Por ALEJANDRO CÁRDENAS SAN ANTONIO / MASEUAL
Cuernavaca, Morelos, México, 15 diciembre de 2025.- En este diciembre de 2025, la Inteligencia Artificial IA domina nuestra vida diaria. Herramientas como ChatGPT, Gemini o asistentes virtuales resuelven tareas cotidianas con eficiencia impresionante. Sin embargo, expertos debaten intensamente sobre los próximos pasos: y son la Inteligencia Artificial Estrecha ANI, la General AGI y la Superinteligencia ASI. Estos niveles representan una evolución que podría revolucionar la humanidad, ofreciendo avances increíbles pero también riesgos profundos.
la Inteligencia Artificial Estrecha ANI, es la IA actual: excelente para tareas concretas, pero limitada. Por ejemplo, modelos como GPT-5 o Gemini resuelven problemas matemáticos, generan textos o imágenes, pero no razonan de forma general ni aprenden autónomamente fuera de su entrenamiento. Es como un especialista brillante en un área, pero incapaz de adaptarse a lo desconocido.
La AGI, o Inteligencia Artificial General, equivaldría a la inteligencia humana: un sistema capaz de realizar cualquier tarea intelectual, aprendiendo y razonando en contextos nuevos con creatividad. Estamos en 2025 y aún no hemos llegado a eso, pero los avances son rápidos. Líderes como Sam Altman de OpenAI y Demis Hassabis de Google DeepMind, predicen que podría llegar en unos pocos años, quizás entre 2026 y 2030, gracias a modelos de razonamiento como o3 o Gemini.
Las empresas invierten miles de millones de dólares, y algunos expertos ven “precursores” en sistemas multimodales que manejarán texto, video y código.
Por su parte, la ASI, o la Superinteligencia, superaría a los humanos en todos los ámbitos, mejorándose exponencialmente. Podría resolver problemas globales en horas, pero representa el mayor desafío ético y existencial.
Las oportunidades de estas herramientas son transformadoras. Con o Inteligencia Artificial General AGI y la Superinteligencia ASI; por ejemplo, se anhela que la medicina pueda curar el cáncer o el Alzheimer mediante descubrimientos acelerados.
La educación, ofrecería tutores personalizados; soluciones óptimas para el cambio climático, se automatizarían trabajos repetitivos y eso liberaría tiempo para creatividad, reduciendo pobreza y desigualdad.
En 2025, la IA ya acelera a la Ciencia y una muestra concreta es el diseño de proteínas o modelado climático; lo cual, representan soluciones muy prometedoras a problemas añejos.
El concepto de Superinteligencia o ASI, va más allá de lo humano, por ejemplo: Diseño de medicamentos personalizados.
Esto nos hace sentir que tenemos el futuro a nuestra disposición, sin embargo; las amenazas son serias. Millones de empleos podrían desaparecer, agravando desigualdad. Sesgos en datos perpetuarían discriminación. Con Superinteligencia o ASI, surge el riesgo de desalineación: una IA con objetivos no humanos podría causar daños irreversibles, como advertían expertos como Geoffrey Hinton. Ciberataques potenciados por IA o pérdida de control son preocupaciones reales.
En 2025, informes de reconocidos especialistas en estos campos de la cibernética, destacan falta de planes robustos contra riesgos existenciales, y regulaciones como la AI Act europea buscan mitigarlos.
En 2025, aún vivimos la era de la Inteligencia Artificial Estrecha o ANI con agentes IA integrándose al trabajo.
La Inteligencia Artificial General o AGI, parece inminente según expertos optimistas, pero requiere alineación ética y gobernanza global y es que fuera de pánicos y conspiranoias, nuestro futuro, depende de decisiones colectivas: invertir en seguridad, educación y regulación para maximizar beneficios y evitar catástrofes.
La Inteligencia Artificial IA, no es inevitablemente buena ni mala; el deseo es que su impacto lo definimos nosotros, la IA, es una herramienta poderosa, neutral por naturaleza, como el fuego o la electricidad.
Nosotros, definimos sus reglas éticas, las leyes, los incentivos y los valores que guían su desarrollo; el futuro es prometedor, pero requiere responsabilidad colectiva.

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