Por ALEJANDRO CÁRDENAS SAN ANTONIO / MASEUAL
Cuernavaca, Morelos, México, 20 de agosto de 2025.- La reciente descripción: “ser mujer, ser indígena y ser pobre, es lo peor que te puede pasar en la vida”, refleja la realidad de una triple vulnerabilidad; constituye una expresión de premeditada segregación, marginación y desigualdad estructural que van directo a una historia de género, etnicidad y condición socioeconómica. Lo irónico, es que esta minusvaloración, la hizo una mujer rodeada de privilegios, dinero y poder.
Esta descripción cruda, encapsula la interseccionalidad de las desigualdades, no solo es reflejo de ignorancia socio-histórica, una pésima asesoría y una clara desubicación de la realidad; evidencia el oportunismo, la improvisación y la irresponsabilidad hacia la condición de sus iguales en género.

No es el único caso. Es común presenciar, hasta en bailes callejeros, que cualquier envalentonado o envalentonada, piensa que subirse a un templete o agarrar un micrófono y soltar la lengua en el furor que provoca un evento público, es igual de sencillo y fácil como amarrar una agujeta o sacarle punta a un lápiz; aunque por su verdad, sale a la luz su anémico talento discursivo y esas ventanas del inconsciente en medio de “resbalones” lingüísticos, -aparte de impropios por ofensivos-, justifican al 100% la frase: “Agradece a Dios que hablas, pero pregúntate a ti mismo si te comunicas”.
En esa descripción categórica y contundente: “ser mujer, ser indígena y ser pobre, es lo peor que te puede pasar en la vida”, me pregunto: a qué mujer se le dio la oportunidad de elegir antes de nacer: ¿en qué familia lo haría, en qué lugar geográfico, con qué padres, en qué sistema político y en qué tipo de situación económica tanto del país, como su círculo social?
Y me saltan más preguntas: ¿quién tiene esa bola de cristal o dónde hacen esa consulta de cartas o de astros, las mujeres que sí supieron elegir previo a su nacimiento -incluso supieron, a qué partido político afiliarse y elección de pareja- y por esa ventaja esotérica, hoy no viven en condiciones de desigualdad y marginación sino en la opulencia y el poder?

En ese contexto, la descripción: “ser mujer, ser indígena y ser pobre, es lo peor que te puede pasar en la vida”, es el Mea Culpa de la deuda histórica y el rezago de los gobiernos en turno hacia las mujeres y la falta de atención a estas desigualdades en la sociedad que administran.
El mensaje de esta descripción, no pretende solo describir una realidad, sino visibilizar cómo estas tres condiciones se intersectan para crear una experiencia de opresión única. La descripción da por sentado que hay un inmenso incumplimiento de derechos y omisiones hacia ellas y ha sucedido de parte los gobiernos en turno,- que se supone- deben garantizar igualdad sustantiva y protección al género femenino -y en especial-, a las mujeres indígenas en situación de pobreza y desventaja.
Este tipo de descripciones seguirán sucediendo. No tiene caso mencionar al menos en este espacio, en qué parte del país y a quién adjudicarle la autoría. No dejarán de ocurrir en otros escenarios y contextos. Lo único seguro es: que no fallan.
En casos sui géneris como estos, -donde se culpa a las personas por su situación y no a su sistema de gobierno-, si nos ponemos en los zapatos del emisor de ese fracasado mensaje, muy forzadamente entenderíamos que en el fondo quiso hacer un llamado a reconocer y combatir las injusticias sistémicas que afectan desproporcionadamente a ciertos grupos, promoviendo empatía y acción colectiva para la equidad. Pero… pues, le salió al revés.
“…ser mujer, ser indígena y ser pobre, es lo peor que te puede pasar en la vida…” no solo es una afirmación cruda y discriminativa a tope en un país de Tercer Mundo por parte de su gobierno, sino que obliga a realizar una última reflexión forzosa y equilibrada que también es una realidad incómoda: “ser hombre, ser indígena y ser pobre”, tampoco es cool.
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