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Estado Opinión

LOS PASOS DE LÓPEZ

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Por JOSÉ LUIS FIGUEROA GONZÁLEZ / MASEUAL

Tiempo de definiciones ante la trayectoria de un líder social satanizado y casi santificado

Jojutla, Morelos, México, 26 de diciembre de 2017.-  Tradicionalmente se caracteriza al pueblo mexicano como proclive a elevar a sus santos y héroes a la altura necesaria para que desde muy arriba nos protejan y nos ayuden. Por mucho tiempo se nos quiso acostumbrar a ver con ojos de imploración, admiración y de fervor religioso a los grandes hombres que nos dieron Patria, a los cuasidioses que rompieron las cadenas de la esclavitud y a los que construyeron la grandeza de un pasado que disfrutamos en el presente y debemos mantener en el futuro. Esa dependencia mental de la imagen caudillo-seguidor nos ha tenido atorados en la esperanza de que, un día el Salvador definitivo nos liberará para siempre. Por supuesto, los renuentes se resguardan en el escepticismo y dudan de todo, como me dijo un día un adherente al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) cuando le pregunté su opinión acerca de la segunda candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en el año 2012; según mi referente, de AMLO no había que esperar nada más que servicios para las burguesías nacional y mundial, que era un farsante que se hacía pasar por luchador social y que la única forma válida era la organización de base al estilo de los caracoles zapatistas. Me despedí de mi contacto dando vueltas de pensamiento acerca del mesianismo que alguna vez creí ver en el subcomandante Marcos, me sentí acongojado en la necesidad de un Salvador mostrada por las masas del pueblo tan acostumbradas a profesar la fe en algo o en alguien superpoderoso y se me dibujó la sonrisa burlona de la “mafia del poder”. Una curiosa semejanza se me reveló entre el padre Domingo Periñón y AMLO, de modo que creí conveniente seguir Los pasos de López.

En la última novela de Jorge Ibargüengoitia titulada Los pasos de López (1982) el sarcástico y antisolemne escritor guanajuatense aborda la historia de la lucha de Independencia con humor crítico para desmitificar a los llamados héroes y heroínas de aquella época. Cambiando los nombres, Ibargüengoitia juega con personajes que cualquiera adivina quiénes son y los hace actuar del modo humano –con debilidades y aciertos- más verosímil que la exaltación propia de la historia escrita a conveniencia. Domingo Periñón representa a Hidalgo y al final de la novela se juega la puntada de burlarse de sus verdugos firmando su “arrepentimiento” -antes de ser fusilado- con el apellido “López”; algo de lo que nadie se dio cuenta hasta dieciséis años después como acotó el autor. La ficción sirve para hacer una historia tal vez más creíble que la versión oficial y López se convierte en una firma cualquiera, útil para hacer cualquier broma en cualquier situación. La extraña coincidencia de los López empieza a surgir al tratarse de la importancia de desmitificar a los caudillos y colocarnos a nivel de piso para mirarlos de frente, sin denostar su misión pero tampoco convirtiéndolos en santos. Domingo Periñón y AMLO son símbolos del Hidalgo que llevamos dentro: ingeniosos, plenos de convicciones, obstinados pero también propensos al equívoco, a cierta pérdida de piso y a causar envidia y encono en sus detractores porque éstos no saben aguantar vara de tal modo. La ambigüedad acompaña a nuestros personajes porque como humanos que son no les es dado tener todas las respuestas ni pueden darle gusto a todo mundo. Sus enemigos fomentan la confusión porque a río revuelto salen ganando. Así llegamos a un nuevo momento coyuntural en la política de México con la

tercera postulación de AMLO a la presidencia de la república. El elector nuevamente está sometido al bombardeo propagandístico de los que siempre salen ganando “haiga sido como haiga sido”, en medio de la ambigüedad de si este por conocido o este otro porque se ve buena gente o aquel de más allá porque promete más. En estas circunstancias vale la pena intentar cierto grado de esclarecimiento para saber si somos o no capaces de propiciar algo parecido al cambio imaginado o de plano ya no damos una para hacer un poco por nosotros mismos.

Nada mal nos haría empezar por la desmitificación de todo tipo de propuesta. Varios se desmitifican solos por su nulo capital político ante la trayectoria de quienes como AMLO se han sostenido en la palestra política con la persistencia que le ha permitido sobrevivir a muchos que lo han intentado, han salido electos, han defraudado, han traicionado y se han ido derechito al basurero de la historia. En el fondo, la polémica consiste en esclarecer quién es quién en la aplicación salvaje de las medidas neoliberales en contra de los pueblos de este país y del mundo. Fuera de quién es más guapo, joven o más promovido por los medios de información, el punto es detenerse a vislumbrar aunque sea de corto alcance, el panorama social que se nos pinta en cada caso. Así como Domingo Periñón e Hidalgo se revelan como sacerdotes pícaros pero patriotas, hombres de estatura política y social fortalecida por su apego a la gente sencilla a la vez que saben comportarse como cualquier hijo de vecina, atrevámonos a ver en AMLO el juego de luces y sombras que lo acompaña. Empecemos por subrayar el artilugio de pretender ampararse en el guadalupanismo del mexicano poniendo el nombre de MORENA a su partido y tener la ocurrencia de registrarse como precandidato el día 12 de diciembre; símbolos de marketing para un público adocenado. Con eso de que en la guerra, en el amor y en la política todo se vale la mesura escasea. De ahí a promoverse como “la esperanza de México” se salta a una gran responsabilidad que habría que acotar para saber hasta dónde llega esa esperanza. Y no es que los méritos de AMLO sean pocos en su larga trayectoria de líder social, sino que se trata de ponderar mejor los discursos ante la realidad. El presidente de la república no es más un “jefe máximo” ni alguien a quien basta pedirle para que conceda. Algo falta señalar cuando cualquier político promete: sin la participación crítica, propositiva y activa de la sociedad civil casi nada es posible resolver.

Como “la tercera es la vencida” y “de aquí a Palacio o a La Chingada” AMLO tiene que echar mano a todos sus recursos para ganar las elecciones del 2018. Se comprende que el tiempo apremia y que ya son muchos años de pretender llegar al corazón de una mayoría abrumadora que no deje duda del triunfo y disipe las tentaciones fraudulentas. Pero de ese apremio a llegar a las alianzas de todo tipo como echarse encima el maleficio de asociarse con un partido de fanáticos de la ultraderecha como es Partido Encuentro Social pensando cosechar dos o tres puntitos del electorado, presentar un “selecto” y a la vez híbrido gabinete de gobierno integrado por personajes afines a dudosos intereses y recoger el cascajo político a nivel estatal y municipal nomás porque son saltimbanquis políticos que “jalan” algo de gente, son tácticas peligrosas porque puede que resulten si el electorado no se vuelve muy fijado o puede que alimenten la desesperanza. En ese marco se inscribe el documental de propaganda titulado Esto soy, un recorrido por la vida y obra de AMLO para convencernos mediante un alto grado

de manejo emocional que no hay de otra para llegar a ver el “cambio verdadero” que votar masivamente por esta opción. En el documental el papel de las masas se subordina a la figura del líder y eso le confiere bastante del mesianismo que AMLO rechaza representar. Los más de cuarenta años de lucha de este líder no son pocos pero el mérito debe compartirse al menos con la nobleza y la fe que le han tenido generaciones de ciudadanos con partido y sin partido. Sus innegables avances en la CDMX cuando ejerció como Jefe de Gobierno son un respaldo importantísimo a la hora de sopesar quién podría hacer algo similar en todo el país. Su autodefinición como “Peje” pero no “Lagarto” que alude a su honradez que nadie ha podido poner en serio cuestionamiento, es otro atributo que retoma el documental pero igualmente hace falta reconocer al equipo y la base social que lo ha hecho posible. Permanentemente AMLO se delimita de lo que llama “la mafia del poder” y eso da claridad para saber a cuáles personajes protegidos en la obscuridad nos enfrentamos, pero también conviene reconocer que él ha tenido que surfear entre las mafias del PRD y que no se descartan mafias dentro de MORENA. De cualquier modo el documental ilustra sobre aspectos de la trayectoria del “Peje no lagarto” y bien comprendidos pueden ayudar a que la gente le quede más claro por dónde andan las alternativas.

Un problema central para entender mejor la complejidad de la política electoral en México es el maniqueísmo que nos exige tomar partido por alguno de los extremos, elegir entre el bueno y el malo, izquierda o derecha, blanco o negro, casi el todo o nada. Sin la consideración de que el contexto económico, político y cultural a nivel global influye -de forma determinante a veces- en la manera de percibir y de vivir la realidad, nos perdemos creyendo que todo ocurre y se resuelve en los ámbitos que tenemos a la vista. De pronto se nos construye la imagen de que si AMLO gana las elecciones en México se vivirán los cambios sociales más deseados para bienestar de todos y que incluso se llegaría a un “profundo cambio social”. La vecindad y la liga con Estados Unidos es un factor que a veces se deja de tomar en cuenta, la relación y dependencia de los organismos económicos internacionales, la configuración del pensamiento de las nuevas generaciones a partir de la vida ligada a internet también suelen obviarse y pensar que un solo hombre podrá quitar de en medio todo tipo de obstáculos. Mejor sería comprender que nada es simple ni sencillo y que los cambios no ocurren automáticamente porque se elijan nuevos gobernantes. La despolitización de la sociedad oscurece todo este escenario y provoca hacer castillos en el aire; cierto es que no podemos esperar a que un día amanezcamos con una sociedad diferente, es trabajo y más trabajo. Mientras tanto cómo disipar tanta ambigüedad y tanta manipulación.

Los pasos políticos de López Obrador como priísta, perredista o morenista nos pueden ser o no significativos, símbolos o no de esperanza para mejorar las dificultades de la vida cotidiana, pero nos guste o no, este personaje ya es parte del imaginario social en cualquier sentido, elevado o denostado, santificado o satanizado; ahora se trata de desmitificarlo y de colocarlo a la altura de nuestras miradas para dialogar con él, hacerle ver lo que se debe rectificar a tiempo, demandarle realismo y concreción en las propuestas. En caso de que sea electo presidente de México, al día siguiente de los festejos ponerlo bajo la lupa y bajo la presión

social para que demuestre congruencia. Aparte de los aciertos que se le reconocen, las fallas que se le han señalado, será necesario que AMLO demuestre que su versión de izquierda sea en la práctica el arte de sostener principios en el centro de la turbiedad nuestra de cada día. La vida familiar sencilla y de rostro humano que presenta en su documental quedará sometida a la prueba de su forma de enfrentar los problemas sociales en todas sus dimensiones. El tufillo ese de la tentación autoritaria quedará disuelto si es capaz de superar el mareo natural del poder, cosa que ya ha declarado está prevista.

Para los defensores del actual estado de cosas la ilusión de apostarle a un Mesías no tiene sentido. Para los neozapatistas lo mejor es entrarle al juego de la contienda electoral con candidata propia que haga notar el discurso y los problemas del sector indígena en el México moderno, totalmente de acuerdo pero se debe tener bien claro lo que significa participar para no ganar. Cerrar filas con María de Jesús Patricio Martínez tiene un sentido simbólico para los grupos de la resistencia indígena y adherentes, pero qué hacer para no llegar al sectarismo. Por su parte, la ley del menor esfuerzo social para los que no tienen tiempo de intentar otros modos de lucha que no sea ir a votar o a veces ni eso, es otro sector que debería intentar esclarecer que rol desempeña en este proceso. MORENA convertida por algunos en refugio de dirigentes reciclados como si no hubiera nadie más que pudiera representar la dignidad y el valor de luchar por el cambio necesario; las bases sociales de los saltimbanquis como moneda de cambio por candidaturas y consideraciones varias; la estimulación de grandes expectativas alrededor de AMLO como mal presagio de grandes decepciones aun en caso de ser electo, todo esto son piedras en el camino que conviene retirar antes que hagan más daño. El quid es poner los pies en la tierra sin perder la capacidad de construir el cambio necesario. Para esto ayudaría cambiar esa idea del candidato Mesías, o el candidato Satán, para moverle al ser humano con atributos y defectos.

Tiempo de definiciones tenemos enfrente, más allá del imposible consenso social a favor del candidato idóneo es menester identificar a los enemigos del pueblo disfrazados de benefactores sociales de la noche a la mañana; los mismos que han robado o han sido cómplices de la corrupción, los que militan en un partido que defiende y vende lo que sea para estar bien con el poder, los que cada temporada electoral regresan a engañarnos como a niños con un dulce. Dado que el esfuerzo ciudadano que no hemos hecho ni siquiera para quitarnos de encima a las lacras locales, hagamos lo mínimo para intentar –en parte al menos- evitar las desgracias mayores que se anuncian. Sin ser miembro nunca de un partido político declaro mi apreciación de que en el momento actual lo viable es emitir el voto por AMLO de manera masiva, con todo y las observaciones que debemos hacerle y las que vayan surgiendo; de los otros ni hablar aparte del respeto que se merece la participación de la representante de la Convención Nacional Indígena. Darse esa oportunidad no requiere un gran esfuerzo y puede ser el inicio de una transformación mayor.

De Los pasos de López a los pasos de AMLO hay una distancia que los une: la necesaria desmitificación y el reconocimiento social a su lucha que fue y es la lucha de todos los hijos

dignos de esta tierra. No se trata de la entrega de un cheque de poder en blanco, se trata de hacer coincidir la unidad con la diversidad, cosa difícil pero no imposible. Se trata de que los escépticos cedamos un poco para intentar avanzar otro poco en el mejoramiento de este modo de vida tan degradado. El intento es eliminar ambigüedades y manipulaciones que nos lleven al lugar común de las esperanzas rotas y las decepciones de toda la vida. El futuro ya no se puede seguir entregando a la voluntad de personajes por más carisma que presuman. La cultura y la educación nos harán libres como dijera José Martí para alcanzar algún día el nivel de organización social básica y compleja que nos permita ascender a niveles del decoro que nos merecemos. Síganle los pasos a López, marquemos nuestros propios pasos. Mientras tanto yo me quedo tarareando los versos necios de Silvio Rodríguez mientras los canta Beatriz Gutiérrez Mueller.

 

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