Por ALEJANDRO CÁRDENAS SAN ANTONIO / MASEUAL
Cuernavaca, Morelos, México, 29 de septiembre de 2025.- El “Caldo de Rana” es el síndrome de normalizar y adaptarse a los daños sin darse cuenta.
Es una metáfora psicológica que describe cómo las personas se amoldan gradualmente a situaciones perjudiciales, como relaciones tóxicas, entornos laborales opresivos o hábitos dañinos, sin reaccionar hasta que el impacto en su bienestar mental, emocional o físico es significativo.
Aunque es una analogía, refleja un fenómeno humano común y alarmante; la imagen proviene de un relato hipotético: una rana colocada en un recipiente con agua fría, -ese es su hábitat temporal- y ese recipiente, se encuentra sobre un emisor de calor que va aumentando lentamente la temperatura de su hábitat y -lo curioso- es que la rana no percibe el peligro porque los cambios los va normalizando y por esa falsa resiliencia, termina hervida y ni siquiera intentó escapar.
O al menos, si en último momento, lo hubiera pretendido hacer, -por la repentina conciencia de su entorno inmediato en el agua hirviendo-, sería imposible.
En un par de palabras: está en su propio caldo. ¡Jodida!
Este síndrome, ilustra claramente, cómo normalizamos circunstancias adversas al acostumbrarnos a pequeños cambios negativos. Por ejemplo, en una relación de pareja, los primeros signos de manipulación o menosprecio pueden parecer insignificantes. Con el tiempo, estos comportamientos se intensifican, pero la víctima, -ya adaptada-, los acepta como “normales”.
En el ámbito laboral, el estrés crónico o las demandas excesivas se convierten en responsabilidades propias, erosionando la salud mental sin que la persona lo note hasta que el daño es evidente y alcanza un punto de ruptura.
Desde la psicología, este fenómeno se explica porque se convierte en un hábito: el cerebro reduce su respuesta a estímulos repetitivos, incluso si son perjudiciales.
Factores como el miedo al cambio, la inseguridad o la falta de una perspectiva externa, refuerzan esta adaptación y por otra parte, las normas sociales, a menudo promueven la tolerancia al malestar, especialmente en culturas que valoran la resiliencia o el sacrificio personal y esto puede llevar a ignorar las señales de alerta, perpetuando el ciclo de entornos disfuncionales.
Las consecuencias son graves, ya que la persona no reconoce la necesidad de actuar a tiempo ni cuándo.
En un mundo acelerado como en el que estamos hoy inmersos, donde el cambio es constante, aprender a identificar y responder a tiempo a las señales de peligro puede marcar la diferencia entre sobrevivir y prosperar.
No se trata solo de escapar del agua hirviendo, sino de impedir que la temperatura sea insoportable y nos hierva y ahogue sin que lo notemos.
El síndrome de la rana en su caldo nos desafía a reflexionar sobre lo que aceptamos por costumbre y nos obliga a reconocer las señales de advertencia y sentimientos persistentes de incomodidad o pérdida de motivación, entre otros.
Detectar, actuar y corregir, es el primer paso.
Adviértase, que no me he enfocado ni mencionado temas políticos, donde el recipiente o la hoya, sería el país, un estado o un municipio y, el fuego, su sistema de gobierno; -aunque la metáfora alcanza perfectamente por su amplitud referencial-, y pues en este particular guisado, en una nación ilustremente democrática, lo paradójico es que cada quién puede ser su propio chef.
El libre albedrío o la necesidad, es lo que orilla a existir en la temperatura que acomoda el bienestar y da el sazón, a ese vaporoso y “suculento” caldo de realidad.
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