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Opinión

LOS CONCEPTOS PROHIBIDOS EN LA PEDAGOGÍA

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Por JOSÉ LUIS FIGUEROA GONZÁLEZ / MASEUAL

Pedagogía crítica y desafíos para la construcción de un modelo educativo contrahegemónico

“Díganle a Fidel que este fracaso no

significa el final de la revolución,

que triunfará en otras partes.

Díganle a Aleida que se olvide de esto,

que se case de nuevo y que sea feliz,

y que los niños sigan estudiando”.

Ernesto Che Guevara

Jojutla, Morelos, México, 25 de enero de 2018.-  A propósito de la interiorización de los valores capitalistas en los ciudadanos comunes a la hora de relacionarse con los prójimos próximos, Peter MacLaren cuenta algunas anécdotas para ilustrar cómo nos comportamos cuando queremos decir que estamos al día en todo lo que se necesita para que nos reconozcan y a nadie se le ocurra ningunearnos. Dice el pedagogo de la Universidad de California que cuando en Chile se empezaron a aplicar las recomendaciones de los Chicago Boys, consistentes en llevar a ultranza la liberación de los mercados para que no quedara nada de las medidas del socialismo impulsado por Salvador Allende, la gente empezó a comportarse de manera curiosa pero significativa; hubo quienes empezaron a ostentar teléfonos celulares sobre todo cuando se encontraban a la vista de los demás, pero luego se descubrió que muchos aparatos eran de juguete. Otros actuaron en supermercados llenando su carrito con cantidad de mercancías para pasearse por los pasillos donde se habían cruzado con algunos conocidos; luego, con sigilo arrinconaban el carrito y salían aprisa del establecimiento. También se empezó a notar que algunas personas pagaban las verduras con tarjeta de crédito y que se hacían de ropa de marca comprada a plazos. Las pequeñas historias son rasgos reveladores de lo que sucede en la conciencia cuando la cuestión es vivir a base de la ostentación, incluso falseando la posición mediante la esclavitud del crédito.

El capitalismo ha evolucionado para ser capaz de inocular una visión de la realidad que se apoya en el narcisismo del yo que lleva al individualismo competitivo. El sujeto se aísla a sí mismo y su sentido de la vida se reduce a la acumulación de satisfactores para poder sentirse encima de los otros. Prácticamente todos los problemas de la existencia se resuelven bajo el papel de consumidor siempre alerta para no quedar desprovisto de los productos de actualidad. Para entonces ocurre que esta lógica adquiere carta de naturalización en la conciencia humana y todo lo demás se vuelve adverso o enemigo de lo que se entiende como vivir bien. Esa es la regla fundamental de casi todas las actividades cotidianas; se desempeña un empleo para vivir bien yo y los más cercanos, se adquieren bienes y servicios para vivir bien, se participa en ritos religiosos para estar bien con algún ser poderoso y estar bien y sentirme bien yo, se tiene que acudir a la escuela para contar con la capacitación que provea de un buen trabajo entendido como la forma de obtener ingresos suficientes para vivir bien. Se trata de la paranoia o actitud recelosa y defensiva ante lo que no encaje en ese vivir bien –dice MacLaren-; es decir, al

paranoico no se le pude hacer entender con razonamientos porque la lógica de su interpretación de la realidad se encuentra instalada de manera sólida y amurallada ante las posibles interpretaciones disruptivas.

En todo esto la educación se ha ido quedando ubicada como un subsector de la economía (MACLAREN, Peter. La pedagogía del Che Guevara. La pedagogía crítica y la globalización treinta años después. Ediciones La Vasija/UPN, San Luis Potosí, México, 2001) con sus consabidas implicaciones y consecuencias. Para el autor, como producto de la globalización y el neoliberalismo, la escuela se ha puesto al servicio del libre mercado y en consecuencia los profesores van quedando como simples subalternos atenidos a la instrucciones de los controladores del sistema educativo. Peter MacLaren ve con pena el hecho de que la pedagogía haya caído en el encanto del capital incluyendo lo que a él y a otros les tocó impulsar como pedagogía crítica con un enfoque contrahegemónico y emancipador. Retoma la figura, pensamiento y acciones de congruencia ideológica de Ernesto Guevara de la Serna, conocido como Che porque fue un autentico revolucionario al haber hecho de su vida una lucha incansable e irrenunciable por la emancipación de los oprimidos. De ahí la propuesta de interpretar la obra del Che como ejemplo de pedagogía congruente e inclaudicable; es decir, la contraparte de la paranoia capitalista.

Con un alto grado de eficacia, el neoliberalismo ha desplazado uno a uno los valores de la escuela del compromiso social para convertirla en apéndice del sistema de producción en su obsesiva demanda de mano de obra técnicamente cualificada pero apartada del pensamiento reivindicativo. Por supuesto perviven los discursos sobre la libertad pero se refieren a la libertad de mercado que oprime a los trabajadores. También se reiteran los valores de la familia pero en su sentido más tradicionalista y conservador. La mediación keynesiana se ha disuelto para quitar del camino aquello que se conoció como Estado de bienestar social y dejar implantado el modelo de fin de la historia a modo de que sea únicamente el individuo y sus ganancias lo que realmente defina el modo de vida. La filosofía neoliberal, la misma que niega la importancia de la filosofía, sigue la voz de Frederich Von Hayek, el economista austriaco que dio cátedra a Milton Friedman cabecilla de los Chicago Boys. Su tesis consiste en establecer la espontaneidad en las relaciones de intercambio económico y su desvinculación de intenciones inmorales. Por lo tanto, la regla máxima es la libertad de mercado así sea llevando a la mayoría al mayor sufrimiento, a la desesperanza y a la injusticia por medio de instrumentos de opresión que permiten acumular ganancias hasta la plusvalía absoluta.

En este contexto no se puede concebir un modelo educativo para el desarrollo integral de todas las personas por más que se trate de disfrazar la cuestión enredando los discursos y las sinrazones para reducir el cambio y la mejor calidad educativa a los parámetros de la producción industrial. La complejidad de concebir un mejor modelo de educación y poner manos a la obra es de tal magnitud que los profesores pueden sentirse agobiados y dejen en manos de los “expertos” y autoridades la toma de decisiones y solamente se enfaden si se afectan sus derechos laborales. Bajo esa razón, el modelo no importaría tanto siempre y

cuando ser docente no signifique estar en capilla para el despido y la pérdida de prestaciones. Pero no, todo va junto porque derechos laborales, condiciones de trabajo y atención a las necesidades educativas de los alumnos se implican unos con otros. El porqué y el para qué de la educación pública está resuelto para las mafias neoliberales; el problema es que no sabemos bien a bien cuántos profesores comparten esas respuestas sea por convicción o mediante la complacencia. No sabemos hasta cuándo los maestros se involucrarán seriamente en el debate pedagógico de resistencia al modelo educativo neoliberal; para eso se requiere revisar la sustentación teórica desde los basamentos de la escuela normal y otras instituciones dedicadas a la formación inicial y continua de los profesores.

El caos y la ambigüedad vienen caracterizando a los discursos pedagógicos hace más de tres décadas con el propósito de hacer divagar a los críticos del sistema educativo y presentarlos como personajes caducos que se respaldan en conceptos desfasados e inoperantes. Los conceptos “prohibidos” en la pedagogía pertenecen al materialismo histórico y al marxismo, por lo tanto se suponen totalmente superados y sustituidos por otros más “adecuados” a la nueva realidad. Se pretende que con la caída del bloque socialista ya no cabe hablar de “clase social” y mucho menos de “lucha de clases”; hasta entre académicos “progresistas” resulta más “conveniente” referirse a “estatus social” o a “diferencias de género y de etnia”. Y es que como dice MacLaren: “La seducción del capital es abrumadora, incluso entre los grupos mejor intencionados de educadores progresistas” (Op.cit. p. 48). Los honores, las prestaciones, las becas. las facilidades para publicar, la aparición en los medios como gurús de las masas, son los mejores alicientes para convencer de que lo de hoy ya no son los conceptos caducos. Ni hablar como lo hacía Paulo Freire del profesor como sujeto político, lo de hoy es que sea apolítico; ni hablar de educación emancipadora porque lo “pertinente” es la capacitación para la competencia global. La matización conceptual de la realidad a modo de adaptarse a los cambios impuestos va confundiendo sobre todo por parte de quienes abusan del micrófono que se les abre por ser parte de una institución prestigiada y gracias a la ostentación de altos grados y posgrados académicos que en la práctica sirven más al narcisismo que a las causas sociales.

La unidad entre educación, política y transformación social se ha casi nulificado mediante la reconfiguración del proceso educativo como el consumo de paquetes de información y habilidades descontextualizadas para la formación de mano de obra barata y el conformismo ideológico. Los conceptos pedagógicos que no permiten lucrar hay que apartarlos, lo demás es suavizar las contradicciones para que todo mundo se sienta parte de este desbocado progreso aunque solamente beneficie a muy pocos, en detrimento y sufrimiento de todos los demás. La formación y el ejercicio docente no pueden desvincularse de esta discusión so pena de seguir enredados y dispersos en el callejón sin salida que no permite construir el mejor modelo educativo para superar desigualdades y aproximarse a la mayor justicia social posible.

La pedagogía crítica, que pudiera ser una referencia clara y precisa, se ubica en una posición incómoda porque al aplicarle el pensamiento crítico con los argumentos de MacLaren resulta

que a la cuenta de los años la situación no parece mejorar sino lo contrario. Peter MacLaren señala a la pedagogía crítica de finales del siglo XX – y para ello retoma a Paulo Freire- como domesticada y falta de crítica social. Predomina la complacencia de los pedagogos críticos. esos intelectuales que pudieran ser el respaldo de los educadores y luchadores sociales andan encandilados por la mencionada “seducción del capital” y en lo general en las universidades parece haberse incrementado el individualismo y el egocentrismo que hacen difícil y hasta imposible la colaboración como no sea para aumentar puntos en el currículum vitae. Sería interesante que los académicos progresistas dieran fe de cómo la penetración neoliberal los está apabullando en sus instituciones de trabajo, de cómo los mecanismos de control institucional se afinan para impedirles “salirse del huacal”, del papelito gris de sus representaciones sindicales. Cuenten algo señores para saber que ustedes también son de carne y hueso y que a veces también los intelectuales sufren y lloran. Para MacLaren, a fines de los noventa del siglo XX, la pedagogía crítica estaba psicologizada, más como ánimo que como disposición real de enfrentar al sistema opresor; por ejemplo, menciona a profesores que por el hecho de mandar colocar los muebles del salón en círculo ya presumían de abrirse al diálogo amable con los estudiantes, otros que elaboraban currículos para “hacer sentir bien a los alumnos” o aquellos que organizaban días de fiesta para resaltar toda clase de hechos. Acciones de ligereza las llama MacLaren y apunta que eso ha llevado a la pedagogía crítica a su acomodo al progresismo tecnológico y lo que Carl Boggs (citado por MacLaren) llama “la fascinación posmoderna por la indeterminación, la ambigüedad y el caos” lo cual conduce al cinismo y a la pasividad. El resultado es un sujeto incapaz de transformarse a sí mismo y menos a la sociedad. Luego entonces, el educador se encuentra en el dilema de servir como custodio del Estado capitalista o intentar al menos ser un profesional crítico a partir de la reformulación conceptual de sus tareas.

La pedagogía crítica puede ser un importante referente para refirmar el compromiso social del educador; la práctica docente no debería seguir atrapada en el aislamiento autómata o en la indefinición. El sustento teórico es parte fundamental para la dialéctica con las acciones prácticas. La teoría sugiere pasos, procedimientos pero también razones originales, todo a la vez se confronta con el criterio de verdad proveniente de una práctica que dialoga con la teoría para una necesaria reformulación. No es de moda la formación docente teórico-práctica sustentada en la emancipación y la eliminación de las desigualdades pero algo están intentando seguramente los educadores y expertos críticos, que es conveniente extender para darnos cuenta de que es posible dar algún paso en sentido contrahegemónico. Aunque ese sea el modo de asumir la vida en muchos aspectos, no es conveniente seguir en la ambigüedad y en los discursos para complacer a todos, sobre todo a los señores del poder legal o de facto. Se requiere empujar hacia la claridad de conceptos y hacia la acción congruente, solidaria y emancipadora pese a que el viento no sople a favor de los menesterosos. Para llegar a una formación docente inicial y continua que realmente sirva a las causas sociales emancipadoras se necesita barrer todo tipo de argucias y simulaciones que se observan en las instituciones donde se forja el magisterio, todos los procedimientos que se

transforman en currículum oculto para enseñar la soberbia, el acomodo, la conveniencia, la apariencia y el utilitarismo.

Se ha vuelto prirotario caminar hacia un modelo educativo necesario, posible y contrahegemónico, a diferencia del modelo impuesto que favorece el concepto empresarial en la escuela pública, El educador como sujeto crítico de la educación neoliberal, gracias a una comprensión amplia y abierta de la realidad en todas sus dimensiones, es una condicionante para ir más allá de las ocurrencias y de los autoritarismos con los que las llamadas autoridades educativas quisieran encubrir sus incompetencias. Un primer esfuerzo del educador, para el efecto, tendría que ser la acción sanadora que le permita librarse de la paranoia capitalista; esto sólo es posible mediante la intelectualización del profesor de manera que sepa diferenciar sus fuentes de información y sepa aprovechar la tecnología mucho más allá del banal consumismo. Se solicitan maestros que sean lectores empedernidos de las fuentes de mayor y mejor criterio para apuntalar puntos de vista alternativos, se solicitan educadores que escriban sus vivencias y reflexiones para compartirlas con sus pares y para retroalimentarse a sí mismos. Se buscan docentes con un alto grado de autonomía y capacidad de decidir y arriesgarse razonablemente.

La educación pública y el proceso de justicia social para todos tienen que volver a encontrarse para caminar juntos; esto requiere la protección de los derechos laborales de los profesores pero también la concreción del compromiso social del magisterio. Las acciones mínimas para renovar el quehacer docente empiezan por establecer una agenda personal y de centro de trabajo para impulsar proyectos de emancipación de tal forma que se reduzcan y eliminen los factores que sostienen al utilitarismo y la enseñanza del egoísmo; proyectos para la reafirmación o iniciación de la conciencia sociohistórica, la unidad entre expertos investigadores de enfoque crítico y los educadores a nivel de aula. La disposición del maestro para la reflexión pedagógica implica la derrota de las actitudes pasivas o renuentes a pensar, leer, escribir y actuar de manera coordinada en el ámbito de la práctica escolar cotidiana. De otro modo, no hay que quejarse si el señor Meade llega a fruncirnos más el destino con la profundización de la reforma educativa; tampoco argumentemos que cumplimos con votar por AMLO para evitar el desastre pero que pues no se pudo.

En asuntos de modelos educativos la cuestión parece estar en perderle el miedo a los conceptos prohibidos y a los otros establecidos. Tal vez no nos queda claro de dónde o cómo pero si los maestros no sacan la garra intelectual que les supone su trabajo, si seguimos evadiendo los desafíos y seguimos en la autocomplacencia de dejarnos llevar por donde vaya la corriente no nos quedará más que acatar sin derecho a réplica. Por lo pronto queda entre nosotros Peter MacLaren con sus cuestionamientos y sus sacudidas para ver si alguna reacción nos sobreviene. No hay engaño, pero sí podemos autoengañarnos.

 

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