SIN CORTAPISAS
Por PATRICIA CASTRO CEDILLO / MASEUAL
- * A los maestros, honor a quien honor merece
Cuernavaca, Morelos, México, 16 de mayo de 2025.- Este 15 de mayo se conmemoró el Día del Maestro en nuestro país y, por esta ocasión, dejaré de lado las problemáticas sociales que aquejan a nuestra entidad, para honrar, a mi manera, a este sector de la población pocas veces reconocido y valorado no sólo por las autoridades educativas, sino por la población misma.
Todos, o la gran mayoría, pasamos más de 15 años en las aulas adquiriendo el conocimiento que los docentes nos transmiten y que van forjando no sólo nuestro carácter, sino la vocación, los valores, la importancia de estudiar para abrirnos paso en la vida, pero no sólo eso, son ellos quienes en muchas ocasiones fungieron como psicólogos, consejeros, mediadores, orientadores y hasta de niñeros la hacían cuando nuestros padres nos recogían tarde de la escuela.
Y me refiero en pasado porque hoy por hoy las cosas han cambiado y los profesores ya no tienen permitido tener injerencia alguna en el actuar o modo de vida, estadío y emociones de los estudiantes, que, cabe recordar que hoy los estudiantes son más rebeldes, muchos de ellos, y evocan sus derechos para no permitir llamadas de atención, por el contrario, se ponen al tú por tú con sus maestros cuando incumplen reglas escolares o con los deberes académicos.
¡No! No se menosprecia el avance en los derechos de los niños, niñas y adolescentes (como hoy se dice), pero sí ha habido afectaciones en la labor que desempeñan en las aulas; me refiero a la educación en las aulas, no así en la violencia que pudieran sufrir y sufren los menores y adolescentes en su entorno familiar y social, principalmente.
ANTECEDENTES
Antes de proseguir sobre la importancia del papel que funge este sector en el ámbito educativo, es importante recordar, a grandes rasgos, que, de acuerdo al portal de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, el Día del Maestro y Maestra (sic) fue designada para honrar a todos los docentes y educadores de México.
Dicha celebración se le debe al presidente Venustiano Carranza, quien en 1917 decretó que el 15 de mayo se celebrara a los maestros en el país. La elección de la fecha es gracias a que la fiesta de San Juan Bautista de La Salle coincidía con el aniversario de la toma de Querétaro, suceso que marcó la caída del Segundo Imperio Mexicano comandada por Maximiliano de Habsburgo, y consolidó la República en México.
REMEMORANDO
Antes, y me refiero a mis años escolares, recuerdo perfectamente que, como niña de primaria, admiraba a mis maestros; creía que eran héroes; que todo lo sabían; admiraba su personalidad, su manera de enseñar; ¡sí! Algunos eran más estrictos que otros, pero valoraba sus enseñanzas; ¡ni por asomo se les podía contradecir ni contestar mal, mucho menos tener actitudes rebeldes! ¡no! Porque los castigos iban desde el clásico jalón de patillas, de orejas; extender las manos juntas para que con el “metro” de madera nos pegaran hasta que nos colocaran las orejas de burro y nos mandaran a la esquina del salón.
Castigos que aceptábamos porque reconocíamos que nuestro actuar no fue el adecuado y, en el caso de que nuestra conducta hubiera sido “grave” nos enviaban directo a la Dirección y ahí nos recogían nuestros padres y ¡claro! ellos le daban la razón al profesor y hasta en casa nos tocaba otra reprimenda porque las quejas que daban los maestros (justificadas o no, dependiendo el enfoque) eran la ley; eran su palabra contra la de nosotros.
Bueno, la niñez de antaño pasamos por todos esos sinsabores, pero que nos permitieron ser personas de bien, con profesión (muchos), con valores, con ética, respeto hacia nuestros semejantes, respeto hacia nuestros padres y hablo de quienes en la actualidad nuestras edades superan los 45 años (quizá menos); es claro que “cada quien hablará como le fue en la feria”. ¡No! Tampoco mencionaré que en esos ayeres predominaba el machismo, era “normal” educar con golpes en el seno del hogar; menos citaré que la violencia doméstica era normal (no en todos los casos); era pues la “cruz” que las madres tenían que cargar.
En fin, eso es otro tema, pero que claro que influyó en el actuar de cada niño y, aunque difícil, cada niño decidió cuál sería su futuro y cómo querían vivir en familia, en sociedad, no importando lo malo que hayan padecido, simplemente quisieron romper con ese círculo vicioso y no cometer los mismos errores.
Ya sin querer salirme del tema, pero que consideré relevante mencionar, es que, a título personal, tengo mucho qué agradecer a aquellos docentes que pasaron por mi vida académica y que influyeron positivamente en mi vida; muchos los que se preocuparon y ocuparon por moldearme; muchos los que me apoyaron; muchos los que me orientaron y vaticinaban que me iría bien en la vida porque era buena estudiante y ¡vaya que fueron visionarios!
La lista para reconocer a tantos y tantos profesores sería interminable, y sin menospreciar a ninguno, citaré a los que dejaron huella en mi ser, entre los que destacan la profesora del taller de Taquimecanografía, Zita López Ruiz, en secundaria; Nallely Sosa Cortes, Isidro Calderón Catalán, Eduardo Jasso, José Luis Vegas, Cuitláhuac Córdoba, José de Jesús Guízar Nájera, Roxana Ugalde, Nanccy Aguilar Tovar y muchos otros a nivel universitario.
La primera docente citada, a mis 14 años, pudo ver en mi lo que nadie más y me vaticinó lo mejor, que todo dependía de mí y nadie más para sobresalir; el resto de los profesores, porque pese a retomar mis estudios universitarios tardíos, confiaron en mi persona; me respaldaron, me orientaron y alentaron a terminar la carrera. Los citados fueron pues, mi antes y mi después en mi etapa educativa, estudiantil.
Luego entonces, ¿por qué no reconocer a quienes nos dan su tiempo a la hora de preparar sus clases? ¿por qué no reconocer que su vocación va más allá de las percepciones salariales o conflictos magisteriales? ¿por qué no reconocer que, pese a enfermedades, conflictos familiares o problemas de salud, se preocupan por dar lo mejor de sí a sus alumnos? ¿por qué no pues, dar honor a quien honor merece?
Queda aquí mi reconocimiento a estas personas que dedican su vida entera a la enseñanza y que su única satisfacción es, con el paso del tiempo, reencontrarse con ese niño, joven, que salió avante en la vida y que sus logros también son los suyos, porque fueron el artífice para que así fuera.
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