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Paseo de la Reforma

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Por EDILBERTO NAVA GARCÍA / MASEUAL

Chilpancingo, Guerrero, México, 24 de octubre de 2022.- En honor a la verdad, había escuchado el nombre de Elena Poniatowska, como periodista, como escritora; sólo en raras ocasiones leí sus artículos en diarios de circulación nacional, pero jamás había leído un libro suyo. En los momentos que asiento las yemas de mis dedos sobre el teclado, tengo abierto su libro Paseo de la Reforma, horqueteado sobre el escritorio. He interrumpido la lectura porque me llama poderosamente la atención las verdades que asienta en su novela.

Por el título del libro fue que inicié su lectura. Resulta que hace muchos años leí Las estatuas del Paseo de la Reforma. Creí de pronto que algo parecido tendría este libro de la ameritada Elenita. Aquellas eran las biografías de liberales connotados y de algunos que han pasado un tanto desapercibidos en la historia del país. Paseo de la Reforma es una novela, de verdad bonita, escrita por quien sabe hacerlo sin dejar detalles ni cabos sueltos. Así describe a las mujeres ricas de este país, según sus singulares personajes.

Hablan los encamados en un hospital:

-¿Porque le habrá pasado esto al patroncito?

-Pobrecita de su santa madre de él, lo que habrá tenido que sufrir cuidándolo –comentó Eulogio.

-No, para nada. Ella, como la mayoría de las ricas, delega sus obligaciones en los demás.

-¿En quiénes?

-En la nana, la muchacha, el chofer.

-¿Y entonces ella qué hace?

-Juega baraja con sus amigas, va a misa, asiste a velorios, da pésames, organiza comidas y cenas, dirige la casa. . .

-Y tu patrón, joven Adalberto, por qué no viene a ver.

-Anda fuera de México, si no ya estaría aquí. De todos modos., la mera verdad, es egoísta como todos los ricos y un poco fifí.

-¿Qué es eso?

-¿Fifí? Roto, catrín, niño bien.

Seguramente, ricas -no son muchas-, las hay desperdigadas entre los demás estratos sociales, por más que haya zonas exclusivas para los mexicanos de alta. Hasta en este pueblo hay dos o tres riquillas, que si no lo son al cien, así se sienten. Por ello recuerdo que cuando un transportista falleció a causa de la diabetes, en el velorio preguntaron a su madre respecto de algunos gastos. Ella se concretó a responder: Véanlo con su la viuda; de eso no sé nada.

Es generalmente entre los pobres donde sí existe la solidaridad, la nobleza de espíritu, el sentimiento sincero.

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