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Estado Opinión

LOS “MÉRITOS” DEL MAESTRO NUÑO

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PorJOSÉ LUIS FIGUEROA GONZÁLEZ / MASEUAL

*  De cuando la dignidad de ser maestro se confunde con estándares de productividad

Jojutla, Morelos, México, 28 de noviembre de 2016.-  Son pocas las instituciones que infunden tanto respeto a los mexicanos –y cada vez menos- como para detenerse a tratar de explicar qué es lo que ocurre en la esencia, en la concepción y en la visualización de aquello que magnetiza a los individuos de una sociedad. En México la imagen del maestro está imbuida en la espiritualización del patriarca, del sabio y el guía; una vinculación religiosa otorga al maestro la aureola que le otorga ascendencia sobre sus alumnos y sobre la comunidad. Hay autoridad moral en el maestro porque se le reconocen conocimientos y sobre todo capacidad y don de gentes; hay poder en el educador porque demuestra su habilidad para influir constructivamente en aquellos cuyas personalidades le son confiadas. Antes de ser maestro por grado académico lo es por su generosidad, su entrega, compromiso y claridad de principios. Es líder cuando la comunidad lo reconoce digno para ser representada por él; es consejero o terapeuta porque sus palabras sanan, así como sus acciones enseñan sin decir palabra. Visto como apóstol en el pasado poco a poco fue convirtiéndose en burócrata de acuerdo a un plan para la desarticulación del maestro con la comunidad. De burócrata a instrumento para la imposición de la educación empresarial es el paso que está por completarse en el presente. La disyuntiva actual es aceptarse como empleado subordinado o reivindicarse como sujeto transformador. No es poco lo que se juega, es nada menos que el Ser del docente y el destino de los educandos y la sociedad entera.

El papel de los maestros en la historia de México no tiene gran cosa que ver con los grados de máster o doctor; el término más bien apela a la grandeza de una figura egregia que se ha ganado a pulso el derecho y misión para orientar, enseñar, moldear, a la manera de los sabios filósofos de la antigüedad. Por eso ni compararse con el maestro Aurelio Nuño Mayer cuyos estudios en Oxford lo acreditan como un especialista en estudios latinoamericanos aunque no se sabe exactamente para qué le sirven esos conocimientos si sus deméritos lo empobrecen moral y políticamente a la vez que lo vuelven personaje chusco, tiro al blanco del sarcasmo popular y sujeto de probada ineptitud en el servicio público. Sólo a él se le pueden ocurrir impunemente cuanta barbaridad es posible que salga de su boca a manera de amenazas, planes perversos, bromas que se le salen de control, informes edulcorados, todo sin que su jefe inmediato se inmute. La arrogancia del maestro Nuño lo hace imaginarse muy lejos de los maestros de zonas rurales y lo vuelve un peligro constante en contra de la educación pública. La ignorancia del maestro Nuño es supina y únicamente él no se entera del papelón que hace en sus visitas a las escuelas donde hasta una niña le hace notar su mala dicción. Sin embargo, es el maestro Nuño quien se atreve a recomendar como mérito del maestro mexicano “ser el eje del cambio educacional” (La Jornada, 25 de noviembre de 2016) durante la firma del llamado Acuerdo Monterrey con los gobernadores de la zona Noreste del país para “impulsar la reforma educativa y lograr una educación de calidad”. Como siempre el discurso oficial vago, insulso, trata de ocultar la naturaleza de lo que se aplaude como “cambio educacional”.

De maestros trepadores como el tal Nuño se ha saturado el servicio educativo para la denigración del magisterio en su conjunto. El señor secretario busca su nominación a la candidatura presidencial y los otros pasar por encima de quien sea para que siempre salgan ganando ellos. De esos maestros no requerimos y al contrario estorban a las verdaderas acciones para mejorar la educación pública. Luego entonces, no puede aceptarse como mérito del maestro ser eje de un cambio llamado educacional diseñado para destruir su fuente de trabajo y para desarmar al sistema educativo nacional en beneficio de los que se frotan las manos pensando en el usufructo. Hablar de esos méritos es hablar de conceptos huecos que nada tienen que ver con los méritos del maestro, llamado así en términos de influencia en la transformación social.

En sentido contrario al lenguaje festivo de Nuño, una de sus aliadas lo contradice indirectamente cuando en su calidad de presidenta del Instituto Nacional de Evaluación Educativa presenta el informe denominado Panorama Educativo 2015 (Sylvia Schmelkes del Valle en La Jornada 25 de noviembre de 2016) donde señala: “El sistema educativo en general ha tendido a beneficiar más a quienes ya son beneficiados”. También agrega el dato de que 3.8 millones de niños no asisten a la escuela y que el rezago educativo es abrumador. No es que la doctora Schmelkes pueda ser reconocida como crítica del gobierno pues ella está al frente de la evaluación destinada a cancelar las plazas de los maestros de la escuela pública; lo que se hace notar es que el mérito que Nuño le pide a los maestros debería empezar por él y séquito que lo acompaña para modificar la alarmantes cifras desatención educativa. Pero no, en lugar de ganar méritos como los que pide tiene tiempo para exorbitantes ideas como la concentración de niños que asisten a escuelas rurales para brindarles un supuesto mejor servicio en escuelas equipadas y con todo lo necesario. Con un sentido práctico-utilitario la idea del secretario puede servir para ahorrarse en maestros y en infraestructura, que hasta donde le alcanzan sus especializados estudios. Lo que no considera está más allá de su sentido de lo intrínsecamente humano porque no demuestra contar con esa categoría de pensamiento. Desaparecer 100 mil pequeñas escuelas rurales por la sinrazón de ser pequeñas y estar dispersas no debería ser argumento válido para atentar en contra del arraigo, la identidad, la vinculación familiar y comunitaria, la cancelación de la escuela como centro de la vida comunitaria de 3.2 millones de niños. Esto huele más a imponer un criterio economicista que a un real interés por mejorar el servicio educativo en esas regiones. No se sabe cuántos maestros “sobrarán” con ese reajuste, pero sí se puede sospechar que algo se viene en contra de las comunidades que respaldan a los maestros rurales y en contra del magisterio en resistencia. En este caso, ¿cuál es el mérito del maestro Nuño?

Los traspiés de este delfín lo han llevado de un supuesto encarrilamiento para ser candidato presidencial en 2018 al lugar estelar de funcionario repudiado política y socialmente. Muchas voces insisten que los deméritos de Nuño lo hacen acreedor al despido inmediato de su puesto de poder en la administración pública. La ineptitud demostrada durante el conflicto magisterial que estalló el 15 de mayo de este año y que tuvo su mayor algidez el 19 de junio en Nochixtlán, Oaxaca, lo deberían tener fuera de la Secretaría de Educación Pública si

prevaleciera la lógica de la responsabilidad de los gobernantes ante la sociedad que dicen representar y gobernar. No se sabe cuánto daño más puede seguir ideando y tratando de aplicar este máster al que se debe mandar a leer y a reaprender lo mucho que le falta para ser funcionario de primer nivel.

Generalmente se piensa en inversión económica como el factor determinante para propiciar cambios en el sistema educativo. Es verdad que no se puede aspirar a grandes resultados en medio de graves carencias; por otra parte, si todo dependiera de la infraestructura educativa no habría explicación para los buenos y hasta excelentes resultados que se observan en varios casos de maestros y alumnos que laboran en condiciones materiales desfavorables. Nuño asegura que los maestros no deben preocuparse del recorte presupuestal en educación puesto que no afectará los salarios de los maestros; trata de barnizar la triste realidad de que no hay tela de donde cortar si se quieren resolver los problemas de infraestructura y equipamiento. Su papel es el de un torero que intenta quitarle la cornada a su patrón pero inevitablemente se enfrentará con la impotencia de no poder “poner al cien” lo que sus promocionales anuncian. Pese a todo, se comete un equívoco al valorar el “cambio educacional” desde ese punto de vista porque los cambios educativos inician principalmente por los cambios de actitud, por la construcción de consensos que aglutinen esfuerzos, por la capacidad de convencimiento antes que por la imposición y la fuerza. Una escuela sin posibilidad de ejercer con libertad y creatividad puede contar con las mejores instalaciones pero será un monumento frío a la simulación y al chambismo. Se requiere una formación y un ejercicio de la docencia basados en la confianza y en los acuerdos. No nos sirven los directivos-capataces, no se necesitan mecanismos de control minucioso si al final de cuentas el reporte será que todo marcha correctamente.

La cancelación del modelo autoritario de relaciones humanas en la escuela, tan del gusto del enfoque empresarial, es un requisito esencial para transformar y aliviar el caos en el que se encuentra atrapada la escuela pública mexicana. Es necesario rescatar el sentido humano del mérito docente basándonos en las acciones que tocan las fibras del intelecto y del sentimiento de los niños y jóvenes a la vez que se rechace el utilitarismo como signo de toda relación entre sujetos educativos. Es inaceptable seguir viendo como la función docente cae en el mayor desprestigio de que se tenga memoria gracias a la nueva conceptualización del papel del maestro. Es urgente señalar los actos de simulación y transmutarlos en crítica constructiva. De la misma manera debe pasar a revisión concienzuda el modelo del éxito personal sobre todo respecto de sus implicaciones negativas para unos a favor de otros.

El rescate del mérito y la dignidad de ser maestro pasa por cuestionar seriamente a quienes desde el poder –como hace el secretario Nuño- no tienen pizca ni noción de la importancia del servicio público al que dicen representar y no tiene menoscabo para pasar a fincar su propio porvenir económico a costa de la afectación de millones de niños y maestros. Por eso, es importante el diseño propio de proyectos para modificar actitudes sin dejar de luchar por la mejoría material de las escuelas. Proyectos que surjan de las necesidades reales y de

consensos entre maestros, alumnos y comunidades. Es tiempo de reimpulsar lo comunitario sin perjuicio de lo individual, pero también de evitar que el individualismo siga socavando las fortalezas y agudizando las debilidades.

Son mucho más los méritos de los maestros mexicanos que sin importantes carencias y sufrimientos se entregan a las comunidade; son méritos de lo cotidiano silencioso pero provechoso. Una muestra es el todavía vigente respeto, apoyo y consideración a los maestros que luchan por la escuela pública; la querencia de un pueblo no se puede ir a comprar a Oxford tanto como la dignidad no se alcanza sólo por invocación. Somos parte de los muchos Méxicos que nos enriquecen por su diversidad y que nos separan por avasallamiento. Dejemos al señor Nuño chiflando en la loma con su reforma descarrilada y empujemos por la integración escolar bajo principios y proyectos que nos reinventen, rescaten, redignifiquen y nos hagan ver que juntos somos más que todos los inescrupulosos y mediocres metidos a gobernar por obra y gracia del fraude y la manipulación. Honra a los maestros meritorios y despido a los funcionarios ventajosos. Ser maestro es la humanización que humaniza, por lo tanto no puede estar marcada por el signo del sometimiento. Los deméritos de Nuño Mayer son la muestra de todo lo que no queremos ser los maestros mexicanos.

 

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