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Estado

Para mirar a los arcángeles

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Por ALMA KARLA SANDOVAL / MASEUAL

(Entrega especial)

  1. El después

 

Jojutla, Morelos, México, 18 de septiembre de 2018.-  Una cabeza y no la de un tango. Una cabeza humana dentro de las consabidas bolsas negras en donde al crimen se le ha hecho costumbre tirar restos de cadáveres. Gramática con mensaje preciso: la vida es basura. El hecho se registró casi a un año del 19S en un lugar nada menos simbólico, a los pies del asta de la bandera en una de las entradas del municipio más golpeado del país por el terremoto, Jojutla. Pasaban las once de la noche del primer sábado del mes. Patrullas. Boulevard acordonado. Periodistas transmitiendo en vivo. El cuerpo, presumiblemente de la misma víctima, se encontró en la carretera Talquiltenango-Zacatepec, poco tiempo más tarde. Estaba calcinado. No faltó el narcomensaje de cajón en cartulina con letras burdas.

Ese es el panorama, de nota roja, en el que un pueblo intenta reconstruirse luego de una catástrofe por la que fue declarado zona cero, luego de un terremoto de 7.1 grados en la escala de Richter que estrujó a cientos de personas en México dispuestas a ayudar dando lo que tenían. También lo que no. Se trata de un país donde más del cuarenta por ciento de sus habitantes viven en pobreza y en estado de indefensión ante el señorío del crimen organizado que cobra cuota incluso a los ayuntamientos de varias provincias. Secreto a voces. Nadie se mete con ellos, ¿a quién no le gusta pensar con la cabeza su sitio?

Si esto fuera el apocalipsis, sería uno de los sellos que avisan. El profeta San Juan y sus visiones aún anda descalzo entre el calor, parecido al de Comala de Rulfo, entre las nuevas casas que poco a poco van levantándose y los lotes baldíos, fantasmales, cuya metáfora acusa el hueco del horizonte.  Pero puede ser peor, no solo los ladrones hacen de las suyas en las calles que se quedaron sin alumbrado, no solo aumentan los asaltos a comercios: Coppel, Oxxos, boutiques, etc. Puede ser peor, vienen las lluvias. Los huracanes son otros jinetes oscuros porque ahí donde hubo una casa, un hogar, un patio con juegos, ahora no existe más que tierra seca a punto de inundarse. Eso nos dio el sismo, la posibilidad de lo improbable y la esperanza de lo que ha ido ocurriendo en beneficio de unos cuantos. Así como no se cayeron todas las viviendas por obra y gracia de un azar que se le adjudica a un dios de estampita en la cartera o de crucifijo en la capilla más cercana; aunque los arquitectos no se cansen de explicar que fue cosa del suelo, de los materiales, de los años sin hacer reparaciones, etc., aunque se diga que no tiene nada que ver con el hecho de ser justo o pagar algún pecado imperdonable, la reconstrucción obedece, al menos vista por fuera, al mismo azar incompresible que puede o no responder a otras motivaciones. Dos ejemplos: una primaria, la Cuauhtémoc, totalmente reconstruida y un puente roto, en mala hora llamado De los Suspiros, que nadie ha llegado a tender de nuevo.

Un año más tarde, ciertas promesas se cumplen y otras no. El misterio de dónde están los fondos de las donaciones que cayeron en cascada sigue sin resolverse. De hecho, la Fundación de BBV Bancomer, que arrancó con un fondo de 180 millones de pesos para apoyar la reconstrucción de escuelas en todo el país y otros aliados como la Fundación Kaluz, entregaron la primaria de la que se habló líneas arriba. En la inauguración, su vocera hizo hincapié en que esa inversión, de más de 15 millones de pesos, no contó con dineros del gobierno federal. Pero, curiosamente, sí fue esa entidad quien decidió qué centros educativos derrumbados debían reconstruirse y cuáles no. Si damos un paseo por las nuevas instalaciones de la primaria urbana federal Cuauhtémoc, uno esperaría que, con tal cantidad invertida, la calidad de los pisos, el azulejo de los baños, el resanado de los muros, fueran impecables, pero no. Faltan jardineras y la misma vocera mencionó en entrevista que tendrán a empleados de Bancomer, se entiende que voluntarios, haciendo los trabajos restantes, los “detallitos” que faltan para embellecer dicha escuela. El eufemismo lastima. Embellecer es terminar.

Primaria JJ Rousseau

A menos de diez cuadras de ahí, pasando lo que fue el centro, otros niños sin tanta suerte tienen que bordear un río contaminado para ir a tomar clases. La peste del Apatlaco es proverbial. Los desechos químicos que el Ingenio Azucarero Emiliano Zapata arroja al río más caudaloso de la región producen espumas venenosas, olores podridos, a los que los pobladores están acostumbrados desde que tienen memoria. Esas aguas rodean Jojutla. Ese aroma le da la bienvenida al visitante. Fundación Hogares, que se comprometió a reconstruir el puente que conecta a varios alumnos con la Juan Jacobo Rousseau, otra primaria con nutrida matrícula, no cumplió el compromiso ante la intervención de la Secretaría de Desarrollo Agrario Territorial y Urbano (Sedatu) dirigido, ni más ni menos que por un personaje que no necesita esperar a la que historia la absuelva: Rosario Robles Berlanga, la primer mujer Jefa de Gobierno del entonces Distrito Federal, la artífice del comienzos de la despenalización del aborto en la capital mexicana, la valiente y otrora ejemplar feminista que mordiendo los cebos del amor romántico, ¿o de la ambición? Se vio envuelta en una trama de estafas gubernamentales perpetradas por su examante Carlos Ahumada, pero eso es arena de otro costal.

Puede que no. Un par de hechos recientes la colocan de nuevo bajo los reflectores y no para bien: el pasado 7 de septiembre, en un acto de conmemoración del primer aniversario que devastó la región del Istmo de Tehuantepec; la gran figura de la izquierda mexicana justificó el desvío de recursos para los damnificados de Oaxaca y Chiapas.  Sus argumentos, “hasta al mejor banco le clonan las tarjetas”, señaló con el caradurismo de quien dirige una dependencia con programas contra el hambre a su cargo y está relacionada con la llamada Estafa Maestra, un desvío de más de 7 mil millones de pesos triangulados con universidades públicas y otras instituciones. En Jojutla ocurrió algo similar con las famosas tarjetas de ayuda a los damnificados por el terremoto a quienes se les prometió 30 mil pesos y solo entregaron la mitad, pero eso sí, les hicieron firmar la entrega de esa cantidad con copia del INE. Se les prometió que los otros 15 mil llegarían, pero ningún vecino, con su casa a punto de derrumbarse, los recibió, ¿también a la Sedatu le clonaron estos plásticos?

Volvamos al Puente de los Suspiros, por un momento dejemos en paz la llamada “estafa siniestra” por Jenaro Villamil, periodista quien asegura que un México sumido en la cleptocracia de sus exdirigentes es el que le dejan a Andrés Manuel López Obrador. Con ladrones de cuello blanco o no, aquel puente no existe todavía y la Fundación Hogares, asegura Silvia López Dircio, arrancó la emblemática fuente del centro de Jojutla sin que la haya restituido aún. Cuando las golondrinas vuelvan, el próximo abril, no tendrán dónde beber agua. Cuando tengamos que apelar a una topografía afectiva, no habrá ningún punto de referencia que aporte fe a nuestras historias. No ocurrirá si los hechos siguen la inercia a la que responden en nuestros días.

Fuente Beatriz joju2

Fuente Beatriz Joju

He ahí otra evidencia de que luego de doce meses del temblor, varias obras se han quedado a medias. ¿Dónde está el dinero para reconstruir de una vez por todas cada ­­­­edificio, si decenas de fundaciones internacionales mandaron ayuda económica, si desde Belinda pasando por Mijares, Ronaldo y otras personalidades de talla mundial donaron miles de dólares?, ¿quién lo administra?, ¿cómo?, ¿qué tipos de candados administrativos se han inventado para retener esos fondos? Las respuestas son fantasmas en medio de un periodo de transición de gobierno. Bien se comenta que hasta que llegue Obrador veremos qué pasa.

En tanto, que la gente sin hogar se aguante, que se inunden, que revienten en lodo las alcantarillas. De todas maneras, el municipio anda, la vida sigue porque en palabras del ensayista Maruan Soto Antaki: “En México no hay unanimidad sobre lo malo, sean cientos de miles de muertos, sean decenas de estudiantes, cientos de mujeres o periodistas asesinados, etc. En escenarios variopintos, he visto a más de uno relativizar lo que en cualquier otra nación decente habría sido motivo de pena de la más alta envergadura. Aunque la corrupción parecer un punto de acuerdo, no hemos llego a verla con el sentimiento que en otros países lleva a gobernantes y empresarios a dimitir, o a sus allegados a revisar qué omisión los hizo en alguna medida responsables”[1].

 

El alcalde viene con la lluvia

Inundacion Joju

Lleva el liderazgo en la forma en que camina: mirando de frente, midiendo el terreno, observando con cautela y abriéndose rápido cuando el rapport funciona con sonrisas, con femenino tono dulce.  He aquí al párvulo de cuarto año de primaria que contaba la puntualidad de los grupos los lunes en los homenajes de la escuela primaria Cuauhtémoc de Jojutla: Juan Ángel Flores Bustamante, ahora alcalde electo de ese municipio tocado una y otra vez por las tragedias, quien dijo sí a una entrevista.  Llega puntual al hogar de esta reportera. Se le ofrece vino, refresco, cerveza y solo pide agua. “Me hace daño”, se excusa. Ni tardo ni perezoso, comienza a contar cómo vivió el #Sismo19S, qué estaba haciendo:

“Me había peleado con mi esposa porque mi cumpleaños es el 21 y me prepararon una fiesta sorpresa. No me gustó. No me agrada que preparen reuniones sin mi consentimiento. Así que me fui al DF para que no me encontraran. Agarré mi camioneta y ya por la Pera pensé que se estaba ponchando una llanta, pero no, era el temblor. De lo primero que me enteré es del que el epicentro era en Axochiapan y mi primer mensaje es de aliento para la gente de por allá. Ni idea tenía de qué pasaba en Jojutla. No tardé en llegar, pues no podía comunicarme. Sin embargo, a las tres ya estaba aquí. Me quedo de ver con gente de mi equipo y lo que vemos es un grupo de brigadistas civiles, sin uniforme, dando vueltas con palas y picos. La gran impresión me la llevé al subirme a una ambulancia y ver el Meana, sacaron a la gente del hospital. Veías gente ensangrentada, heridos entrando y saliendo. Era una imagen de guerra”.

Terremoto joju foto Diego

A esa altura de la charla, quien esto escribe mira el reloj. No han pasado ni veinte minutos de que el joven de 40 años comenzara a hablar, dándole largos tragos de agua a un vaso de vidrio entre mosquitos que anuncian lluvias fatídicas, y él ya tiene un nudo en la garganta: “No, es que sí me rompo”, sostiene. Entonces toma una servilleta, respira hondo, se sienta derecho y espanta las lágrimas. Prosigue con su relato del que no desea salir, cuenta que, al otro día, se fue directo a un Walmart de Cuernavaca a comprar “todo el pan, todo, el que encontré, y me lo traje”. Insiste en la narración de escenas traumáticas, en casos que aconseja registrar, por ejemplo, “el de tu vecina que la sacaron debajo de las piedras de la Casa Ejidal dos días después del sismo. De hecho, Peña Nieto estuvo parado encima de ella y no sabíamos. Hasta que llegaron las máquinas a mover escombros, la encontraron. O mira el caso de esto que te quiero enseñar, mira qué fuerte”, muestra la foto de Antonio Morquecho, la del señor cargando en brazos el cadáver de su pequeña hija, imagen por la cual el reportero que “siempre está en el lugar de los hechos” fue golpeado.

terremoto foto Morquecho copia

Juan Ángel también refiere anécdotas “curiosas” porque los dos marranos que mataron para su fiesta sorpresa se convirtieron, providencialmente, en comida caliente y lista para los primeros damnificados que fue a ayudar en la Zapata y el Higuerón, donde menos votos tuvo “la otra vez”, hace tres años, cuando perdió la elección contendiendo con la camiseta bien puesta del PRD. Pero los destinos se cumplen y al jojutlense ya le tocaba ser electo, quizá porque en el segundo nombre lleva el estigma. Así que improvisó un comedor en la calle Zarco, junto con sus colaboradores, familiares, amigos, con la gente que lo reconocía y le solicitaba auxilio. “Llenaba mi camioneta con la ayuda que llegaba con el fin de ir a repartir víveres a tal o cual colonia y no me dejaban ni llegar. Ya la última vez, para poder entrar a la Pedro Amaro, tuve que irme atrás, escondido y tapado, para que no vieran. Anduve, como todos, ayudando en todas partes”.

No, no para de hablar porque tiene el alma damnificada, es decir, posee el mejor argumento que lo llevó a ganar con una ventaja de más 15 mil votos sobre el candidato del PRI. Flores Bustamante entrará en funciones el próximo 1 de enero de 2019 y será el edil más votado de la historia del municipio. Proyectos y energía no le faltan: quiere abrir el Museo de la Ciudad, echar a andar una escuela de música, pero, sobre todo, reactivar económicamente Jojutla, aunque advierte: “Acá se van a hacer las cosas como la gente pueda, con sus propios recursos, para no tener que andar estirando la mano. Hay que trabajar, echarle ganas”, afirma.

Es la noche del 15, un poco antes del último grito de Peña, y Juan Ángel aprovecha esta conversación para decir que organiza un Festival de la Solidaridad para conmemorar un año del terremoto. Muestra un amplio programa, del miércoles 19 al domingo 23, que tendrá lugar en la calle principal que poco a poco va reconstruyéndose, así como la imagen con el lema que manejará su gestión. Antes de irse, se mostró aliviado, como quien sale de una consulta con el psicólogo. El cielo aún no se le caía en tormentas. Los nuevos damnificados, ahora de inundaciones, algunos dobles: de temblor y lluvia, aún no lo requerían. Juan Ángel, otra vez, perderá la noción del tiempo: “Hace un año, de tanto que hacíamos, ya supe ni en qué día estaba”.

Inundaciones Joju

 

Vivir en modo terremoto

Se le quiebra la voz. Está sentado en una silla de ruedas. Habla con el cariño de un confidente. No tiene el tiple de un conferencista de desarrollo humano, de uno de esos gurús que prometen convertirte después de su charla. Jorge Font pudo haber sido uno de esos juniors campeones en hobby de gente rica: el esquí acuático. Alto, delgado, con tipo de príncipe entre George Clooney y Felipe en sus años mozos, mira sereno a la cámara. No está dando una charla TEDX[2], sino conversando de algo de algo que sabe: los exámenes sorpresas que nos pone la vida, como él mismo los llama, es decir, las catástrofes que impone el destino.

Jorge Font

Jorge quedó parapléjico a los 19 años esquiando en agua. No pudo ni quiso renunciar a ese deporte en el cual ya había sido finalista en el Campeonato de Londres 1987. La tragedia, decíamos, no lo paralizó mentalmente. Como deportista con discapacidad ha sido ocho veces campeón del mundo, ha implantado cuatro veces el récord mundial en la modalidad de figuras y ha conquistado siete veces el campeonato mundial en la modalidad de slalom. Si alguien entiende cómo se reconstruye un ser humano, es él.

Desde hace años se afincó en Morelos. Además de dar conferencias, trabaja como Director de Filosofía Institucional del a Fundación Teletón y es consejero de varias asociaciones civiles con un marcado acento social. No podía no responder. Estuvo en el lugar de los hechos, en la zona devastada, en los albergues, ayudando como podía que no es decir poco: con su ejemplo.

Imaginen a alguien que se le cayó la vida hablando junto a otros que se quedaron sin nada. Imaginen que pese a haberse levantado, se le rompe la voz cuando recuerda aquellos días: “Yo, la verdad, estaba muy confundido, porque eso de recoger piedras y escombros, la verdad, no se me facilita mucho, y por eso pensé que lo mejor era ayudarle a las personas a recoger y a acomodar sus escombros internos, y así fue cómo comencé a trabajar y participar en grupos de acompañamiento, de manejo de crisis, así se llaman. Pero la verdad es que puedo decir que tuve el privilegio de tomar cátedra con maestros de la resiliencia de Jojutla, Zacatepec, Tlaltizapán, Cuernavaca y Ciudad de México”. Profesores del apocalipsis porque según el campeón paraolímpico, los temblores nos ayudan a ver personas. En su charla, Font propone un ABC para transformar las pesadillas en sueños.

Primero habla de una A de abrazar, porque: “Fue muy impresionante llegar a Jojutla porque era como llegar a una película de la guerra: todo tirado, edificios caídos, polvo por todas partes, la alameda llena de casas de campañas y en las calles muchísimas, muchísimas personas, de todos lados de la república, algunos extranjeros, muchos universitarios”, pero, sobre todo, una A de entender el amor como destino común que nos rescata, ya que el miedo genera comunidad.

La B es de buscar, de borrar lo adjetivo para hacer brillar lo sustantivo. Aquí es donde en la conferencia de Jorge surge un detalle muy llamativo, se refiere a una amiga (seguramente de una clase social acomodada) quien le confesó: “Mira, yo cada vez que íbamos a estos lugares, a todos les veía cara de secuestradores. Y después del terremoto, y de tener la oportunidad de conocerlos, simplemente veo a personas como yo tratando de salir adelante”, ¿algo les sabía a algunos o hablaba al tanteo? Morelos ha sido, durante décadas, una de las entidades que figuran en los primeros lugares en materia de secuestro. Ese delito, imparable durante los años del exgobernador Jorge Carrillo Olea, cuya complicidad probada con bandas de profesionales de ese crimen, le valió la destitución en 1998, divide y crea encono entre las élites económicas de este país y sus mayorías.

Regresemos al ABC, la última letra, sería la de callarnos levantando el puño para tratar de encontrar el silencio que nos ayude a escuchar vida enterrada entre las rocas, los techos o los enormes trozos de concreto. Font nos invita a hacernos las siguientes preguntas: ¿en qué convertiré mis terremotos?, ¿cómo ayudar a reconstruir un mundo con las normas más exigentes de la ética?, ¿cómo hacerle para no regresar a la indiferencia de los cotidiano y poder seguir viviendo en modo terremoto: vulnerable, sensible y útil?  Esto porque cuando la vida nos cuestiona, no es posible responder en primera persona del singular, sino del plural, con un nosotros.

 

Ella es como una canción de Molotov

 Esta reportera la conoce muy bien. Le dio clase y no pude decir que le haya enseñado algo importante.  Fany Magaña ya estaba hecha de cantera rosa cuando llegó a un taller de Creación Literaria en el Tecnológico de Monterrey Campus Cuernavaca. Solo tenía quince octubres y escribía fuerte, como si el inocente bolígrafo morado con diamantina infantil que solía danzar en su cuaderno, fuera una daga. No la detenía absolutamente nadie. Ningún adulto la convencía. Dialogábamos de tú a tú. No era que la maestra se pusiera al nivel de la alumna. Era al revés. En aquel entonces, luego de pocos años, cuando a Fany aún le quedaba algo de niña y a esta autora un poco de muchacha salvaje, uno de los novios en turno de la alumna le había puesto un apodo premonitorio que con los años no nos daría tanta risa. El joven, enamorado y angustiado ante su fuerza, le decía: “Es que eres un terremotito”. Ahora leemos esa palabra y lloramos. Aquí el testimonio de esa joven mujer que mide un metro con cuarenta centímetros, pero que luego de haberse quedado sin casa, mantuvo el temple para seguir siendo el mejor promedio de su generación y ganar una beca entre miles de aspirantes para estudiar una maestría en Florencia:

“Me llamo Estefanía Magaña Dorantes y el pasado 19 de septiembre me quedé sin hogar, un hogar que a mi madre y a mí nos costó once años montar después de llegar con una maleta, un perro y un conejo al estado de Morelos.

Cada noche antes de dormir, debemos esperar a que el sueño nos venza porque conciliarlo con la idea de que el techo pueda caerse es casi imposible. Por las mañanas cuando llega el momento de meterse a la regadera, rogamos a Dios por no escuchar el crujir de las ventanas mientras cerramos los ojos para enjuagar el champú.

Es verdad, el sismo y la pérdida total de nuestra casa nos dejó un trauma que no será fácil de superar. Mi perrita sufre con sus tres patitas después de haber dejado una en los escombros tras 28 horas de esperar por mi voz en su rescate, los familiares de mis vecinos con sus gritos de dolor al sacar los cuerpos de sus amados viven en mi mente, y la imagen de dos pisos de casa comprimidos en uno sólo de escombros, está como bandera de tregua a la vida y a la Tierra, porque somos nada y una sacudida nos vuelve polvo.

Cada pensamiento, cada recuerdo, cada fotografía mental sería imposible de superar sin el apoyo de mi querido pueblo que, sin importar la clase social, creencia religiosa o edad, se sumó con palas, marros, guantes y cubetas a remover los restos de lo que alguna vez fue mi casa.

Foto Morquecho copia

Éramos unos cuantos viviendo en la zona, y de la nada aparecieron más de 150 personas dispuestas a ayudar: mormones con sus casacas, jugadores del equipo de Zacatepec con sus playeras verdes, vecinos de colonias colindantes, personas de estados lejanos de la República, mis compañeros y profesores del Tecnológico de Monterrey, mis amigos de escuelas locales de la primaria y secundaria, trabajadores del ingenio de Zacatepec y decenas de personas más.

En estos momentos más que nunca, me siento enormemente orgullosa de pertenecer a una nación que puede levantarse sola sin necesidad de sus gobernantes. Al fin pudimos ser autónomos y llenarnos de fuerza y de ganas de salir adelante. Con todo y la necesidad, vemos cómo apoyar a otros y nosotros sí movemos a este país, que más que en ruinas, se encuentra en reconstrucción.

Desde ropa donada hasta material de curación y colectas para la prótesis de una patita de perro, toda mi maravillosa comunidad no se ha detenido a pensar si es mucho o poco, más bien se preguntan cómo hacerle para donar más, para llegar a más y tratar de ser más.   Gracias a la gente que pasaba por las calles regalando comida, agua y refrescos, a la que me extendió su mano para rescatar objetos personales de entre las piedras, a la que me dio su ropa y zapatos, a la que me puso su hombro para llorar, a la que me festejó un cumpleaños entre la tragedia, a la que hizo transferencias de lo que fuera a mi cuenta, a la que no conocía y aun así mi ayudó, y a la que estuvo sin estar físicamente presente, hoy puedo decir que estamos bien y que lo estaremos, porque el temblor nos derribó la casa, pero nunca las ganas de salir adelante; nos quitó los colchones, pero nos regaló el amor y apoyo incondicional de decenas de personas; nos derrumbó el techo, pero reconstruyó nuestra fe en la humanidad, y por eso le estaré eternamente agradecida al sismo y a un México que ni todos los obstáculos lo detienen.”

Cierto, el país fue imparable durante dos semanas. La organización civil demostró que no todo está perdido con los jóvenes que utilizaron sabiamente las redes sociales para coordinar un movimiento sin precedentes con puños en alto. La ciudadanía movió un tráiler tras otro con celulares que no paraban de sonar. La gente no confiaba en el gobierno, quería un contacto seguro que le garantizara que la ayuda llegaría a la gente. No faltó de comer, de vestir. De hecho, se dijo que ya no había que llevar una camioneta más de víveres a Jojutla ni a Zacatepec, que estaban saturados, que mejor se debían canalizar las donaciones a otras comunidades, a rancherías necesitadas donde la gente hizo largas filas varias veces y más de una opinión mezquina lo condenó: “Pero si a esa gente ya le dieron de comer como cinco veces y ya tiene de todo para vivir, hasta muebles, dinero y más”, señalaron.  “Hay rapiña en los centros de acopio más grandes que dejan sin vigilancia por las noches”, acusaban otros.  Mientras eso pasaba, las reflexiones de los sobrevivientes se parecían mucho a conclusiones de Estefanía Magaña:

“Entre tanto temblor, tanto que se cayó mi casa, tanto polvo, carencia y piedra, surge lo mejor de todo y de todos. No sé si nace de las estrellas que algunos podemos ver porque no se nos interrumpió la vida en simples 40 segundos y supuestos 7.1 grados de Richter, si nace de la luna que se baña y nos baña de naranja o de los destellos de colores que surgen en pleno día y entre las nubes lo que nos hace arriesgarnos hasta el punto máximo de hacer lo impensable.

Mi vida había sido un constante esfuerzo por ser la mejor en lo que podía darme lo mejor, hasta que el terremoto me hizo cuestionarme si en verdad sabía qué era lo mejor. El techo se cayó por completo sobre todo lo que conocí como hogar por once años, sobre todo lo que nos costó horas de trabajo y dedicación en once años: marcas, bolsas, zapatos, maquillaje, tratamientos, muebles, pantallas, hasta los putos calzones perdí. Y el nervio de que los rescatistas encontraran mis juguetes Kinky, no puedes ni imaginarlo: ¿Esto es tuyo, Fany? Ay, Dios mío, ¿por qué no sale mi pasaporte en lugar de un vibrador? Uno ya no puede tener secretos en la vida.

¿Era en verdad lo mejor una bolsa Michael Kors o mis horas invaluables como voluntaria en donde me necesitaban? ¿Eran lo mejor varias marcas de laptops o los momentos que perdí con mi familia por estar estudiando? ¿Era lo mejor estudiar una carrera bien pagada o hacer lo que me gusta? ¿Era lo mejor ahogarme en una relación perdida porque era lo que me daba estabilidad o arriesgarme por amar a alguien lejano que puede amarme al 100? ¿Lo mejor, qué es lo mejor? Lo que te hace feliz, escuché por ahí.

Rodeada de escombro me vi parada en las ruinas de una vida que apenas saboreé en una casa que no disfruté, porque siempre quise más y algo mejor, porque no valoré y no supe apreciar el camino de posibilidades que tenía en frente. Hoy, sin un techo sobre mi cabeza y con apariencia de pepenadora, me doy cuenta de todo lo que he perdido en mis 23 años, y no a causa de un terremoto.

23 años y no he escrito lo suficiente, no he amado lo suficiente, no he besado, cogido, bebido, llorado, sonreído lo suficiente. Y no había encontrado a alguien que me hiciera hacerlo todo y a la vez sentirme aterrizada en este universo. Por primera vez en mi vida, no hay un plan, no hay una agenda con 10 mil actividades por día que seguir, no hay horarios, no hay fondos para seguir una maestría, no hay otra cosa que posibilidades, porque seguridades son inexistentes.

Se acabaron las tardes de meditar frente a la ventana lo que iba a ser de la “lujosa” vida que quería, porque ni la puta ventana existe más, ni el panorama que veía, ni la calle, ni los vecinos. Sólo existe un pueblo fantasma y los infinitos caminos que puedo tomar a partir de ahora. Jamás tuve tanta libertad, tan grande, tan oscura e infinita, que juro que me asusta, porque todos esperan tanto y me siento tan poco, porque todos dicen que saldré adelante, pero ni yo sé cómo.

El tiempo no puede darse el lujo de perderme y los caminos no tienen otra opción que enderezarse, porque no pretendo rehacer los desmadres y permitirles a los años que me sigan arrollando, que cada día que veo un reflejo, reconozco más al cadáver de la novia que la fotografía rota que rescaté entre la tierra usando mi vestido lila de la graduación de preparatoria.

Todo requiere de un ultimátum para realizarse desde ya. El amor y los deseos, las ganas, la pasión, las necesidades y el desconcierto. Y eso necesité para tenerte, para sentirme totalmente apendejada de nuevo. Porque no era que no quisieras, es que no sabías que mi juventud para tus añitos de más, lo anhelaba.

Y hoy me llenas tanto. Siendo tan diferentes, estando tan lejos y conociéndonos gracias a la carencia de servicio al cliente de Korean Air, tan de casualidad y tan de destino. Tan de vida mierdera que me cargo y con la inmensa necesidad de limpia, te encontré. Y se siente bien, y sonrío con la simple imagen de tus ojos tallada en mis neuronas. Pendeja y medio pendeja la vida, pero me dejó estar contigo a pesar de la distancia. De querernos y enamorarnos por mensajes, por llamadas eternas y citas en videollamada.

Terremoto foto marco

Que, aunque no pudieras oler mi perfume o secar mis lágrimas con la parte posterior de tu mano, siempre siento que lo haces. Porque siempre estás, incluso cuando no.  Uno de mis mayores males siempre fue gustarle a los de la milicia en todas sus divisiones. Pero hoy creo que es uno de mis mayores bienes, porque atravesando mares y nacionalidades llegué hasta ti, de un país que odio y defensor de un gobierno que me repugna. Y ante todo y con los sentimientos más cursis que he experimentado, estás tú.

El primero que me enamora en un idioma tan frío que no es el mío y en el que yo creí que no podía expresarme como quería, quien me hizo creer en el amor a primera vista y segunda leída, quien me enamora cada día a versos y tantas formas de querer que no creí posibles. Tú, que me das todo sin estar, que te lanzaste incluso con mi drástico ultimátum de amar, porque a una latina dramática, decidida y con una narración poética, nadie se le resiste.

Y menos tú, otro soñador caritativo, el primero que me enamora sin poner el sexo en la mesa o en el piso, sin decirme que tan bien cojo o te la mamo, sin decir qué tan bien paseo la lengua o sin pensar en las sombras de los surcos sobre mi piel al amanecer, porque todavía no lo experimentas, porque me enamoraste de la forma más profunda, en la que el enculamiento no tiene cabida, a través de las pestañas, con tu iris cambiante y decisiones firmes.

Si valgo madres es por ti, porque me tienes apendejada y deseando que supieras lo que apendejada significa o que entendieras una cuarta parte de lo que mi español me deja expresarme o una pizca de lo que grita mi alma. Y date cuenta de que me quiero estallar diciendo: terremoto del 19, gracias por desmadrar mi existencia, me hacía falta tanto amor, ultimátums y caminos.”

Las tragedias sirven para reconocernos interiormente. Luego de haber perdido una casa, pero nunca el espíritu, por fin se puede amar. Fany no volvió a ser la niña del bolígrafo morado.

 

Viene lo peor, decían

Al momento de escribir este reportaje, la tormenta del pasado domingo agrava la situación de quienes fueran damnificados del terremoto, ya que según la nota de hoy, 17 de septiembre de 2018, publicada en el diario El Universal firmada por Justino Miranda, la tromba dejó entre 400 y 500 casas con inundaciones, principalmente en las colonias afectadas hace un año por el temblor. Los reportes de las autoridades locales señalan que hay canales desbordados y la carretera Alta Vista-Pedro Amaro está parcialmente colapsada. En el rastro municipal se cayó una barda. La secundaria Benito Juárez y la preparatoria José Urbán Aguirre, cancelaron clases. De inmediato se echaron a andar los protocolos de rigor. Elementos de Protección Civil y Bomberos se han mantenido ocupados desde la madrugada en apoyo de la ciudadanía. Otro sello del apocalipsis, dirían los creyentes al pie de la letra. Lo cierto es que Jojutla no contaba, desde antes del terremoto, con la infraestructura necesaria para encarar desastres de esta naturaleza.

No es difícil adivinar lo que sigue. La historia del 19S es muy reciente: vendrá ayuda, quizá la celebremos y agradezcamos con el mismo furor, pero tal vez estos hechos sean menos impactantes. “¿Otra vez Jojutla?”, se preguntarán en medio el estupor, las prisas, las urgencias y el agua que habrá que secar; en medio de la corriente química del río desbordado, las espumas lodosas, las estafas, las mentiras diabólicas, la cleptocracia que no tiene a la nación contenta, ¿qué será de lo mejor de las personas?, ¿dónde habremos de ir a buscarlo?

 

[1] En el libro Pensar México editado por Taurus en 2017, pág. 38.

[2]Acá se puede ver la charla completa: https://www.youtube.com/watch?v=6nq_T0su8JA.

 

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