Log In

Estado

¿ES POSIBLE UNA ÉTICA DE LA RECONSTRUCCIÓN?

Pin it

Por JOSÉ LUIS FIGUEROA GONZÁLEZ / MASEUAL

El dilema de la reconstrucción: volver al pasado o mejorar el modo anterior de vida

Jojutla, Morelos, México, 23 de octubre de 2017.-  Alguna vez, en algún lugar, durante una clase de preparatoria el interés de los estudiantes y del profesor acerca de explicarse por qué en México somos tan difíciles para trabajar de manera organizada y no se diga solidaria, alguien se refirió a la reacción social en la Ciudad de México ante las consecuencias del terremoto de 1985; se destacó la espontánea organización social y la solidaridad vecinal que lograron para superar la estupefacción e incompetencias de las autoridades. Pronto, alguien saltó de su asiento para soltar una contundente conclusión: “ah, pues si queremos vernos solidarios y organizados, que nos venga un terremoto”. Las carcajadas inundaron el salón del curso Estructura socioeconómica de México y después de un rato todos nos quedamos mirándonos como diciendo: “humm, pué que sí”. Por supuesto también hubo miradas de reproche para aquel que nos estaba lanzando algo parecido a una maldición, alusiones a “ni Dios lo quiera” y hasta explicaciones de por qué los sismos no son predecibles. Pasado el tiempo, la vida le da la razón al vocero de las catástrofes y refrenda que las desgracias nos vuelven cercanos unos a otros, colaboradores, llenos misericordia y contrición. Llegados a tal punto, se vuelve interesante reflexionar acerca de las posibilidades de apropiación de este proceso para obtener un salto cualitativo en la personalidad individual y en la sintalidad del colectivo. Cabe entonces plantearse las implicaciones morales y éticas en el proceso de resiliencia y de reconstrucción material.

En el libro clásico de Adolfo Sánchez Vázquez -quien fuera refugiado español y maestro emérito de la UNAM, mentor de generaciones y generaciones de universitarios-, titulado Ética (Grijalbo, México, 1984) se establece la diferencia entre problemas morales y problemas éticos. Lo práctico, el qué hacer ajustándose de un modo u otro a lo establecido como correcto o bueno es la cuestión moral de la actuación humana. La reflexión, la explicación de por qué se actúa cómo se actúa, el sentido de lo correcto o no, la perspectiva razonada acerca de lo que significa actuar de una u otra manera, eso es ética. La mayoría de las veces tratamos de aplicarnos a una moral determinada en tanto costumbre o forma aprobada socialmente para hacer lo que se hace. La reflexión ética es algo más complejo y menos al alcance de los sujetos hacedores de su entorno y de sí mismos. Generalmente las reglas o normas se nos inculcan y no se nos enseña a pensar sobre ellas, por lo tanto lo cotidiano se nos presenta más en automático que en calidad de revisable, construible u objeto de reconstrucción. De ese modo, la puesta en pie de lo caído puede verse como la recuperación del pasado donde se gozaba de algún tipo de confort, una especie de volver al pasado según reglas establecidas junto con sus usos y costumbres no escritos. Pero el otro caso es el de un niño al que se cae la torre de dados con los que estaba jugando y de pronto, por insight, se percata de que la otra torre ya le había aburrido y que ahora puede construir otra diferente, más interesante, mejor de alguna manera. Más o menos de ese modo, aquí se propone revisar las posibilidades de reflexión ética que están ocultas detrás del caos originado por el 19/S-17.

A poco más de un mes del suceso en cuestión ya se puede ir diferenciando lo urgente de lo necesario. Una vez rescatadas las vidas, proteger a los damnificados y resguardados los bienes materiales que fue posible recuperar, viene el momento de tomar decisiones más pausadas. Tener a la vista un terreno baldío en lugar del entrañable hogar es una impresión semejante a la de tener una hoja de papel en blanco y ahí imaginar lo que se necesita y que a la vez resulte factible. Es un acto de recreación en el que ya no se cometerán los mismos errores, un nuevo mundo de posibilidades en que se podrá combinar, rediseñar, optimizar, racionalizar, etcétera. Para hacerlo se tiene que dar lugar a la reflexión ética, es decir ya no se trata de hacer lo que es considerado bueno sin más, sino el replanteamiento de qué, por qué, para qué, cómo, con quién, hacer lo que sea viable en la línea de una visión mejorada del modo de vivir.

Nadie en sano juicio derrumba su casa en buen estado para darse la oportunidad de rehacer toda la construcción nomás porque ya no le gustaba. El hecho es que el sismo ya lo hizo y esas tenemos, un escenario llano y lleno de desolación o un espacio liberado y abierto a múltiples formas de reconstrucción. Lo mismo al mirar hacia a dentro, hacer la introspección y mirar sólo depresión y angustia o mirarse como ser que renace, que se levanta ya no para llegar a dónde estaba sino para ir un poco más allá. Lo mejor requiere del aprendizaje a través de las adversidades, lo otro es tan simple como dejarse llevar por la inercia, quedarse en la estupefacción y a la espera de la ayuda de manera pasiva. Así lo cuenta una cronista local: “Fui a recorrer los albergues y me encontré a muchas mujeres en ruedita afuera de sus casitas chinas, sentadas junto a una caja de refrescos y comiendo papitas. Les dije que por qué no aprovechaban para compartirse recetas de las abuelas y se ponían a hacer postres. En coro ellas contestaron: ‘¡Sí postres, que nos traigan postres jajajaja!’ Les contesté: ¡No, que ustedes hagan los postres! Ellas volvieron a reír y yo me retiré enojada”. Por supuesto que lo narrado debe ser una excepción pero sirve para retratar una muy posible reacción ante la catástrofe que raya en lo irresponsable y en lo indeseable.

Por eso es importante darse una oportunidad para mirar los efectos del terremoto en el ámbito interno, una especie de introspección para detectar los efectos de la sacudida interna, la detección del posible trauma y la revisión reflexiva acerca de los apegos materiales que nos tienen tan conmocionados. Es tiempo de hacer conciencia sobre la dependencia espiritual de los efectos materiales, así como del sentido de la vida en tanto realización a través del tener o través del ser. Tiempo es de buscar interpretaciones de la vida como el no-yo o desvinculación de la realización propia mediante los objetos materiales. Darse la oportunidad, dónde y con quién sea posible para la reflexión ética. La cuestión ya no es solamente plantearse si hacemos o no lo correcto de acuerdo a la moral establecida sino poner al centro de las discusiones un cuestionario abierto que puede iniciar con las siguientes preguntas: ¿Qué sucedió y con qué efectos deseable o indeseables? ¿Cuáles fueron las circunstancias que provocaron tales efectos? ¿Cuáles son las consecuencias objetivas y subjetivas? ¿Qué nos dicen de nuestro modo de vivir? ¿Qué aprendimos? ¿Cuáles pueden ser los principios para iniciar un nuevo y mejor modo de vida? Discutir lo anterior en grupo nos podría dar la base para recomenzar.

La tarea de reconstruir nos coloca delante de la necesidad de repensar lo hecho y rediseñar lo que viene. Podemos quedarnos a nivel de intentar recuperar el pasado exactamente igual –si fuera posible-, podemos pasar al esfuerzo de proponer nuevas formas de mejoramiento en todos los aspectos posibles. La diferencia estriba en darse cuenta del momento estratégico en el que nos colocó la naturaleza, tanto para enseñarnos a reconocer nuestras limitaciones como darnos la oportunidad de recomenzar y mejorar. Para aliviar los traumas hay que dar cauce a las emociones y a los sentimientos lastimados para iniciar el proceso de resiliencia, pero ahí no para la cosa. Se necesita darle un lugar a la razón y a la conciencia de lo que somos y queremos ser. Nuestros antepasados hicieron las cosas cómo mejor pudieron y según lo entendieron, ahora es oportuno tomar la rienda y hacer lo propio con un sentido renovado de reconstrucción. Definir el sentido de la reconstrucción es el meollo del asunto: volver al pasado o iniciar una etapa de mejoría significativa. Requerimos una ciudad más para la gente y menos para los autos, necesitamos meter en norma los alineamientos de las construcciones para crear espacios comunes prácticos, útiles, suficientes y agradables. Es momento de regularizar el comercio formal y no formal para racionalizar el expendio de mercancías, la movilidad de las personas y los vehículos, hacer válida la educación vial para todos. Las víctimas del 19/S-17 merecen un memorial para nunca pase de largo este acontecimiento y la ofrenda de su vida rinda el fruto de recordarnos siempre la necesidad de ser mejores un poco más cada día. Más allá de lo material harán faltan proyectos para mantener el sentido de unidad, colaboración y solidaridad sin menoscabo y con respeto de las diversidad cultural y de todo tipo. Si queremos ir delante de lo establecido, necesitamos intentar una reflexión ética de la reconstrucción.

Para no tropezar con la misma piedra y tener que esperar hasta la siguiente desgracia, para superar el shock de lo imposible de prever, es necesario encontrar la forma de aprender para no cometer los mismos errores. La lección de solidaridad que nos trajeron las brigadas nacionales e internacionales se debe quedar para aplicarse permanentemente entre los que aquí vivimos y para que sea modo de vida entre las generaciones más jóvenes. El dilema que se nos presenta es caminar y evolucionar o revirar e involucionar. Para evolucionar sirve la palabra como catarsis y método de reconstrucción; para evitar la involución, se necesitan sujetos reflexivos y grupos de reflexión. Tenemos que empezar por caracterizar a las tendencias observables, no soslayar la desconfianza que se percibe de parte de los damnificados hacia las acciones de gobierno; las promesas ya no son lo fuerte de los gobernantes pero tampoco los ciudadanos se muestran dispuestos a superar el reclamo verbal. Se nota una actitud pasiva en grupos de afectados que se confunden por la copiosa ayuda y suponen que es inagotable. En río revuelto muchos lanzan redes esperando pescar lo más que se pueda, trátese de figuras políticas conocidas o trátese de “voluntarios” dispuestos a “sacrificarse” por los demás. Persisten problemas de comunicación entre autoridades y sociedad civil y el desaliento deambula entre los escombros. Ni su luz de un código de ética o principios básicos para la reconstrucción material y anímica. Se requieren pautas para orientar la reconstrucción material y la acción humana en un nuevo contexto que no es como dicen los promocionales acerca de volver a “la normalidad”. No hay tal “normalidad”, hay lo que se ve y lo que se siente, lo que se piensa y lo que se hace para superar la crisis. Aunque cueste trabajo necesitamos empezar nuevamente reconociendo quiénes somos y por qué estamos cómo estamos.

Se requiere recomponer de inmediato un sistema de comunicación directa de los gobiernos con la población y viceversa para evitar los rumores y partir de hechos que superen a las opiniones bien o mal intencionadas. La reconstrucción inicial, la que no se tasa en cantidades de dinero, es la promoción del ánimo de colaboración comunitaria, el impulso a la organización ciudadana para la autogestión, el diálogo abierto y constructivo entre todos los sectores sociales. Esa reconstrucción es la que no se ve por tener bloqueada la mirada con los cálculos y cálculos de costos, beneficios, inversiones y gastos que implica la nueva colocación de piedra sobre piedra. Otro tipo de gobierno motivaría la organización de los afectados por encima de los feudos de siempre, para su pronto recuperación sin la mezquindad de los beneficiados de siempre. Se requiere además la convocatoria para la presentación de proyectos de construcción de vivienda popular, de edificios y espacios públicos, de rediseño de las vialidades, de la reorganización de las actividades económicas y comerciales, en suma del mejoramiento general.

Conforme las circunstancias se van asentando se siente la necesidad de recuperar la narrativa oral y escrita de la comunidad, por un lado para dejar registro del trágico evento natural pero también para poder pensar y repensar sobre lo ocurrido. De ahí saldrán las lecciones para rehacer –ahora sí de veras- al Nuevo Jojutla. El antecedente de lo anterior tendrá que ser, por supuesto, la aplicación de las distintas maneras de regular y eliminar el trastorno postraumático. Hablar y escribir sobre lo ocurrido tiene el efecto de catarsis, de liberación de las pesadumbres y angustias, la interacción afectiva y comunicativa entre pares y con asesores brinda la oportunidad de alejar los malestares físicos derivados de la experiencia traumática, la terapia ocupacional expulsa a los demonios de las imágenes traumatizantes. En escuelas, en centros comunitarios, en los albergues, en toda institución se podrían realizar actividades para acondicionar y reacondicionar el ánimo de reflexión-acción para vida que queremos hacer venir.

Punto nodal es el papel de los profesores con los niños, adolescentes, jóvenes y adultos para tender puentes hacia la reconstrucción en amplio sentido. La recuperación anímica en la escuela puede retomarse desde la mirada de quienes han detectado qué es lo deseable y qué lo indeseable en la escuela. Identificados con claridad los objetivos prioritarios será posible diseñar estrategias y secuencias didácticas para la acción comprometida con el bienestar general y con el estar bien personal. Paso adelante será el fortalecimiento o inicio del trabajo en equipo priorizando los intereses de la población estudiantil. En todo momento será fundamental la disposición a flexibilizar la jerarquización de objetivos y contenidos según requerimientos del entorno escolar, familiar y social así como de circunstancias contextuales a nivel local y más allá. El magisterio comprometido con sus alumnos y con la comunidad concretará sus esfuerzos en un plan emergente de acciones reconstructivas que dialogue con las indicaciones oficiales, no se someta a ellas sin criterio y sobre todo abierto a las situaciones y necesidades que la realidad vaya presentando. Lo otro es hacer como que no pasó nada y seguir lo establecido sin criterio alguno.

El movimiento sísmico que cimbró a las construcciones y a las conciencias puede quedar en un triste recuerdo sin aprender gran cosa o bien ser punto de partida para rehacernos un poco mejor en el día a día. Reflexión ética, capacidad de vislumbrar lo esencial en el acto de crear lo nuevo ya no para que sea igual a lo pasado sino para otorgarse la oportunidad de mejorar. Que lo destruido, que las vidas pagadas sean equivalentes a mejorar en alguna medida, pese a que los vientos amenacen con soplar en sentido opuesto.

 

 

 

MASEUAL Noticias, es un sitio de información periodística en internet, con más de 17 años de experiencia

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Log In or Create an account