Por ALEJANDRO CÁRDENAS SAN ANTONIO / MASEUAL
Cuernavaca, Morelos, México, 26 de agosto de 2024.- Ante la inmensa incertidumbre, inquietud y la vorágine del ruido por las presuntas consecuencias de la Reforma al Poder Judicial, me es inevitable, no recordar, igual a un inmenso eco, los primeros renglones del poema “El Peatón”, del gran poeta chiapaneco, Jaime Sabines, -y se puede entender que nada tiene que ver en este tema, pero quizá me sucede, para dosificar inconscientemente el desasosiego de una incómoda y colectiva sospecha, sobre la desaparición de la Democracia.
Escucho la voz de Sabines en un atiborrado Palacio de Bellas Artes, durante un homenaje, antes de su fallecimiento, él leía: “Se dice, se rumora, afirman en los salones, en las fiestas, alguien o algunos enterados, que…”
Como nos han enseñado desde el nivel básico, el Supremo Poder de una República, se divide en Ejecutivo, Legislativo y Judicial y, esos poderes, -en apariencia-, no se desempeñan de forma aislada, sino que mantienen relaciones necesarias para enriquecer su trabajo constitucional y al mismo tiempo, forman un contrapeso, un equilibrio de fuerzas que evita el autoritarismo, la gestación de una posible dictadura y alejan la amenaza de la desaparición de la Democracia.
Entonces: “Se dice, se rumora, afirman en los salones, en las fiestas, alguien o algunos enterados, que…” la Democracia ya sufrió un severo descalabro con la sobrerrepresentación de un solo partido político en el Congreso de la Unión; es decir, en el Poder Legislativo, donde en primera instancia ya le cantan “Las golondrinas” a los contrapesos que eran los organismos autónomos y ya se preparan los diputados, para hacer cambios en la Carta Magna, a modo y, a conveniencia; igual a como quien no barre o deja de sacudir, trapear su casa y limpiar el patio o lavar los platos y la ropa o decidir si cambia o no la llave del agua que siempre gotea o arreglar la chapa de una entrada principal que ya es una calamidad y eso, sin que nadie pueda o deba reclamar, porque es parte de la privacidad y la propiedad que no es de uno.
“Se dice, se rumora, afirman en los salones, en las fiestas, alguien o algunos enterados, que…” la Reforma al Poder Judicial, es el último “clavo del ataúd” para poder enterrar a la Democracia; y en las calles se ha visto la batalla del Poder Judicial, -es quien se han manifestado realmente porque les es incongruente que por “tómbola” se elija a los principales titulares-, y se oponen de manera frontal, a que el Poder Ejecutivo, encubiertamente y con todo el apoyo del aparato de Estado, siga promoviendo el funeral de la Democracia porque lo ha impulsado hasta el cansancio con narrativas contradictorias, en hechos, que tanto ha criticado.
“Se dice, se rumora, afirman en los salones, en las fiestas, alguien o algunos enterados, que…”, es de esta manera, -ante una ciudadana presuntamente muy conforme porque así lo manifestó en las urnas, gracias a programas sociales-, que el país va directo a un cambio de régimen donde la Democracia idealizada y conocida de forma tradicional, se va borrando poco a poco y quedando sumergida por la demagogia diaria, hasta que concluya en una simulación discursiva y narrativa en una que tanto abrazaron y anhelaron los sofistas en Grecia, -paradójicamente, lugar donde nació la Democracia-.
“Se dice, se rumora, afirman en los salones, en las fiestas, alguien o algunos enterados, que…” la pérdida de la Democracia en un país tiene repercusiones profundas y multifacéticas que afectan la vida de las personas en múltiples dimensiones y que algunas de las áreas más afectadas incluyen: políticamente, la concentración del poder, pues recae en manos de un pequeño grupo; además, hay violaciones sistemáticas de los derechos humanos; se suelen favorecer a grupos económicos e impera la desigualdad social; en la educación, se controlan los contenidos, se promueve la propaganda, el adoctrinamiento y se limita el acceso a una educación crítica y plural; en el tema de la salud, se descuida la atención médica pública; en un país sin Democracia, hay polarización social; los medios de comunicación son controlados por el estado o censurados en sus contenidos, sus transmisiones son condicionadas por las concesiones que les permiten hacer uso del campo electromagnético; disminuye las oportunidades para que los ciudadanos participen activamente en la vida pública y, en el ámbito de las relaciones internacionales, se enfrenta a sanciones económicas globales y de posible aislamiento.
Estas son solo algunas repercusiones profundas y multifacéticas, como ya se mencionó desde líneas arriba. Por eso, ante tanta incertidumbre, desasosiego e inquietud, por la vorágine del ruido, que llega de todos los ángulos y colores, inevitablemente, ya recordé completo el primer párrafo de “El Peatón”, y es para dosificar la severa sospecha que flota sobradamente en el ambiente, respecto a que la Democracia agoniza.
Y quizás, nada que ver con el tema, pero suaviza el desapego a lo que un día fue: “Se dice, se rumora, afirman en los salones, en las fiestas, alguien o algunos enterados, que Jaime Sabines es un gran poeta. O cuando menos un buen poeta. O un poeta decente, valioso. O simplemente, pero realmente, un poeta”.
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