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Columna

MÉXICO DEL NORTE

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Por Jorge Mujica/MASEUAL

 31/Marzo/2016

Números y Crímenes

Chicago, Illinois, Estados Unidos de America.-  El Instituto Nacional de Migración, la Migra mexicana, acaba de dar a conocer un montón de números de deportados. En esta ocasión no de los sin papeles que México ha deportado, sino de los que Estados Unidos deportó y que entraron o fueron entregados por las garitas de Tijuana.

          El número total de 2015 es de 55 mil 975.

    Algunos números son interesantes, como que uno de cada tres deportados son  solamente de tres estados, Oaxaca, Michoacán y Guerrero. Oaxaca tuvo un 14 por ciento; Michoacán un 13 y Guerrero el 11. Otros estados con altos porcentajes son Jalisco y Sinaloa, con 7 por ciento cada uno; y Puebla, Baja California, Chiapas, Guanajuato y Veracruz, con entre el 4 y el 6 por ciento cada uno.

          Por cierto, un 83 punto 2 por ciento son hombres, y solamente un 12 por ciento mujeres, lo cual habla muy bien de nuestras compañeras indocumentadas.  Por lo visto no son tan fáciles de agarrar, son más cuidadosas o menos brutas que sus contrapartes.

Pero la cifra que más me llama la atención es la de los llamados “criminales” deportados. Y hacemos notar que “criminales” va aquí entre comillas… Un total de 8 mil 748  personas llegaron a la garita directamente desde las cárceles gringas. Son los (de nuevo entre comillas) “criminales”

          Un 42 por ciento de ellos fueron arrestados por delitos de posesión o tráfico de drogas, robo, secuestro y tráfico de personas, pero un 58 por ciento solamente por faltas administrativas, es decir, reinternación ilegal, haber entrado ilegalmente más de una vez con mala suerte, porque los agarraron dos veces o más. Otros fueron arrestados y deportados por manejar en estado de ebriedad, manejar sin licencia o bajo el influjo de drogas.     Y aún entre los “criminales”, los “crímenes” cometidos son realmente poco graves en la mayoría de los casos.

          Sin justificar a los borrachos, resulta que casi el 60 por ciento no eran realmente criminales. Sin embargo, son la justificación permanente de Barack Obama, quien insiste en que no está separando familias ni deportando trabajadores, sino criminales.

 Compasión Cínica

      Es una justificación terriblemente cínica. Y lo digo porque el martes Obama conmutó las sentencias de 61 prisioneros, y abogó por cambios en las leyes de sentencias a los criminales no violentos. “Nuestras sentencias son inadecuadas”, dijo para gente “que en su mayoría cometieron crímenes menores de drogas”. “Estados Unidos es una nación de segundas oportunidades”, insistió, y terminó diciendo que “Mientras sea presidente voy a seguir trabajando para restaurar el sentido de la justicia”.

          Entre los perdonados, solamente para establecer comparaciones, están Ismael Rosa, músico adicto a la cocaína, con dos sentencias por conspiración con drogas; Carol Denise Richardson, parte de un cartel de cocaína, y Jesse Webster, miembro de otro cartel.

          Otros perdonados, a los cuales se les conmuta la sentencia y quedarán en libertad a finales de julio, fueron encontrados culpables de traficar y conspirar para distribuir heroína, PCP, posesión ilegal de armas durante un período de libertad bajo palabra, posesión y distribución de anfetaminas, venta de pasta para fabricar crack, basado en heroína.

          En enero de este año, perdonó también a tres empresarios, acusados de fraude financiero internacional, traducido generalmente como lavado de dinero, y un mes antes a Jon Dylan Girard y Melody Eileen Homa, acusados ambos dos de hacer, usar y distribuir dinero falso.

          Otros perdonados por Barack incluyen a Roy Norman Auvil, acusado de manufacturación ilegal de licores, Bernard Bryan Bulcourf, también falsificador,

          Ninguno es un crimen terrible, si se considera que la manufactura y distribución de drogas no es “terrible”, y ninguno pone en peligro la seguridad nacional, y por eso Obama se apiadó de ellos. Dice que las sentencias son extremas para el pequeñito crimen cometido.

          Obama ha dicho varias veces que hay que reducir las sentencias por crímenes menores, pero el problema es que solamente aplica su compasión a los ciudadanos. A los inmigrantes no. A ellos, hay que aplicarles todo el peso de la ley y no tienen chance de perdones presidenciales.

          Es cosa de ley, porque es la ley de inmigración la que castiga con la deportación por esos crímenes menores, pero el presidente tiene la facultad de conmutar las sentencias y de dejar en libertad bajo palabra a los ofensores.

          Es cosa, entonces, de criterios. Ciudadanos sí, inmigrantes no.

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