21 noviembre, 2025

PERIODISMO INDEPENDIENTE EN MORELOS

“Z” DE ZÓCALO Y SEGÚN ERAN BOT´S

Por ALEJANDRO CÁRDENAS SAN ANTONIO / MASEUAL

Cuernavaca, Morelos, México, 15 de noviembre de 2025.- Lo que inició como una marcha pacífica desde el Ángel de la Independencia, convocada por la Generación Z para exigir seguridad y justicia tras el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, se transformó en un caos de confrontación en el corazón del Zócalo de la Ciudad de México.

Miles de jóvenes –y no tan jóvenes– inundaron las calles con banderas de “One Piece” y consignas como “¡Fuera Morena!” “Claudia Asesina” y “¡No más Violencia!”, pero el gobierno respondió con la misma receta de siempre: vallas, granaderos y gases.

El ambiente era eléctrico: euforia juvenil mezclada con rabia acumulada por un país sumido en la impunidad. Pancartas recordaban a las víctimas del crimen organizado, y el grito unánime era por un México libre de corrupción y miedo. Pero al llegar a Palacio Nacional, todo explotó: un grupo intentó derribar las vallas metálicas que blindaban Palacio Nacional. En respuesta, policías lanzaron gases lacrimógenos y de extintor desde atrás de las barreras, asfixiando a manifestantes pacíficos, mujeres, ancianos e incluso periodistas.

Los enfrentamientos fueron feroces: empujones, golpes, insultos: “¡Asesinos!”, “¡El pueblo unido jamás será vencido!”. Volaban piedras y macanas caían. Heridos por doquier, ojos irritados, tos convulsiva; la plaza se llenó de humo tóxico en un acto que dispersó a la multitud tras horas de resistencia. ¿Provocadores infiltrados? Posible, pero la represión fue real.

Este no fue un disturbio aislado: fue el reflejo del enojo de una generación harta de promesas vacías y balas. La Generación Z, los que llenaron el Zócalo en la Ciudad de México, los que según futurizaban minimizando la marcha afirmando que eran bot´s, no se callaron ni se callarán; todo indica que su furia apenas comienza y que esto fue solo una advertencia, pues al menos en la capital, no irrumpieron -aunque pudieron- las puertas de Palacio Nacional ni vandalizaron sus paredes como sucedió en Uruapan.

Los que según eran bot´s llegaron del Ángel de la Independencia con pancartas hechas a mano: “¡Justicia para Carlos Manzo!”, “¡No más sangre en las calles!”, “¡Fuera Morena!”. No eran miles; eran decenas de miles. Jóvenes de 15 a 25 años, estudiantes, influencers, desempleados, hijos de desaparecidos, todos unidos por un dolor común: un México que se desangra y se ahoga en la corrupción, el cinismo, la inmoralidad, la falta de medicinas, de inversiones, de empleos, de seguridad y la desfachatez.

El ambiente inició como una mezcla explosiva de carnaval y funeral. Altavoces portátiles retumbaban con corridos tumbados con consignas: “¡El pueblo no se raja!”. Un dron sobrevolaba grabando; la marcha en las redes era tendencia mundial, pero la euforia se quebró al chocar contra la muralla metálica que rodeaba Palacio Nacional.

Tres hileras de vallas, cientos de granaderos con escudos antidisturbios y, detrás, en la azotea de Palacio Nacional, -muy ocultos-, lo que algunos aseguraban que eran francotiradores. El mensaje era claro: aquí no pasa nadie. La tensión escaló en minutos. Un grupo de encapuchados –¿infiltrados o no?– comenzó a golpear las vallas con tubos y martillos. “¡Quítenlas, quítenlas!”, coreaban. La policía respondió con una lluvia de gases lacrimógenos que se elevó como niebla tóxica sobre la plaza.

El olor picante invadió gargantas; ojos lagrimeaban, rostros se contorsionaban. “¡Cobardes!”, gritó una chica de 17 años mientras se cubría la cara con una playera empapada en vinagre. Un anciano cayó de rodillas, ahogado por la tos; hubo periodistas lesionados durante la cobertura: reporteros de Fuerza Informativa Azteca (Ricardo Pérez, Antonio Huitzil y Jesús Arias) resultaron agredidos o afectados por los gases. Uno reportero más de La Crónica de Hoy fue alcanzado por gas al momento de caer una valla, la periodista Isa Uribe apareció afectada por la dispersión de gas y una reportera más de Vice que resultó lesionada por gases y piedras y a ellos se suman otros periodistas independientes que transmitían en vivo mientras corrían entre el humo.

Los enfrentamientos duraron más de dos horas. Piedras contra macanas, botellas de agua contra escudos, insultos que cortaban el aire: “¡Asesinos de uniforme!”, “¡Sheinbaum, renuncia!”, “¡El pueblo no se calla, carajo!”. Un policía fue arrastrado al suelo y golpeado con palos; otro respondió con un tolete en la cabeza de un manifestante que sangró profusamente. La Cruz Roja atendió a más de 80 heridos en el lugar: fracturas, contusiones, intoxicaciones.

Los videos no mienten: granaderos disparando gases a quemarropa contra manifestantes desarmados, fue calculado para dispersar, no para contener.

Cuando los Z se retiraron y la plaza quedó semivacía, el humo aún flotaba entre las ruinas de pancartas y zapatillas perdidas. Un grupo de jóvenes se reagrupó en la calle 5 de Mayo y cantaron el Himno Nacional con el puño en alto. “Esto no acaba aquí”, “Mañana volvemos. Y pasado, decían.

La Generación Z no pide privilegios; exige lo básico: vivir sin miedo. Justicia y no más asesinatos como el de Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, que fue la gota que derramó el vaso de una juventud que creció allá entre balaceras, fosas clandestinas y abrazos que no detienen balas. Nos e puede negar que el Zócalo fue testigo de esa furia contenida durante años.

Y mientras todo esto sucedía, la Presidenta Claudia Sheinbaum, se encontraba en los estados de Campeche y Tabasco, promoviendo el Bienestar de los Programas Sociales.

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