Por ALEJANDRO CÁRDENAS SAN ANTONIO / MASEUAL
Cuernavaca, Morelos, México, 21 de octubre de 2025.- La frase: “Que la Nación te lo demande” es el corazón de un juramento, un juramento de compromiso con la Nación, no es solo una advertencia legal, sino un recordatorio moral: un cargo público no es solo un privilegio, sino una encomienda para verdaderamente servir.
El servidor público responde: “Sí, protesto”, sellando un compromiso que, de incumplirse, lo hará responsable ante la ley y la sociedad. Sin embargo, este juramento no siempre se traduce en hechos, no alcanza en la mayoría de casos sanción, pero su fuero, sí que cobija impunidad.
“¿Protesta guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo que el pueblo le ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión? Si no lo hiciere, que la Nación se lo demande”.
Y obvio, el servidor público responde “Sí, protesto”.
Pronunciada ante autoridades y testigos, esta expresión subraya que el pueblo mexicano será el juez último del desempeño del funcionario y el protocolo varía según el cargo —desde presidentes hasta legisladores o jueces—, pero siempre con esta promesa se busca formalizar la lealtad al país y sus leyes.
En México, la toma de protesta de un servidor público es mucho más que una formalidad: es un acto solemne que encarna el compromiso de quien asume un cargo con el pueblo y la Nación.
Sin embargo, nuestra historia mexicana está marcada por casos de servidores públicos que, lejos de honrar su palabra, tergiversan su función y confunden el servicio con la oportunidad de acumular poder o riqueza.
Como dijimos líneas arriba, ejemplos hay decenas donde a estos servidores públicos los cobija la impunidad. Muchos van por la calle saludando a diestra y siniestra igual a desfile cívico-deportivo o reinas de la primavera.
Para ellos, a pesar de las decenas de evidencias corruptas, pareciera que “la Ley no es la Ley” y reaccionan ante los reclamos, como si la legislación fuera una etiqueta con manufactura de broma pesada y mal gusto.
Cuando un funcionario cree que el cargo es un patrimonio personal, no solo incumple su juramento, sino que erosiona la confianza en las instituciones.
Estos casos son una traición al espíritu de la protesta, que exige actuar “por el bien y la prosperidad”.
En el protocolo de tomar protesta de un cargo, viene la firma de un acta que suele cerrar el compromiso para dejar constancia de esa promesa hecha, pero…
Es lamentable que, en lugar de ser guardianes de la Nación, algunos servidores públicos se conviertan en sus detractores, olvidan que el pueblo, tarde o temprano, les demandará cuentas.
La frase “que la Nación te lo demande” no es solo ceremonial; es un eco que resuena en la conciencia colectiva y exige responsabilidad y justicia.
Este ritual, profundamente arraigado en la tradición de nuestra Republica, tiene sus orígenes en la Independencia y se consolidó con la Constitución de 1917, marcando el inicio de una responsabilidad que trasciende lo personal para convertirse en un pacto con la sociedad.
Históricamente, la práctica deriva de los juramentos coloniales de lealtad al rey y hoy, la Constitución actual, en su Artículo 87, establece la fórmula para que un Presidente de la República tome protesta y es de ahí, -de esa base-, que para otros cargos públicos se retoma, se siguen lineamientos semejantes y se elabora una versión similar.
Este juramento, exige rendición de cuentas, no solo ante las leyes, sino ante el pueblo que deposita su confianza en sus líderes. Cada decisión tomada en un cargo público debe reflejar un compromiso con los valores y necesidades de la Nación.
Que no se nos olvide. Esta promesa subraya la idea de que el servicio público no es un privilegio para el beneficio propio, sino una oportunidad para construir un futuro mejor para todos.
Y si no es así, entonces: “Que la Nación te lo demande”
Más historias
Cuidado con el cáncer de mama
AVANCE EN TRATAMIENTO DE CÁNCER
Los cínicos públicos del poder