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Columna

POR LA LIBRE 2211

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Por IGNACIO CORTÉS MORALES / MASEUAL

 

1.- El deporte de linchar       

 2.- La autoridad         

3.- Ale Flores  

4.- Los empleados

 

 
Cuernavaca, Morelos, México, 6 de noviembre de 2019.-  1.- El deporte favorito de la derecha es linchar a los gobiernos populares; ya se hizo en el caso de Cuauhtémoc Cárdenas, tras el asesinato de Francisco Stánley, en la Ciudad de México, y ahora a Andrés Manuel López Obrador, por el punto del asesinato de los Le Barón, y, por simple casualidad, sólo se culpó y culpa a los personales de la izquierda y se deja de lado, en el primer caso, Carlos Salinas, y en el otro, Javier Corral, presidente priísta y gobernador panista de Chihuahua, respectivamente, porque los derechistas no le perdonan al pueblo que les haya dado la espalda y se lanzan contra los elegidos por la ciudadanía, sin embargo, ahora, vino la respuesta de los seguidores del jefe del ejecutivo nacional, quienes reiteraron el respaldo a su presidente que no deja de ser blanco de los ataques de los prianfifís y de actores que no olvidan que sus orígenes se dieron en Televisa y por instinto los sacan a relucir, con el pretendido propósito de quedar bien con los reaccionarios, y le sigue Sicilia, el poeta de la decepcionante indefinición social.

A los gobiernos de la derecha muchos de los que ahora vociferan, les toleraron el mar de sangre que dejaron, las represiones, las desapariciones y las torturas, hechos contra el pueblo, y entonces ocultaron los acontecimientos, los minimizaron o disfrazaron, y fue años más tarde que fueron surgiendo las informaciones sobre los asesinos, sin embargo, no se castigó a nadie, todo quedó en acusaciones y una justicia retardataria, ciega y a la que no se pudo arrancar ningún rasgo que dejara ver la posibilidad de que se podría ser de otra manera; incluso, todavía se sigue con personeros que representan la justicia de la peor calaña, dejando una estela de dudas sobre si su accionar está apegado al irrestricto deber cumplido o si se contaminó con los intereses creados y el clásico becerro de oro.

En el caso de Paco Stánley, Carlos Salinas no fue tocado en lo absoluto, todo recayó en el gobierno de la ciudad de México de Cuauhtémoc Cárdenas, y ahora, con los Le Barón, no se dice nada ni del panista Javier Corral, por el caso de Chihuahua, ni de la priísta, Claudia Pavlóvich, todo se va contra Andrés Manuel, lo que mueve a sospecha, sobre todo porque son casi los mismos defendedores de la derecha y veletas que están a la espera de cualquier error que cometa el presidente para cargarle la viga, y a eso dicen que se llama libertad de expresión; no se equivoquen, en realidad es libertad pero de presión para ver si así doblan al gobierno para que retorne el status quo que les dio, no uno, sino varios privilegios que son extrañados por los prianfifís que siguen buscándole los pies al régimen que habla y actúa con justicia social, mientras que los otros sólo se ocupaban de ello en los discursos, pero extendieron un sinfín de prerrogativas para la casta divina que, les guste o no, siempre vieron a la clase política y sus afines en negocios y en prensa, como arribistas. En realidad nunca les dieron el sitio que creyeron sentir los nuevos riquillos, sólo los toleraron; era evidente. Humillados, pero felices.

Igual que con Cárdenas, ahora, se descubrió el linchamiento. Funcionarios federales se dieron cita en el lugar de los hechos; Pavlovich y Corral ni aparecieron; se volvieron mudos; nadie de los linchadores se acordó de ellos, sólo del presidente; así de evidentes.

2.- La autoridad educativa está más al pendiente de los jubilados que la parte sindical; lo mejor es que los docentes, en activo y jubilados, lo saben y aprecian el esfuerzo de las autoridades que están con ellos y de la disidencia magisterial que no los abandona nunca

3.- Que Alejandra Flores quiere ser diputada federal y heredar su plaza de diputada a Anayeli Rodríguez, y la pregunta es sencilla: ¿que han hecho desde donde están?, y la respuesta es sencilla, subir al ladrillo y marearse, alcanzar la soberbia y pasar sin verse.

4.- Resulta que los trabajadores adscritos a los penales tenían diez años sin que se les diera un centavo de incremento, y, pregunto, ¿qué hacían sus sindicatos?, y la respuesta es contundente: nada, porque en casi todos los sindicatos, lo único que hacen bien los dirigentes es bolsear a sus agremiados, al fin éstos no protestan.

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