptualización del maestro jubilado. No podemos quedarnos en la idea de un personaje que se refugia en el egocentrismo o en el aislamiento. La jubilación bien puede ser entendida como la oportunidad para nuevas acciones pedagógicas ajustadas a nuevas condiciones personales y sociales. El maestro jubilado como la biblioteca o el cofre de recursos, conocimientos y experiencias a la disposición de niños, jóvenes y nuevos maestros. Con esto se tomaría conciencia de que existen alternativas para resignificar el sentido de ser maestro jubilado con respeto total a las condiciones e intereses de cada quien. Las agrupaciones de jubilados no pueden quedarse en las actividades entre sí y para sí; se necesitan organizaciones menos burocráticas, menos retraídas y mucho más de enfoque y acción social. En cualquier sociedad que aprecie sus tesoros, las personas mayores son de alto aprecio y no menospreciadas como enseña esta sociedad utilitarista. Se está perdiendo la oportunidad de aprovechar a los mayores jubilados como asesores de los principiantes. Las historias de vida de los maestros jubilados es otro tesoro olvidado en un rincón; se requieren talleres y otros apoyos para recuperar las historias de vida de maestros que están en peligro de quedar en el olvido. Detrás de la aparente vida cómoda del maestro jubilado se está quitando la revaloración social que, sea por merecimiento o por necesidad, requerimos más que nunca.

Para caminar hacia la reintegración del maestro jubilado en el proceso de unidad popular en defensa de la escuela pública, hace falta no perderse entre ánimos trastocados que pretenden influirnos para dejar de hacer y dejar pasar. De discursos aduladores nos pretendieron alimentar para que no protestáramos por las malas condiciones de vida y de trabajo del magisterio y para que participáramos en las acciones dictadas desde la “superioridad” de buen modo y sin chistar. Esa táctica es muy pobre y hasta el más desentendido la comprende y se tiene siempre listo el antídoto de la simulación y la indiferencia. Sin embargo, también ha quedado probado que a nadie le hace bien mantenerse acechando la oportunidad de escaparse de los compromisos y de aprovechar al máximo las ventajas posibles. Décadas perdidas y

las que faltan si no tomamos en serio el asunto de hacer un frente común, político pero también pedagógico; sumamente pedagógico, que permita percibir rayos de un amanecer, permitiéndome la metáfora.

Mientras no rompamos el aislamiento entre maestros jubilados y en servicio a través de foros pedagógicos que recuperen los mejor de cada experiencia, seguiremos en la perspectiva de que cada quien vea por sí mismo. Mientras los investigadores no miren un poco más abajo de lo que les exige hacer su afán de acumulación de puntos para el currículum, estaremos viendo perder la riqueza de la sabiduría de los que tienen la experiencia de 30 y más años de vida en las aulas. Mientras no nos apropiemos, desde la base, de la capacidad de construir y desarrollar proyectos pedagógicos de sentido social, quedaremos atrapados en la zona de confort que nos impide pasar a trabajar por el cambio que reclamamos día con día.

Se debería agradecer la intención de la articulista de la Jornada Morelos pero su texto queda para los que pintan cuadros para la complacencia de propios y extraños. La intención puede ser buena en lo superficial pero es desalentadora en lo esencial. Para que ya no nos hablen como a menores de edad es bueno considerar que debemos comportarnos como mayores de edad. Un tesoro se nos va de las manos y casi nadie dice ni hace nada. Se espera que el primero en reaccionar sea el propio maestro jubilado; en la medida en que se haga o no, mostraremos con qué sentido de ser nos dejó el tiempo laborado y si todavía es posible creer en el transformador de personalidades que todavía recordamos.

 

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