29 diciembre, 2025

PERIODISMO INDEPENDIENTE EN MORELOS

EN POLÍTICA, LAS PALABRAS CONSTRUYEN

Por ALEJANDRO CÁRDENAS SAN ANTONIO / MASEUAL

Cuernavaca, Morelos, México, 29 de diciembre de 2025.- ¿Quién decide qué realidad creamos? algunas palabras describen el mundo, otras lo transforman; las palabras en la política, tiene un poder oculto; en política, no todas las palabras son iguales.

Ser conscientes de este poder verbal nos convierte en ciudadanos más críticos. Ya no nos conformamos con el mensaje superficial; analizamos sus consecuencias reales.

Esto, es el núcleo del lenguaje llamado “Performativo”, -formalmente dado a conocer en el año de 1962- y es un planteamiento del filósofo británico, John Langshaw Austin, una de las figuras más relevantes en lo que se ha dado en llamar filosofía del lenguaje y él, tiene el crédito de revolucionar la filosofía del lenguaje al mostrar que las palabras no solo representan el mundo, sino que lo modifican mediante su uso.

Austin explicó que el lenguaje “Performativo”, no se limita a describir un hecho, sino que, al tiempo que se expresa, ya se realizó.

¡Va más claro! El lenguaje performativo quiere decir que ciertas frases, dichas por personas con autoridad en el momento adecuado, no informan, sino que actúan, crean hechos nuevos, derechos, obligaciones o restricciones que antes no existían.

Es decir: un presidente que jura: “Prometo cumplir la Constitución” no expresa una simple intención. Con esas palabras, asume oficialmente el poder. Un líder que declara “Estado de emergencia nacional” no describe una crisis, la establece legalmente y activa facultades extraordinarias pues de pronto, millones de ciudadanos ven limitada su libertad de movimiento, reunión o expresión.

El lenguaje “Performativo” muestra que el poder político reside en gran parte en quién puede pronunciar ciertas frases con legitimidad. No se limita a describir un hecho, sino que, al tiempo que se expresa, ya se realizó.

No cualquiera puede declarar guerra, indultar a un condenado o reconocer un nuevo derecho. Solo quien ostenta esa autoridad legítima —un Presidente, una asamblea legislativa, un juez— hacen que las palabras produzcan efectos reales. Esas palabras, pueden salvar vidas mediante respuestas rápidas.

Otro ejemplo sería en desastres naturales o pandemias: una declaración de emergencia permite movilizar recursos, distribuir ayuda y coordinar rescates con rapidez. Durante el COVID-19, gobiernos de todo el mundo usaron este mecanismo para imponer confinamientos que, aunque duros, contribuyeron a salvar millones de vidas al frenar contagios. Pero si se abusan, limitan libertades profundas.

La misma frase que habilita ayuda urgente puede servir para concentrar poder, censurar medios, disolver protestas o prolongar restricciones sin control legislativo.

En varios países, estados de emergencia declarados por motivos legítimos se han extendido años, erosionando derechos democráticos básicos.

En tiempos de polarización y crisis —como los que vivimos en 2025, con conflictos geopolíticos, cambio climático y desigualdad creciente—, entender el lenguaje “Performativo” resulta esencial porque nos permite ir más allá de escuchar qué dicen los líderes y preguntarnos qué mundo están creando con sus palabras.

Cuando un político etiqueta a sus opositores como “traidores” o “enemigos del pueblo”, no solo critica: busca deslegitimarlos y justificar medidas en su contra. Cuando promete “garantizar seguridad” y declara toque de queda indefinido, está modificando la cotidianidad de millones: menos libertad de circulación, más vigilancia, menos espacio para la disidencia.

Lo mismo ocurre con actos positivos: un decreto que reconoce el matrimonio igualitario o derechos indígenas crea realidades inclusivas que mejoran la vida de sectores históricamente marginados.

(De nueva cuenta): Ser conscientes de este poder verbal nos convierte en ciudadanos más críticos. Ya no nos conformamos con el mensaje superficial; analizamos sus consecuencias reales. ¿Esa declaración de emergencia es proporcional y temporal, o encubre concentración de poder? ¿Esa promesa electoral genera expectativas legítimas o solo busca votos?

En democracia, el control último del lenguaje “Performativo”, recae en la sociedad, -pues-, somos nosotros, quienes otorgamos o retiramos esa legitimidad a través del voto, la protesta pacífica y el debate público.

Entonces, la próxima vez que escuches un discurso político, no preguntes solo “¿qué dice?”, pregúntate: “¿qué está haciendo con lo que dice?”. Porque en política, las palabras no son neutras: construyen el mundo en el que vivimos.

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