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Opinión

MÁS Y MÁS EVALUACIONES, MISMOS RESULTADOS

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Por JOSÉ LUÍS FIGUEROA GONZÁLEZ / MASEUAL

Jojutla, Morelos, México.-  Imaginemos a una persona obsesionada por la valoración del sistema anticontaminante de su automóvil y que una vez obtenido el resultado de las emisiones de gases en sentido desfavorable, guarda el vehículo no le hace arreglos y lo vuelve a llevar a medir lo mismo con los mismos resultados y así lo hace varias veces al año. Evidentemente estaríamos ante un caso patológico de alguien que se entretiene en medir por medir, sin tener clara la razón de sus acciones más allá de decir a sus conocidos que él se preocupa por el buen estado de su automóvil. Imaginemos otro caso, se trata de un reto para contestar la siguiente pregunta: ¿Cómo vendería usted un producto que es rechazado por una parte significativa del mercado al que se ha destinado? En un enfoque razonable sería lógico encuestar y entrevistar a esa parte que se niega a comprar el producto, estudiar sus respuestas y hacer ajustes o cambios importantes en el producto para que se ajuste a los requerimientos de los destinatarios. Pero hay otra respuesta de tipo maquiavélica; qué le parece a usted si para vender el producto rechazado primero creamos un escenario catastrófico de la realidad presente y futura y luego le decimos a ese público renuente que la única manera de salvarse es comprando el susodicho producto. Aquí la mercadotecnia debe consistir en convencer de que no hay de otra, compran el producto o viene el desastre total. Ambas historias se entretejen para ir dibujando el escenario actual de la educación y sus ya innumerables procesos de evaluación.

Nos adentramos en la época de la evaluación educativa total. Nada escapa a ese proceso inquisidor que se viste de cordura para tratar de convencer que todo es para mejorar. Sus promotores tienen parte de razón pero también parte de perfidia. La razón les asiste en cuanto afirman que evaluar es necesario para conocer el estado de cosas en el que se desarrolla el proceso educativo; es correcto sostener que se requiere retroalimentar las metas y objetivos a partir de las acciones realizadas y sus resultados. Durante mucho tiempo se ha caminado desconociendo la realidad sobre la que se camina, pero ocurrió así porque el momento histórico correspondía a una manipulación de cifras y situaciones que hacían parecer ser a lo que no era y viceversa según conveniencias políticas y de marco económico. La perfidia actual consiste en crear con las evaluaciones el telón de fondo que justifique la supuesta necesidad de la reforma educativa vigente con todas sus contradicciones e insuficiencias. Una evaluación al servicio de un modelo educativo empresarial que juega con la ilusión de un mundo mejor o de calidad si se repiten las mantras neoliberales sin más.

En enero de este año se presentó el examen que sustituiría al cuestionado examen ENLACE que tanto dio de qué hablar por impositivo, clasificatorio, inequitativo y fuera de contexto en la mayoría de las escuelas donde se aplicó. Ahora se trata de la prueba PLANEA (Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes), un examen similar a su antecesor pero renovado en la propaganda que lo respalda. En el mes de junio se aplicó a los alumnos de sexto grado de primaria y tercer grado de secundario con una muestra de 104, 204 alumnos de primaria y 144,517 de secundaria según se asienta el documento presentado hace pocos días bajo el título Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes (PLANEA) Resultados Nacionales

2015, Sexto de Primaria y Tercero de Secundaria. Lenguaje y comunicación y matemáticas. En dicho reporte se presentan resultados que conocíamos desde hace mucho, la educación básica no está preparando a los alumnos con los conocimientos y habilidades que se enuncian en los programas de estudio. Para Sylvia Schmelkes del Valle “los resultados son preocupantes” porque colocan a los alumnos de primaria y secundaria en el bache del último nivel de aprendizaje con porcentajes que van del 50 hasta más del 60% del total de la muestra. Esto significa que la mayoría de los alumnos evaluados no pasan de seleccionar información sencilla y escribir y comparar números naturales sin lograr resolver problemas aritméticos, en el caso de primaria. Para secundaria logran apenas identificar información en artículo de divulgación científica y resolver problemas de comparación y cálculo con números naturales pero tiene problemas con las ecuaciones y con el cálculo del volumen de cuerpos redondos. En primaria y secundaria hay serios problemas con las fracciones y los números decimales. El porcentaje de alumnos que alcanza el nivel más alto apenas van del 2.6 al 6.8% en ambas asignaturas.

En suma, independientemente del costo de esta evaluación –que no se da a conocer-, la conclusión principal es que se reafirma lo que ya se sabía. De ahí la comparación con alguien que verificara su automóvil diez veces al año pero no lo afinara ni le hiciera mayores composturas. Y como para confirmar y reconfirmar lo dicho, en el informe se agrega un “gran” descubrimiento de los evaluadores; se detectó que según los datos proporcionados por los alumnos evaluados acerca de las condiciones socioeconómicas de su hogar, “a mayores desventajas sociales es menor el nivel de logro”. Verdad de Perogrullo, tanto brinco estando el suelo tan parejo, tanto gasto para concluir en que a los pobres se les dificulta alcanzar niveles altos de logro educativo y que en el medio rural los resultados son más bajos que en el medio urbano, ¿por qué será? Los académicos del Instituto Nacional para Evaluación Educativa (INEE) nos tienen asombrados con tanta sabiohondez.

La prueba PLANEA 2015 se propuso identificar los niveles de conocimientos y de habilidades entre los alumnos-muestra evaluados, pero más allá de sus perogrullas conclusiones indirectamente está evaluando al sistema de evaluación y diciéndonos que ya es tiempo de ir por otros objetivos. Por ejemplo hace falta evaluar a la evaluación y a los evaluadores porque se supone que todo es evaluable y debe ser evaluado. Hace falta detener ese proceso de evaluacionitis por el que se evalúa para justificar proyectos prediseñados. La frase de moda en estos días es “dados los bajos resultados que presenta la prueba PLANEA se hace más urgente y necesaria la aplicación de la reforma educativa”. Y ahí brota la mercadotecnia del apocalíptico profeta que vende un producto que mucha gente simplemente no se traga. Ahora será más respaldado –según esta lógica- la acción de enviar toda la fuerza pública a resguardar a los centros de evaluación para maestros en virtud del anunciado boicot por parte de los disidentes. Aumentarán las órdenes de aprehensión y los festejos de los agoreros del fin del mundo si no se aplica a rajatabla la reforma educativa. Este es el nudo que hay detrás de una inocente evaluación que repite con gráficas y método científico que las piedras se mantienen en reposo cuando no las movemos.

Una gran piedra en el zapato de la clase gobernante es su reforma educativa que hace agua por muchos lados. Por eso hay que salvar la nave a como dé lugar y con el método que sea. Urge la fórmula mágica para revelar el mundo aunque sea para decir lo que ya se sabe. El método de PLANEA consiste en aplicar procedimientos cuantificadores de datos duros que parecen no dar lugar a dudas. Se trabaja con unidades y estrategias de cuantificación que arrojan diversas tablas de concentración, cuadros y gráficas que emergen como el indiscutible fundamento de las acciones reformistas de la educación pública en México. Todos los contextos se meten en la misma botella aunque no quepan; por eso se les deforma y resulta contundente pero simplista decir que la distancia entre un medio rural a un urbano va de

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