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Estado Opinión

TIEMPOS DE TRUMP, TIEMPOS DE TROLLS

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Por JOSÉ LUIS FIGUEROA GONZÁLEZ /  MASEUAL

*  El inicio de la era Trump en un mundo lleno de trolls

Jojutla, Morelos, México, 23 de enero de 2017.-  Lo que hace algunos meses parecía improbable ha sucedido: Donald Trump ha sido investido como el presidente número 45 de los Estados Unidos de América. De una manera que todavía no se alcanza a comprender del todo, Trump se encuentra al mando de la primera potencia mundial gracias a un sistema de elección diseñado para “evitar desvíos”; un extraño modo de elegir con el cual puede ganar el que obtenga menos votos directos. Todo quedaría en una anécdota de la que nos divertiríamos mucho si solamente fueran penurias que le están esperando a los norteamericanos; bien merecidas por prepotentes, arrogantes y abusivos con los demás países del mundo. Pero lo que inicia es una época que se ve venir cargada de consecuencias para todo el mundo. Los críticos y los manifestantes anti-Trump, al interior y exterior de Estados Unidos, dan el marco que describe lo que será el gobierno del xenófobo, racista, ultraderechista, proteccionista, misógino, sujeto sin control emocional, inmaduro, enfermo mental de narcisismo y paranoia, etcétera.

Y con todo eso, Donald Trump ya es el presidente de Estados Unidos de América, bajo el lema “Make America Great Again!” Con él nos espera un desencuadre y una ruptura general de las reglas o convenciones a las que más o menos nos íbamos acostumbrando, como aquello del mundo global inexorablemente interconectado e interdependiente, como lo otro de “avanzar” mediante acuerdos multilaterales para el libre comercio, el otro supuesto punto de acuerdo para salvarnos del calentamiento planetario, el también supuesto reconocimiento de los derechos humanos universales, la apertura de fronteras para movilizar a las personas, a la economía y a la cultura. Bueno, eso y más cambia por la política de la “América grande otra vez” a costa de lo que sea; claro que del dicho al hecho es otra cosa. Los economistas, politólogos, sociólogos y demás especialistas anticipan que la grandeza “americana” prometida por Trump se encontrará con diversos obstáculos, que la realidad no replica los discursos. Seguramente tienen razón pero por lo pronto ya estamos con la incertidumbre acerca de cuál será el destino que nos depara el provocador Trump.

A raíz de los comentarios del twittero Trump en contra de miembros del partido demócrata, Joe Biden anterior vicepresidente hizo un llamado al comportamiento con madurez y a valorar el cargo que estaba por asumir el republicano tosco y pintoresco. Notas de El País como la John Carlin dicen: “Es un hombre de 70 años con el desarrollo emocional de, bueno, quizá no de un recién nacido, pero sí de un chico malcriado de primaria…” (“Un hombre bebé en la Casa Blanca” El País, 20 de enero de 2017); o la otra de Juan Arias que señala:

Trump es ya más que un presidente de los Estados Unidos. Es un fenómeno que crea escalofríos. Su nombre hace retumbar ecos de tambores de guerra. Todos los adjetivos que engendran miedo o repulsa han sido usados para describir su persona y sus ideas.Pero ¿cuántos pedazos de Trump existen en nosotros? ¿Lo eligieron los dioses o fuimos todos nosotros, no sólo los americanos? Nadie es del todo inocente. ¿Dónde comienza la frontera entre la víctima y el verdugo (“Ese Trump que habita en nosotros”. El País, 20 de enero de 2017).

Las expectativas mundiales son de pronóstico reservado y todos los gobiernos tratan de anticiparse a lo que viene, sea tratando de tranquilizar a los ciudadanos, sea tratando de quedar bien y poniéndose a las órdenes (como hizo Peña Nieto recontratando a un funcionario con afinidad por Trump aunque se declara ignorante en materia de diplomacia o bien entregando al “Chapo” Guzmán al sistema judicial gringo), sea tronándose los dedos, sea buscando alternativas. Estamos empezando el posneoliberalismo que promete ser todavía peor, la posglobalización que amenaza con la construcción de todo tipo de murallas, el posmodernismo donde lo más inverosímil se revela como parte de la cruenta realidad. Pero si de pronósticos se trata, entonces empecemos a tirar los dados y a predecir que el peor enemigo de Trump se llama Donald Trump, y que de la algarabía del día 20 de enero de 2017 cuando “el mensajero” habló de la maravilla de su extraño triunfo electoral, pasaremos muy pronto a ser testigos de cómo se desinfla el globo de las pretensiones trumpeteras, no sin daños colaterales, desgraciadamente.

Para los mexicanos todo esto es parte del infortunio histórico de ser vecinos de Estados Unidos. Nos antecede una larga historia de robo de territorio, de abusos de todo tipo y de una dependencia económica y política solamente alterada por los presidentes Benito Juárez y Lázaro Cárdenas. Después de la Expropiación Petrolera, los gobiernos de México se encargaron de seguir el modelo de desarrollo norteamericano engañándonos con la promesa de que así llegaríamos a conocer la felicidad. Hoy más que nunca tal vez, México es el patio trasero de una potencia que para nuestra desgracia está envuelta en el caos de habérseles colado en la presidencia un tipo tan abyecto como Donald Trump. También por desgracia la influencia ideológica del “American way of life” ha penetrado de tal manera que muchos mexicanos ya no entienden otra forma de existir que no sea siguiendo los cánones de las modas y modos de consumo a lo gringo. Muchos de los emigrados o “mojados” nos han traído la escuela de la arrogancia, del consumo excesivo y ostentoso, del menosprecio de lo nacional y con eso del automenosprecio. Ahora la angustiante humillación de ser el blanco de Trump con eso de las deportaciones masivas, nos traslada las angustias de no saber qué se podrá hacer con miles o millones de paisanos que vendrán a competir por las de por sí pocas ofertas de empleo y de servicios públicos. Se agota el tiempo en el que los recursos disponibles por remesas se equiparaban a los ingresos producto del petróleo. Ahora ni remesas, ni petróleo, ni qué esperar de los gobiernos corruptos, entreguistas e ineptos para enfrentar a la era Trump.

Una de las primeras acciones anunciadas por Trump será la revisión del Tratado del Libre Comercio (TLC) lo cual significa disminuir o cerrar las posibilidades de colocar productos mexicanos en Estados Unidos sin o con bajos aranceles. Ni qué decir de los retiros de inversión de las plantas automotrices que se anunciaron desde antes de la investidura del magnate y sus consecuencias en la falta de empleos y demás. Si le agregamos el gasolinazo 2017 ya tenemos la descomposición social propicia para graves conflictos.

Por supuesto que el TLC nos ha traído también malignas consecuencias como el aumento de la obesidad en nuestro país a raíz de la proliferación de alimentos “chatarra” y los estilos de la fast food. La adicción a las series televisivas norteamericanas y a las películas de Hollywood es otro signo de las emulaciones al estilo de vida “americano”, que se refleja en la concepción de la “buena vida” y en una adentrada aculturación que afecta los modos de actuar incluyendo las formas verbales para comunicarse. Casi sin darnos cuenta nos vamos convirtiendo en una caricatura de lo más deplorable del mundo en cuanto a la ligereza de principios y a los extremos en el consumo sin importar la afectación ambiental ni la salud propia. La preferencia por los prototipos de belleza y usos varios en la vida cotidiana han ido aterrizando en una solapada y mayor discriminación, racismo y arrogancias de clase al interior de México. Con antecedentes históricos enraizados, las diferencias de clase se entienden como lo natural sin darse cuenta del daño que se provoca el propio sujeto arrogante y prepotente. Confusión y pérdida de identidad es el colofón de esta descripción de un país en eterno subdesarrollo que se apresta a torear a un demente investido como presidente de Estados Unidos.

En todo esto va cobrando importancia el reconocimiento de las señales que nos avisan por dónde se descompuso y se sigue descomponiendo la cuestión. Un llamado a repensar quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos parece prudente, pero casi improbable de ser escuchado. Hay una urgencia por aclarar qué es lo que se admira y se toma como modelo de vida y quién lo representa. Para adelantarse un poco a las desgracias y a las catástrofes en todos los niveles de la vida hace falta voltear la mirada a la historia para reencontrarse con la matria y con la patria; aprender de los errores pasados y de las soluciones que en su tiempo funcionaron. No se trata de volver al pasado porque es imposible, se sugiere evitar caminar a ciegas bajo un único enfoque de la existencia; tiempos estos de fundamentalismos predicados por dizque iluminados son peligros de grandes males; son perjuicios de los que luego nos quejamos por ser tan inadvertidos.

Un signo del que se sustenta la era Trump es la agresividad que se nos ha vendido como “carácter” o “personalidad emprendedora”. Es una identidad artificialmente construida para competir y lograr el éxito personal, es la conquista del poder cuando todos los medios son válidos. Si un provocador agresivo con las mujeres, con los migrantes, con los diferentes en cualquier modalidad, logró el voto de las mujeres, de migrantes y de personas con estudios de posgrado, es que el mundo está de cabeza y que la agresividad lo vuelve a uno héroe ante los demás aunque éstos sean víctimas de la violencia. Es el Trump que llevamos dentro dice Juan Arias, cuando nos quejamos de su misoginia o su discriminación, pero no de lo que practicamos nosotros. Así llegamos al escenario en que un fanfarrón, un troll, ha tomado posesión del gatillo con el que se disparan las más poderosas armas nucleares.

Los medios modernos de comunicación como la internet son ejemplo clarísimo del enredo posmoderno de las relaciones humanas marcadas por la competencia, el abuso, la agresividad a ultranza. Los trolls o trols son los monstruos, a la manera nórdica, que pretenden el dominio total de las redes sociales por medio de la animadversión hacia los otros, la promoción de la

violencia, la descalificación, la burla, la confusión, el amedrentamiento, todo lo que puede ser útil para divertirse o sacar raja del daño ajeno. En ese sentido Trump es un troll y nos hace trolling cuando disfruta ver cómo nos comemos las uñas desde antes del día de su toma de protesta. Eso es lo absurdo, el hecho de que alimentemos al troll aún a sabiendas de lo que nos espera. El monstruo Trump se irá perdiendo más y más en la medida en que su prepotencia lo ciegue de tal manera que vaya tomando decisiones bumerang. Por lo pronto y aunque lo trate de ignorar, el narcisista Trump llega en medio de protestas y rechazos de personajes famosos y distinguidos dentro de su propio país. Algo deberíamos hacer para detener al monstruo desde nuestro lugar de origen, por ejemplo probemos a elaborar un listado de firmas norteamericanas a la cuales podemos dejar de comprar para que sientan un poco las consecuencias de obedecer a su presidente extremista; la Ford ya se anotó solita, propongamos más y más marcas dignas del boicot, en una de esas se recupera algo de salud que no sería poca cosa.

Las modas “americanas” de canalizar la energía de jóvenes deprimidos o despistados que deciden matar a sus maestros y a compañeros ha llegado a México bajo la señal de la era Trump. Cuánta arrogancia, despiste por prepotencia, depresión por vacío de identidad, arrogancia de clase, acoso e influencia de los trolls cibernéticos. Vaya usted a saber, pero el hecho es que el misterio de los móviles de Federico Guevara para acabar con su maestra, compañeros y él mismo no se quedará meramente en el espacio de las desgracias de las familias afectadas; es el comienzo de un fenómeno de amenaza permanente porque no sabemos dónde ocurrirá el siguiente caso a la manera también del estilo americano de vivir y de matar por la razón de la sinrazón. ¿Cómo fue que nos hemos ido acostumbrando al discurso, al ejercicio de la violencia desde las canciones que repetimos, las telenovelas, el bulling en las escuelas, la inoperancia y la complicidad de las autoridades con la delincuencia organizada? ¿Cómo fue que el contexto violento nos viene arrebatando las conciencias de nuestros hijos haciéndolos adictos a las expresiones y acciones de violencia que confundimos con “carácter”?

El horrendo estilo “americano” para desahogar los traumas y conflictos de jóvenes trastocados mediante el uso de armas en contra de sus maestros y compañeros nos habla de una desarticulación intergeneracional y de una crisis sin precedentes al menos para los escolares y docentes mexicanos. Esto nos lleva a la obligación de revisar qué es lo que ocurre con los trolls encubiertos tras el anonimato de las redes sociales y de los otros que descaradamente exhiben su prepotencia y acoso. El papel de los profesores se vuelve obsoleto si nada más pensamos en que la disciplina se ha relajado y que la televisión, internet y los padres tienen la culpa. De ahora en adelante las escuelas están obligadas a elaborar protocolos para la detección, prevención y operación en casos de violencia escolar, sin vulnerar la dignidad ni el desarrollo emocional de los estudiantes. Empezar por el autoanálisis de los maestros para saber en qué medida se padece la influencia del pensamiento y lenguaje de agresividad del que está saturado el ambiente de la información y comunicación tecnológica. El llamado a tiempo entre compañeros para anticipar consecuencias por la forma de trato entre docentes, alumnos,

padres de familia, autoridades y comunidad puede consistir en apuntar las características del lenguaje verbal, el lenguaje corporal, el tono de voz empleado y la intencionalidad manifiesta o latente. Los trolls están en todas pero la mayoría navegan encubiertos, el punto es detectarlos y neutralizarlos antes de que hagan mayor daño. En las redes se recomiendan “no alimentar al troll” como clave para no hacerle el juego al provocador, ignorarlo para que se retire. Algo así puede ser el comienzo para contraatacar a los trolls que en forma de Trump o de cualquier chamaco berrinchudo nos quiera llevar a su baile. Principalmente será importante la disposición de los profesores y de toda persona adulta para reflexionar de manera informada, individual y grupal, para descubrir qué hay detrás de cada promotor de la agresividad.

Para avanzar hacia un proyecto urgente y selectivo anti-Trump y anti-troll, se debe hacer un llamado a los especialistas para que propongan explicaciones fundamentadas sobre esta confusa realidad; tal vez ni ellos lo sepan, pero entonces también les hará bien contactar con los afectados que somos todos. Contra la arrogancia la solidaridad como herramienta social para la integridad de sus miembros. Contra los vicios y maleficios del consumismo, propuestas de consumo racional alternativo ante la crisis de altos costos y de afectaciones a la salud. Para reducir las amenazas y los temores a la violencia en las escuelas, medidas urgentes como la integración del colectivo escolar en el que todos se anotan como promotores de la convivencia y de la resolución pacífica de conflictos; ahora es posible consultar una gran cantidad de sugerencias didácticas para fomentar la cultura de paz. En lo social, se necesita la organización de células comunitarias que impulsen la evaluación constante de autoridades y representantes sociales para tomar medidas remediales como el reconocimiento y la revocación de mandato. Para detener el sensacionalismo y la manipulación de los medios se requiere la orientación ciudadana para boicotear la compra de distintas publicaciones que hacen apología de la violencia mediante el morbo y el gusto por lo sangriento. El mismo boicot será útil para seleccionar a las empresas o instancias de gobierno que requieran ser reconvenidas para cambiar sus modos de actuar.

Lo nefasto de la era Trump será de tal manera si solamente nos quedamos a la expectativa. Ese troll mayor es la punta de un iceberg de calado desconocido, los otros trolls deben estar festejando, pero no por demasiado tiempo si nos proponemos actuar desde nuestras posibilidades. Primero hay que enfrentar al posible Trump o troll que pudiéramos llevar dentro, no vaya a ser que por ver lo de afuera no nos percatemos de cómo incubamos monstruos. Tiempos difíciles pero también tiempos para demostrar de qué estamos hechos desde la familia, la escuela y la comunidad. Las engañifas están a la vista, ¡ay de aquel que no separe la paja del heno porque se pierde y pierde a los que estén cerca! ¡Ay de todos nosotros si no podemos entender que se acabó el “American way of life”!

 

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